El movimiento por
la igualdad y la equiparación de derechos de la mujer tuvo su momento álgido el
pasado día 8 de marzo de 2018. La movilización fue masiva. Miles de mujeres, y
también de hombres, salieron a las calles de las ciudades españolas para
reivindicar el “empoderamiento” de la condición femenina. La igualdad política
y civil, igualdad salarial, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados
de la mujer frente al hombre constituían la base de las reivindicaciones de la
mujer respecto al hombre. Nadie podía imaginar que cuatro meses más tarde
España iba a contar con un Gobierno reformista de progreso formado por 11
mujeres y seis hombres. El mensaje reivindicativo se hizo notar en la calle y
el nuevo presidente del Gobierno no podía estar ajeno a él.
Si algo
caracteriza a las mujeres que se han integrado en el nuevo Gobierno de España
es su capacitación y su reconocimiento social. Conozco personalmente a gran
parte de ellas, y con seis he tenido la oportunidad de trabajar en el
Parlamento o en otros ámbitos. Nadie les ha regalado nada. Se trata de personas
muy trabajadoras que han sido capaces de superar día a día los obstáculos que
se les presentan y compatibilizar su vida diaria con su carrera profesional. En
una sociedad en la que el hombre ha mantenido siempre la supremacía, ellas han
brillado con luz propia. Buena prueba de ello es el Diario de Sesiones o sus
trayectorias profesionales.
La mujer está hoy
más presente que nunca en la sociedad civil. Sin embargo, hasta el momento, no
se corresponde esa presencia de igual forma en la asunción de
responsabilidades. A título de ejemplo sirva que a mediados de la década de los
70 en el primer curso de ingeniería la presencia de mujeres era testimonial. En
mi curso de 90 alumnos sólo dos eran féminas. Más tarde, al comienzo de la
primera década del 2000, el número de alumnas que asistían a mis clases de
cuarto curso de ingeniería superaban la mitad. Y, además, he de decirles con
enorme satisfacción que gran parte de ellas se encontraban entre las mejores, a
la vez que ocupaban los puestos más sobresalientes. Hoy en día en la
universidad española la mujer es mayoritaria y sigue sobresaliendo. ¿Por qué no
tiene igual representación en la dirección de las empresas, entidades sociales
e incluso Administraciones Públicas? Son múltiples las razones, en especial las
vinculadas a su rol clásico, pero, en el momento actual, por fuerte influjo
cultural que ha marcado la supremacía del hombre en determinadas actividades.
La costumbre las ha estereotipado en determinados nichos sociales, cuya inercia
es muy difícil de superar en el tiempo. De ahí la importancia de hitos como la
composición del nuevo Gobierno de Sánchez o la movilización del 8M. Marcan un
antes y un después, que contribuye a derribar barreras.
El empoderamiento
de las ministras del Gobierno es real. Ocupan los puestos más relevantes y los
ministerios claves. El modelo español se asemeja así al nórdico, en cuanto a la
organización administrativa y composición. A todos aquéllos que hayan podido
seguir series televisivas como ‘Borgen’ podrán comprobar que aspectos como la
ecología, la sostenibilidad energética, la igualdad y la innovación tecnológica
ocupan un papel primordial en la agenda política. Los protagonistas de esta
acción política son las mujeres. Mucho más, igual que ocurre en los países
nórdicos, cuando todo augura que en los próximos años ningún grupo político
contará con mayoría para gobernar en solitario, y la negociación y la búsqueda
de puntos de encuentro serán absolutamente necesarios para garantizar la
gobernanza de nuestro país. En el campo de la negociación sobresale
especialmente la mujer, quizás porque esté mejor dotada para tal fin desde el
punto de vista antropológico.
El nuevo Gobierno
marca, mal que les pese a algunos, un nuevo punto de inflexión en su
composición. Nos acostumbraremos a ver cada vez más caras femeninas, y no
precisamente por cuotas ni por gestos, sino porque por término medio la mujer
aportará –si no lo aporta ya- más valor añadido a la gestión de lo público que
el hombre. Su formación y constancia así lo acreditan. El empoderamiento se lo
ha ganado por méritos propios, y su capacidad de adaptación también, a pesar de
las dificultades añadidas que tienen con respecto al otro género.
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