sábado, 18 de noviembre de 2017

La signora



En el actual contexto político español Ada Colau representa la figura de “la signora” por excelencia, en el sentido figurado y más calabrés del término. Como “la emperatriz de la ambigüedad” fue definida hace unos días por Josep Borrell en una concentración pública. Fue generoso. Los hechos vienen demostrando que la actual alcaldesa de Barcelona es una política para la que todo vale y que no tiene ningún escrúpulo para anteponer su interés personal por encima del interés general. Pero esta buena señora tiene un papel determinante no sólo en Cataluña, sino también en el resto de España. ¿O alguien que esté en la pomada política puede tener en estos momento dudas sobre su capacidad de influencia sobre el líder nacional de Podemos? Iglesias es un títere en manos de Colau. Y si la posición de este partido hubiese sido otra en la cuestión catalana tengan la seguridad de que la actual crisis política por la que atravesamos no se habría producido.

“La signora”, como representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), tuvo su primer gran día de gloria mediático en una comisión del Congreso de los Diputados a la que fue invitada como compareciente en febrero de 2013. Allí tuvo la oportunidad de manifestar su concepción totalitaria de la vida, y se permitió el lujo de amenazar a los diputados que no votasen como ella quería. Les dijo que “señalaría a los que no votasen a la Iniciativa Legislativa Popular propuesta por la PAH”. Una semana más tarde apareció en la tribuna de invitados dando gritos como una energúmena, lo que motivó su expulsión de la Cámara por parte del presidente. Colau es una antisistema que utiliza el sistema en beneficio propio. Una forma muy solidaria de entender la política, en la que todo se puede instrumentalizar con tal de ganar notoriedad y potenciar su egocentrismo. El tiempo transcurrido entre 2013 y el momento actual así lo ha puesto de manifiesto.

Iglesias es un subordinado político de Colau. La destitución del líder de Podemos en Cataluña estaba descontada desde hace tiempo como guiño a la alcaldesa. Para Iglesias los escaños de Cataluña son clave para su poder político futuro, y mucho más cuando, al menos de momento, la salud política en esas tierras de lo que representa Podemos y En Comú Podem es superior a la de los socialistas. Colau es la auténtica líder de hecho de Podemos. Para ello cuenta con su lugarteniente en Madrid, el diputado Xavier Domènech, un político torpe y no muy allá que cada miércoles sufre un vapuleo de escándalo por parte de la vicepresidenta del Gobierno sobre cuestiones inconsistentes que plantea de bajo contenido político y alta demagogia. Él encaja los golpes como el púgil que ha perdido la consciencia. Lo que no impide que Iglesias le pelotee, felicite e incluso le dé un piquito. En definitiva, “la nueva política”.

Otra de las grandes virtudes de “la signora” es su oportunismo político. En su ambigüedad calculada ha sabido aprovechar como nadie el espacio dejado por la acción judicial contra el Govern y la debilidad actual de los movimientos independentistas de la ANC y Òmnium, con la entrada a prisión de sus presidentes. Sin ningún tipo de escrúpulos ha asumido el liderazgo del soberanismo y así se ha presentado en la última gran manifestación celebrada en Barcelona para la defensa de ese espíritu. Ella que se declaraba no independentista, tan pronto como ha visto la oportunidad se ha alineado con el soberanismo catalán. Pero ha ido más allá. Ha roto el pacto en el Ayuntamiento con los socialistas -un pacto que jamás debió celebrarse-, defiende la existencia de “presos políticos” y sigue manteniendo una posición contraria y ambigua ante las posiciones constitucionalistas. Está pensando más en el 21-D que en los intereses de los ciudadanos a los que representa. La salida de empresas de Barcelona y pérdida de puestos de trabajo, la merma de todas las posibilidades para que se le adjudique la Agencia del Medicamento o la salida del Mobile World Congress de Barcelona parece que no van con ella, y los problemas reales de sus vecinos tampoco. Quiere jugar un papel relevante de cara al 21-D para gobernar Cataluña en coalición con ERC. Y a ese interés se subordina Pablo Manuel con la esperanza de seguir avanzando para acaparar el poder.

La experiencia demuestra que para un alto porcentaje de los políticos la avidez de poder no tiene límite. “La signora” ha dado pruebas evidentes de que lo tiene claro. Es una vieja política de nuevo cuño. Pronto llegará a la conclusión de que necesita un partido fuerte en toda España para gobernar y para ello renegará de su sobrevenido espíritu nacionalista y de los títeres políticos que ahora la acompañan. Espero que los catalanes el próximo 21-D se libren y nos libren de Colau. Su escenificación de la política y la de sus compañeros de viaje no puede ser más perniciosa para el interés general de los españoles.  

        



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