domingo, 10 de junio de 2018

Empoderamiento


El movimiento por la igualdad y la equiparación de derechos de la mujer tuvo su momento álgido el pasado día 8 de marzo de 2018. La movilización fue masiva. Miles de mujeres, y también de hombres, salieron a las calles de las ciudades españolas para reivindicar el “empoderamiento” de la condición femenina. La igualdad política y civil, igualdad salarial, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados de la mujer frente al hombre constituían la base de las reivindicaciones de la mujer respecto al hombre. Nadie podía imaginar que cuatro meses más tarde España iba a contar con un Gobierno reformista de progreso formado por 11 mujeres y seis hombres. El mensaje reivindicativo se hizo notar en la calle y el nuevo presidente del Gobierno no podía estar ajeno a él.

Si algo caracteriza a las mujeres que se han integrado en el nuevo Gobierno de España es su capacitación y su reconocimiento social. Conozco personalmente a gran parte de ellas, y con seis he tenido la oportunidad de trabajar en el Parlamento o en otros ámbitos. Nadie les ha regalado nada. Se trata de personas muy trabajadoras que han sido capaces de superar día a día los obstáculos que se les presentan y compatibilizar su vida diaria con su carrera profesional. En una sociedad en la que el hombre ha mantenido siempre la supremacía, ellas han brillado con luz propia. Buena prueba de ello es el Diario de Sesiones o sus trayectorias profesionales.

La mujer está hoy más presente que nunca en la sociedad civil. Sin embargo, hasta el momento, no se corresponde esa presencia de igual forma en la asunción de responsabilidades. A título de ejemplo sirva que a mediados de la década de los 70 en el primer curso de ingeniería la presencia de mujeres era testimonial. En mi curso de 90 alumnos sólo dos eran féminas. Más tarde, al comienzo de la primera década del 2000, el número de alumnas que asistían a mis clases de cuarto curso de ingeniería superaban la mitad. Y, además, he de decirles con enorme satisfacción que gran parte de ellas se encontraban entre las mejores, a la vez que ocupaban los puestos más sobresalientes. Hoy en día en la universidad española la mujer es mayoritaria y sigue sobresaliendo. ¿Por qué no tiene igual representación en la dirección de las empresas, entidades sociales e incluso Administraciones Públicas? Son múltiples las razones, en especial las vinculadas a su rol clásico, pero, en el momento actual, por fuerte influjo cultural que ha marcado la supremacía del hombre en determinadas actividades. La costumbre las ha estereotipado en determinados nichos sociales, cuya inercia es muy difícil de superar en el tiempo. De ahí la importancia de hitos como la composición del nuevo Gobierno de Sánchez o la movilización del 8M. Marcan un antes y un después, que contribuye a derribar barreras.


El empoderamiento de las ministras del Gobierno es real. Ocupan los puestos más relevantes y los ministerios claves. El modelo español se asemeja así al nórdico, en cuanto a la organización administrativa y composición. A todos aquéllos que hayan podido seguir series televisivas como ‘Borgen’ podrán comprobar que aspectos como la ecología, la sostenibilidad energética, la igualdad y la innovación tecnológica ocupan un papel primordial en la agenda política. Los protagonistas de esta acción política son las mujeres. Mucho más, igual que ocurre en los países nórdicos, cuando todo augura que en los próximos años ningún grupo político contará con mayoría para gobernar en solitario, y la negociación y la búsqueda de puntos de encuentro serán absolutamente necesarios para garantizar la gobernanza de nuestro país. En el campo de la negociación sobresale especialmente la mujer, quizás porque esté mejor dotada para tal fin desde el punto de vista antropológico.

El nuevo Gobierno marca, mal que les pese a algunos, un nuevo punto de inflexión en su composición. Nos acostumbraremos a ver cada vez más caras femeninas, y no precisamente por cuotas ni por gestos, sino porque por término medio la mujer aportará –si no lo aporta ya- más valor añadido a la gestión de lo público que el hombre. Su formación y constancia así lo acreditan. El empoderamiento se lo ha ganado por méritos propios, y su capacidad de adaptación también, a pesar de las dificultades añadidas que tienen con respecto al otro género.    



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