El presidente de
Israel, Reuven Rivlin, ha realizado una visita de Estado a nuestro país. En el
viejo Salón de Plenos del Senado mantuvo un encuentro con senadores y diputados
españoles. En un discurso precioso, cargado de emotividad y referencias a los
lazos fraternales entre los dos países, afirmó, “España es una entidad estatal
soberana”. Con estas palabras se ponía fin a la posición ambigua que ha venido
manteniendo Israel sobre la “cuestión catalana”. Los gobiernos de CiU, con
Jordi Pujol y Artur Más, así como en este último de Puigdemond, siempre han
procurado estrechar lazos con los gobiernos israelíes. Han sido frecuentes los
viajes y puntos de encuentro de los políticos catalanes con ellos. El viejo
sueño del soberanismo catalán de contar con un estado propio, y el cumplimiento
del mismo sueño por parte del pueblo judío, les ha llevado a tenerles como
referente y a estrechar sus relaciones. Sin embargo, la política internacional
se juega en el campo de los intereses. Israel ha intentado obtener rédito
político del conflicto español, y para ello ha argumentado los agravios ante la
posición española en contra de los intereses de su país en el Consejo de
Seguridad de la ONU. “Nadie da duros a pesetas”, y visto lo visto la diplomacia
de corte supremacista catalana no ha servido para nada.
Si hay un Estado
complejo en el ámbito internacional ése es Israel. La gran mayoría de los
españoles estamos ajenos a sus problemas. Su sistema político parlamentario se
caracteriza por la fragmentación, al ser la población muy diversa: judíos
ortodoxos, laicos, ultraortodoxos y un 20 por ciento de la población árabe (1,8
millones de árabes con nacionalidad israelí); y disponer de una sola
circunscripción. En el momento actual existen en el Parlamento del Estado de
Israel, la Knésset, diez grupos políticos muy variopintos y distantes. El
mayoritario es el Likud de derechas y nacionalista, pero en su conjunto la
cámara está muy escorada a la derecha. La izquierda israelí está prácticamente
desaparecida e integrada en una coalición cuyo líder se sitúa en la derecha.
Nadie dispone de mayoría, al igual que ocurre en España. Pero desde hace tiempo
aprendieron que para poder gobernar necesitan entenderse, y eso es lo que
hacen. Netanyahu es el primer ministro, gracias al apoyo de los partidos de
derecha y religiosos. Y se da la circunstancia de que sus principales
opositores son sus ministros de Educación y Defensa. Se da la circunstancia de
que Netanyahu es el Primer Ministro que más tiempo ha ejercido esta función en
Israel, tras Ben Gurion.
En la agenda
política israelí hay tres grandes temas, que a su vez están y tienen una
repercusión en el marco internacional: la supremacía del pueblo judío en el
Estado, la legalización de las colonias construidas irregularmente en los
Territorios Palestinos y el eterno conflicto árabe-israelí.
La declaración de
independencia de 1948 se refería a Israel como un Estado soberano del pueblo
judío, pero la ley que impulsa Netanyahu pretende que el carácter “judío” del
Estado prevalezca sobre su carácter “democrático”. De esta medida se derivarían
efectos como eliminar el árabe como idioma cooficial del país y el deterioro de
la ya difícil convivencia entre israelís y palestinos. El proyecto ha sido
criticado por el presidente Rivlin, a pesar de pertenecer al Likud, quien lo
considera una aberración para la convivencia.
La legalización
retrospectiva de las colonias judías construidas sobre tierras privadas
palestinas sin autorización gubernamental es otro de los grandes problemas.
Como ha expresado el propio Rivlin, es una norma que “da argumentos a quienes
consideran que Israel está evolucionado hacía un Estado de apartheid”. Es la
primera ley de la Knésset aplicable a Territorios Palestinos. Se encuentra
suspendida por la Corte Suprema.
La Conferencia deMadrid (1991), aquel encuentro entre árabes y palestinos que impulsó Felipe
González y consagró el lema “paz por territorios”, supuso un halo de esperanza
para el conflicto palestino-israelí. Sigue siendo el marco de referencia para
la solución del conflicto, en palabras del propio Rivlin en el Senado. A pesar
de ello la solución de dos Estados, uno para los israelitas y otro para los
palestinos, se encuentra en grave peligro y todo apunta a que su inviabilidad
aumentará en los próximos años, si es que la colonización deja algún territorio
libre para establecer el Estado palestino. Rivlin apuesta por generar
confianza, pero estima para ello un plazo no inferior a 50 años. Al mismo
tiempo los países árabes cooperan con Israel de manera oficiosa en diversos
ámbitos, sobre todo en contra del terrorismo. Israel considera a Irán su mayor
amenaza, y el origen del terrorismo internacional, como recordó el propio
Rivlin en el encuentro con parlamentarios. Pero en la región cuenta con otros
importantes enemigos, como Qatar o grupos como Hezbollah en el sur de Líbano o
Hamas en Gaza.
El encuentro ha
permitido reforzar las relaciones entre los dos Estados. Unas relaciones
diplomáticas que España reestableció en enero de 1986 y que han posibilitado,
entre otras cuestiones, reforzar nuestras relaciones comerciales. Prueba de
ello es que Israel es nuestro cliente número 31 y nuestro proveedor 51, con una
tasa de cobertura favorable a España. El último año superamos en exportaciones
a Israel, a Francia y Gran Bretaña.
En definitiva, la
visita del presidente de Israel a España ha generado buenas sensaciones. El
presidente de Israel en el encuentro con la Mesa de ambas Cámaras y los
portavoces irradió cercanía y elegancia, incluso hasta con el portavoz de
Podemos - a pesar de su estruendosa presencia- a quien le tomó la iniciativa y
de una forma fina le recordó que siempre hay lugar para el diálogo, pero
respetando a las mayorías. Un mensaje que muy bien se puede trasladar a
Cataluña.
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