viernes, 10 de noviembre de 2017

Israel



El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha realizado una visita de Estado a nuestro país. En el viejo Salón de Plenos del Senado mantuvo un encuentro con senadores y diputados españoles. En un discurso precioso, cargado de emotividad y referencias a los lazos fraternales entre los dos países, afirmó, “España es una entidad estatal soberana”. Con estas palabras se ponía fin a la posición ambigua que ha venido manteniendo Israel sobre la “cuestión catalana”. Los gobiernos de CiU, con Jordi Pujol y Artur Más, así como en este último de Puigdemond, siempre han procurado estrechar lazos con los gobiernos israelíes. Han sido frecuentes los viajes y puntos de encuentro de los políticos catalanes con ellos. El viejo sueño del soberanismo catalán de contar con un estado propio, y el cumplimiento del mismo sueño por parte del pueblo judío, les ha llevado a tenerles como referente y a estrechar sus relaciones. Sin embargo, la política internacional se juega en el campo de los intereses. Israel ha intentado obtener rédito político del conflicto español, y para ello ha argumentado los agravios ante la posición española en contra de los intereses de su país en el Consejo de Seguridad de la ONU. “Nadie da duros a pesetas”, y visto lo visto la diplomacia de corte supremacista catalana no ha servido para nada.

Si hay un Estado complejo en el ámbito internacional ése es Israel. La gran mayoría de los españoles estamos ajenos a sus problemas. Su sistema político parlamentario se caracteriza por la fragmentación, al ser la población muy diversa: judíos ortodoxos, laicos, ultraortodoxos y un 20 por ciento de la población árabe (1,8 millones de árabes con nacionalidad israelí); y disponer de una sola circunscripción. En el momento actual existen en el Parlamento del Estado de Israel, la Knésset, diez grupos políticos muy variopintos y distantes. El mayoritario es el Likud de derechas y nacionalista, pero en su conjunto la cámara está muy escorada a la derecha. La izquierda israelí está prácticamente desaparecida e integrada en una coalición cuyo líder se sitúa en la derecha. Nadie dispone de mayoría, al igual que ocurre en España. Pero desde hace tiempo aprendieron que para poder gobernar necesitan entenderse, y eso es lo que hacen. Netanyahu es el primer ministro, gracias al apoyo de los partidos de derecha y religiosos. Y se da la circunstancia de que sus principales opositores son sus ministros de Educación y Defensa. Se da la circunstancia de que Netanyahu es el Primer Ministro que más tiempo ha ejercido esta función en Israel, tras Ben Gurion. 



En la agenda política israelí hay tres grandes temas, que a su vez están y tienen una repercusión en el marco internacional: la supremacía del pueblo judío en el Estado, la legalización de las colonias construidas irregularmente en los Territorios Palestinos y el eterno conflicto árabe-israelí.

La declaración de independencia de 1948 se refería a Israel como un Estado soberano del pueblo judío, pero la ley que impulsa Netanyahu pretende que el carácter “judío” del Estado prevalezca sobre su carácter “democrático”. De esta medida se derivarían efectos como eliminar el árabe como idioma cooficial del país y el deterioro de la ya difícil convivencia entre israelís y palestinos. El proyecto ha sido criticado por el presidente Rivlin, a pesar de pertenecer al Likud, quien lo considera una aberración para la convivencia.   

La legalización retrospectiva de las colonias judías construidas sobre tierras privadas palestinas sin autorización gubernamental es otro de los grandes problemas. Como ha expresado el propio Rivlin, es una norma que “da argumentos a quienes consideran que Israel está evolucionado hacía un Estado de apartheid”. Es la primera ley de la Knésset aplicable a Territorios Palestinos. Se encuentra suspendida por la Corte Suprema.

La Conferencia deMadrid (1991), aquel encuentro entre árabes y palestinos que impulsó Felipe González y consagró el lema “paz por territorios”, supuso un halo de esperanza para el conflicto palestino-israelí. Sigue siendo el marco de referencia para la solución del conflicto, en palabras del propio Rivlin en el Senado. A pesar de ello la solución de dos Estados, uno para los israelitas y otro para los palestinos, se encuentra en grave peligro y todo apunta a que su inviabilidad aumentará en los próximos años, si es que la colonización deja algún territorio libre para establecer el Estado palestino. Rivlin apuesta por generar confianza, pero estima para ello un plazo no inferior a 50 años. Al mismo tiempo los países árabes cooperan con Israel de manera oficiosa en diversos ámbitos, sobre todo en contra del terrorismo. Israel considera a Irán su mayor amenaza, y el origen del terrorismo internacional, como recordó el propio Rivlin en el encuentro con parlamentarios. Pero en la región cuenta con otros importantes enemigos, como Qatar o grupos como Hezbollah en el sur de Líbano o Hamas en Gaza.

El encuentro ha permitido reforzar las relaciones entre los dos Estados. Unas relaciones diplomáticas que España reestableció en enero de 1986 y que han posibilitado, entre otras cuestiones, reforzar nuestras relaciones comerciales. Prueba de ello es que Israel es nuestro cliente número 31 y nuestro proveedor 51, con una tasa de cobertura favorable a España. El último año superamos en exportaciones a Israel, a Francia y Gran Bretaña.

En definitiva, la visita del presidente de Israel a España ha generado buenas sensaciones. El presidente de Israel en el encuentro con la Mesa de ambas Cámaras y los portavoces irradió cercanía y elegancia, incluso hasta con el portavoz de Podemos - a pesar de su estruendosa presencia- a quien le tomó la iniciativa y de una forma fina le recordó que siempre hay lugar para el diálogo, pero respetando a las mayorías. Un mensaje que muy bien se puede trasladar a Cataluña.



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