Las crisis son
consustanciales a las personas. Son una manifestación de vida. ¿Quién no ha
tenido una crisis de pareja o con sus amigos, o de empresa? La cuestión no son
sólo sus efectos, sino cómo se resuelven y lo que se puede aprender de ellas,
si se es capaz de reconocer los propios errores. No todo el mundo es capaz de
hacerlo y, lejos de invertir en el futuro, profundizan más en el agujero. En
esta última semana hemos asistido a tres manifestaciones de crisis muy variadas
y sonadas: el cese del entrenador de la Selección española de fútbol, la
dimisión del nonato ministro de Cultura del nuevo Gobierno de España y el
anuncio de entrada en la cárcel del cuñado del Rey. Estos son los temas que han
monopolizado las conversaciones de los españoles en estos días. Poco se ha
hablado del déficit de las pensiones o del anuncio del Banco Central Europeo de
la retirada de la compra de activos y sus consecuencias en el coste de la deuda
pública y privada. Toda crisis conlleva una apreciación subjetiva, y lo que
para unos es importante para otros no. Incluso para los medios de comunicación,
que muy bien distinguen entre lo que vende y no vende.
El Mundial de Fútbol
va a marcar la atención de gran parte de los españoles en los próximos días. El
empate ante Portugal nos ha sabido a poco después del culebrón que se desató
con la destitución del entrador de la Selección, tras su fichaje por el Real
Madrid seis días antes de comenzar el gran evento futbolístico. Algunos
llegamos a pensar en algún momento que España se podía hundir a tenor de las
conversaciones encendidas en bares y tertulias. Por suerte todo indica que el
agua no nos ha llegado al cuello y el fútbol desplegado por la selección en
algún momento, a pesar de nuestro portero fue más que brillante. Auguro un buen
Mundial para España, lo que vendrá a demostrar que los seleccionadores ocupan
un papel secundario en este deporte. Espero que de esta crisis el Real Madrid
saqué conclusiones. Por supuesto que puede fichar a quien quiera, pero ha de
mostrar sensibilidad. Un club de la talla del Madrid no puede jugar con las
emociones de muchos españoles y ganar protagonismo al estilo Ronaldo, a quien
por cierto se le vio cantando el himno de su país con enorme sentimiento. Los
portugueses en el himno nos dieron la primera lección. Ellos lo sentían,
nosotros parecía que estábamos en un trance sin más. Esa sí que es una gran
crisis que nos la debiéramos replantear.
Se ha batido un
récord en crisis de Gobierno. Seis días ha durado su primer ministro de Cultura.
Y como no hay mal que por bien no venga, ha dado la oportunidad a un nuevo
ministro de auténtica talla. Tuve la oportunidad de escucharle a las cuatro
horas de anunciar su nombramiento en un medio de comunicación y he de decirles
que me impresionó favorablemente, algo a lo que presento bastante resistencia,
entre otras cosas porque son muchas las horas que paso escuchando a oradores
superfluos a escasamente un metro de mi escaño. La claridad de ideas y
proyecto, la humildad y la sencillez daban idea de su bagaje. Después he tenido
la oportunidad de profundizar en su trayectoria y compartir opiniones con un
amigo común de ambos. Todo apunta bien y la crisis se ha resuelto
satisfactoriamente. Nadie se acordará del tertuliano y escritor que apareció en
nuestras vidas de hurtadillas, ya que su nombre no se vendió con carácter
previo sino que fue el único que fue anunciado en la rueda del presidente de
presentación del Gobierno. Algo raro que no cuadraba y resultó ser un mal
presagio. Una lección que hay que aprender.
Y una vez más
apareció Urdangarín. He confesarles que cada vez que le veo en televisión
desfilar para recibir las comunicaciones judiciales o en el aeropuerto camino
de Ginebra me da pavor. Su cara de tristeza denota una personalidad débil con
la que quisiera pedir el indulto popular. No estará de más que en alguna de
esos paseíllos tuviese compañía para darle fortaleza. Lo pasará mal en prisión
por muy bien que sea tratado. Algunos han nacido para vivir bien sin más, y el
bienestar hay que ganárselo día a día dignamente, y aun así puede entrar en
crisis. El caso Urdangarín conllevó de una forma indirecta la abdicación del
Rey Juan Carlos, sin embargo ha sido una inversión para la Corona. El Jefe del
Estado español ha puesto en marcha medidas de trasparencia, austeridad y
eficiencia gracias a esta crisis. La Monarquía Parlamentaria navega en el
turbulento mapa político actual con cierta holgura gracias a las conclusiones
de asuntos como éste, de lo contrario podíamos encontrarnos ante una importante
crisis institucional. La abdicación fue un acierto y sus consecuencias también.
A pesar de las
crisis variadas por las que hemos atravesado estos días, la vida continúa. Todo
es relativo y, por mucho que nos impacten determinadas noticias, los españoles seguimos
pensando y sufriendo más por nuestras crisis personales, esas que queremos
resolver pero que no sabemos o no nos atrevemos. El horizonte nunca se debe
perder y el buen hacer tampoco; de lo contrario, las crisis pueden mostrar su
peor cara.
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