El Gobierno ha presentado los Presupuestos Generales de 2018 seis
meses más tarde de lo previsto. Unos presupuestos que, como el mismo ministro
de Hacienda ha enunciado, “son los presupuestos de los pensionistas y los funcionarios”.
Un guiño en toda regla para paliar la erosión que tiene el partido del Gobierno
ante la ciudadanía, y en especial hacia estos colectivos, más cuando
recientemente se han manifestado en la calle. El PP tiene un sentido
patrimonial del poder y siempre que lo siente amenazado no tiene ningún reparo
en mentir -véase la hemeroteca- o en utilizar los recursos públicos en
beneficio propio. Mucho más cuando las citas electorales se acercan, como es el
caso de las autonómicas, locales y europeas, o en su caso, llegado el momento,
las generales. Rajoy, y sólo él, puede disolver las Cortes cuando lo considere
oportuno. Y no tengan ninguna duda de que lo hará cuando más convenga a los
intereses de su partido. Su pragmatismo le lleva a pensar que la política pasa
por hacer todo aquello que te permita mantenerte en el poder; el resto es
perder el tiempo.
A la zaga le anda el nuevo partido de corte liberal en lo económico y
progresista, aunque menos, en lo social, como ellos se definen. Albert Rivera
se ha declarado “coautor” de los Presupuestos Generales del Estado para 2018.
Hemos de entender en este caso que ha persuadido al Gobierno para que incluyan
en el proyecto de Presupuestos las iniciativas de las que presume y traduce
como guiños a diversos colectivos: pensionistas, miembros de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad del Estado y los potenciales beneficiados por la posible
reducción y exención fiscal. Una nueva forma de hacer política que pasa por
identificar los potenciales votantes y persuadirles con su capacidad de
doblegar al Gobierno, aprovechando que no tienen mayoría. O sea, negociando. Otra
cuestión es si esas bazas negociadoras son las que más le interesan al país en
este momento o existen otras vías alternativas. El mismo camino seguirán los partidos
canarios. Conscientes de su inferioridad numérica, pero de su importancia
cuantitativa, son los más interesados en sacar el presupuesto hacia adelante.
Los guiños no tuvieron desperdicio en 2017 y me temo que tampoco en 2018. Foro
y UPN, sucedáneos del PP, pondrán encima de la mesa guiños testimoniales, sin
más y sin recorrido.
EL PNV es la gran incógnita. He de confesarles que para mí ninguna. En
el peor de los casos retrasaría la aprobación de los Presupuestos a después de
verano. Es el gran ganador de todo este proceso en detrimento de la equidad del
resto, pero tiene la sartén por el mango en el orden político estatuido hasta
el momento. Otra cuestión es cómo lo escenifiquen. Nadie duda de su preparación
y su maestría negociadora. Aún recuerdo este verano cómo Urkullo en Segovia dio
una lección magistral de diplomacia jesuítica, y veo día a día cómo Esteban en
los pasillos asesora a otros nacionalistas en beneficio de los intereses que
representa. Sólo una hecatombe sobrevenida puede llevar al PNV a no buscar una
salida negociada, y en ese caso Rajoy se tendría que pensar muy mucho si
disuelve las cámaras. Lo que haría sin duda alguna si las encuestas le
garantizan junto a su socio prioritario la mayoría absoluta y sitúan a su
partido en cabeza.
El resto de las formaciones han definido ya su posición. El PSOE
votará en contra ya que reducen el gasto social, después de cinco años de
crecimiento ininterrumpido. Los ha calificado de parche, y en realidad es un
conjunto de retales. Y Podemos ha respondido, en su línea, con un exabrupto.
Una vez más el PP no hace un enfoque sistemático ni los encuadra en un plan de
trabajo futuro. Este es el caso de las pensiones. Su subida no da una respuesta
al déficit estructural existente, ni plantea una solución equitativa de futuro
en equilibrio con el desarrollo económico de nuestro país. Es un antojo o un
guiño para salir del paso, pero, sin embargo, siguen sin plantear nada en el
Pacto de Toledo. Lo mismo ocurre con la rebaja fiscal de 2.000 millones de
euros, sólo compensada con la esperanza de que la recaudación de impuestos
crezca asociada al crecimiento un 6 por ciento hasta alcanzar el récord de
recaudación de 210.015 millones de euros, la mayor de la historia. Optimismo al
Gobierno no le falta, pero convicción para afrontar los grandes problemas
estructurales del país, como el desarrollo paulatino de un nuevo modelo de
crecimiento económico, sí. Ellos van al ‘tran-tran’ del día a día y de su
oportunidad política.
Las infraestructuras van a crecer un 16,5 por ciento. Son muchas las
promesas del ministro de Fomento, allí por donde va, incluida Segovia con la
SG-20 y el Teatro Cervantes, pero no tengan dudas de que Cataluña será la gran
beneficiada con el Corredor Mediterráneo y las infraestructuras aeroportuarias
y soterramientos del ferrocarril. En Segovia,me temo que las infraestructuras
del agua tendrán que esperar a mejor ocasión, y el impulso de la solución al
problema de la despoblación y de la generación de tejido industrial, también.
El Presupuesto contiene importantes bazas electorales para el PP, por
si vienen mal dadas. Incrementa en 4.244 millones de euros los recursos que
asigna a las Administraciones Territoriales, y deja todo abierto para desgastar
a sus contrincantes electorales en las autonómicas y locales, y en su caso
pactar. Y especialmente al PSOE. También se reserva la reducción del déficit
público del 3,07 de 2017 hasta el 2,2 por ciento comprometido con Europa para
cumplir los objetivos de estabilidad. Vamos la cuadratura del círculo: se incrementan
los gastos, se incrementan los ingresos, se aumentan las exenciones y
deducciones fiscales y todo lo que pueda ser menester. La llave la tiene
Montoro. Al igual que hizo con el último Presupuesto en el mes de septiembre, o
si es necesario antes, cierra el grifo. Y donde dije “digo, digo Diego” ante la
pasividad de los órganos de control, que no es necesario que les diga a ustedes
quiénes son. Acaso se va acordar alguien de los compromisos presupuestarios a
un año vista. Hay cosas que nunca se deben aprender, pero otras que conviene
corregir, por el bien de todos y sobre todo de los que miran al tendido.