En el actual
contexto político español Ada Colau representa la figura de “la signora” por
excelencia, en el sentido figurado y más calabrés del término. Como “la
emperatriz de la ambigüedad” fue definida hace unos días por Josep Borrell en una
concentración pública. Fue generoso. Los hechos vienen demostrando que la
actual alcaldesa de Barcelona es una política para la que todo vale y que no
tiene ningún escrúpulo para anteponer su interés personal por encima del
interés general. Pero esta buena señora tiene un papel determinante no sólo en
Cataluña, sino también en el resto de España. ¿O alguien que esté en la pomada
política puede tener en estos momento dudas sobre su capacidad de influencia
sobre el líder nacional de Podemos? Iglesias es un títere en manos de Colau. Y
si la posición de este partido hubiese sido otra en la cuestión catalana tengan
la seguridad de que la actual crisis política por la que atravesamos no se
habría producido.
“La signora”,
como representante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), tuvo su
primer gran día de gloria mediático en una comisión del Congreso de los
Diputados a la que fue invitada como compareciente en febrero de 2013. Allí
tuvo la oportunidad de manifestar su concepción totalitaria de la vida, y se
permitió el lujo de amenazar a los diputados que no votasen como ella quería.
Les dijo que “señalaría a los que no votasen a la Iniciativa Legislativa
Popular propuesta por la PAH”. Una semana más tarde apareció en la tribuna de
invitados dando gritos como una energúmena, lo que motivó su expulsión de la
Cámara por parte del presidente. Colau es una antisistema que utiliza el
sistema en beneficio propio. Una forma muy solidaria de entender la política,
en la que todo se puede instrumentalizar con tal de ganar notoriedad y
potenciar su egocentrismo. El tiempo transcurrido entre 2013 y el momento
actual así lo ha puesto de manifiesto.
Iglesias es un
subordinado político de Colau. La destitución del líder de Podemos en Cataluña
estaba descontada desde hace tiempo como guiño a la alcaldesa. Para Iglesias
los escaños de Cataluña son clave para su poder político futuro, y mucho más
cuando, al menos de momento, la salud política en esas tierras de lo que
representa Podemos y En Comú Podem es superior a la de los socialistas. Colau
es la auténtica líder de hecho de Podemos. Para ello cuenta con su
lugarteniente en Madrid, el diputado Xavier Domènech, un político torpe y no
muy allá que cada miércoles sufre un vapuleo de escándalo por parte de la
vicepresidenta del Gobierno sobre cuestiones inconsistentes que plantea de bajo
contenido político y alta demagogia. Él encaja los golpes como el púgil que ha
perdido la consciencia. Lo que no impide que Iglesias le pelotee, felicite e
incluso le dé un piquito. En definitiva, “la nueva política”.
Otra de las
grandes virtudes de “la signora” es su oportunismo político. En su ambigüedad
calculada ha sabido aprovechar como nadie el espacio dejado por la acción
judicial contra el Govern y la debilidad actual de los movimientos
independentistas de la ANC y Òmnium, con la entrada a prisión de sus
presidentes. Sin ningún tipo de escrúpulos ha asumido el liderazgo del
soberanismo y así se ha presentado en la última gran manifestación celebrada en
Barcelona para la defensa de ese espíritu. Ella que se declaraba no independentista, tan pronto como ha visto la oportunidad se ha alineado con el
soberanismo catalán. Pero ha ido más allá. Ha roto el pacto en el Ayuntamiento
con los socialistas -un pacto que jamás debió celebrarse-, defiende la
existencia de “presos políticos” y sigue manteniendo una posición contraria y
ambigua ante las posiciones constitucionalistas. Está pensando más en el 21-D
que en los intereses de los ciudadanos a los que representa. La salida de
empresas de Barcelona y pérdida de puestos de trabajo, la merma de todas las
posibilidades para que se le adjudique la Agencia del Medicamento o la salida
del Mobile World Congress de Barcelona parece que no van con ella, y los
problemas reales de sus vecinos tampoco. Quiere jugar un papel relevante de
cara al 21-D para gobernar Cataluña en coalición con ERC. Y a ese interés se
subordina Pablo Manuel con la esperanza de seguir avanzando para acaparar el
poder.
La experiencia
demuestra que para un alto porcentaje de los políticos la avidez de poder no
tiene límite. “La signora” ha dado pruebas evidentes de que lo tiene claro. Es
una vieja política de nuevo cuño. Pronto llegará a la conclusión de que
necesita un partido fuerte en toda España para gobernar y para ello renegará de
su sobrevenido espíritu nacionalista y de los títeres políticos que ahora la
acompañan. Espero que los catalanes el próximo 21-D se libren y nos libren de
Colau. Su escenificación de la política y la de sus compañeros de viaje no
puede ser más perniciosa para el interés general de los españoles.
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