Terminaba mi
artículo de la semana pasada haciendo referencia a que el gran riesgo para la
política española era su “italianización”, lo que nos pudiera llevar una
situación de inestabilidad social y económica. Tras el debate de la moción de
censura que ha permitido otorgar la confianza a Pedro Sánchez como presidente
del Gobierno, el panorama político es mucho más optimista. A pesar de la
complejidad y dificultad de armonizar programas de hasta ocho partidos
políticos diferentes, algunos de ellos muy dispares, el debate de la moción
puso de manifiesto el cambio del registro político que muchos de ellos estaban
manteniendo hasta el momento. Hay voluntad política de cambio y de iniciar una
nueva etapa política que permita crear entre todos un futuro de bienestar para
España y los españoles. El papel primordial lo tiene el presidente Pedro
Sánchez, que deberá administrar el alto capital político con mucha
inteligencia, como tuve la oportunidad de comentar con él minutos antes de ser
investido; pero también el resto de fuerzas políticas que han posibilitado para
que esta investidura cumpla con sus compromisos. Es mucho lo que nos jugamos
los socialistas, pero también ellos, y sobre todo la izquierda de este país.
Pedro Sánchez, en
su primer turno de réplica al líder de Podemos, le recordó unas palabras del
expresidente de Chile, Ricardo Lagos, que había tenido la ocasión de oír cuando
departió con él: “Tenemos que ser recordados por la izquierda que supo y pudo
gobernar este país”, demostrando ser capaces de gobernar sin pecar de ambición.
Para ello le recordó la necesidad de ser humildes y no crear expectativas
difíciles de alcanzar. Iglesias, en la dúplica, dirigiéndose al futuro
presidente del Gobierno, expresó que “no podemos permitirnos que en España
ocurra lo que está sucediendo en Italia”. Y lo remató diciéndole que “tenemos
que ganar juntos las próximas elecciones”. Lo que hay que entender como un
advenimiento a la socialdemocracia. Y bienvenido sea, si esto sirve para crear
riqueza y repartirla; para avanzar en la justicia social y las libertades, y
para hacer del Estado español esa patria grande en la cual podamos convivir
todos los españoles en condiciones de igualdad, ganando estabilidad y huyendo
del modelo italiano. Ahora el líder de Podemos tiene que cumplir su palabra y
compromisos para hacer de la izquierda un baluarte de respuesta a los retos de
las personas más desfavorecidas, y poder consolidar una opción alternativa de
la socialdemocracia moderna. De lo contrario, el triunfo táctico puede ser un
gran fracaso estratégico.
El PNV no ha
desaprovechado su capacidad de influencia. La intervención de su portavoz en el pleno de la moción es de las que no
te dejan indiferente. Necesitaban estirar la legislatura para que maduren las
inversiones conseguidas en los presupuestos, cortar el paso de Cs ante la
amenaza que supone para su ideario político y quitarse del medio a Rajoy, en
solidaridad con los nacionalistas catalanes para buscar el diálogo. A ello se
une la necesidad de dignificar la vida pública ante los continuos casos de
corrupción del PP y su futura manifestación teniendo en cuenta la agenda
judicial, lo que haría inviable su continuidad. Son ellos los que determinan la
mayoría. De entrada, mantienen
los presupuestos. Hay que reconocer su
profesionalidad. El Euzkadi Buro Batzar (Comisión Ejecutiva del PNV) funciona
como un auténtico consejo de administración. Evalúan riesgos, analizan
alternativas y toman decisiones. No son muchos, ni les hace falta. Saben que
para tomar grandes decisiones colegiadas más de diez personas puede ser un
problema. Los órganos de decisión no son órganos deliberativos, son ejecutivos.
Sánchez prometió
diálogo a los nacionalistas catalanes, pero se mantuvo firme en su compromiso
constitucional. ERC y el PdeCAT se sienten perseguidos por el PP. Rajoy y Sánchez han defendido la Ley, su respeto, por eso han
respaldado el 155. El resto lo ha hecho el Estado de Derecho con los jueces
aplicando justicia. Sin embargo, han entrado en un enconamiento exacerbado con
Rajoy. Le querían ver fuera de La Moncloa. Le veían como un obstáculo. Incluso,
en algún momento, han llegado a insinuar que estaban dispuestos a ceder de sus
posiciones con otro interlocutor. Tienen esperanza de diálogo, y lo habrá
porque el PSOE siempre ha sido dialogante; pero que no se equivoquen, las líneas
que marca la Constitución no se van a trasvasar. Pedro Sánchez se tendrá que
sentar con el presidente de la Generalitat, pero no se va a excluir a nadie del
diálogo. Ni a Cs ni al PP, ni a ningún otro grupo representativo catalán que
quiera contribuir a buscar una solución para recuperar la convivencia en el
marco constitucional.
Crear futuro no
sólo requiere que el Gobierno acierte en su línea estratégica y gobierne en
equilibrio y para todos, sino que sus apoyos parlamentarios sean leales y
responsables con las bases que han hecho posible el cambio de Gobierno; pero
también que la oposición esté a la altura. Tanto Cs como PP deben replantear su
oposición. La línea que siguió el portavoz del PP en el debate de la moción es
un camino que no contribuye a crear futuro y sí a fomentar el radicalismo. El
nuevo líder que ha de surgir esperemos que lo oriente con una visión de interés
ciudadano y no de partido. Cs debe salir del tacticismo en el que se ha metido.
Lleva tiempo y, a pesar de contar con un alto respaldo ciudadano, según indican
las encuestas, su posición se puede evaporar. De hecho, esta situación le
releva a un papel secundario en la oposición, lo que sin duda beneficiará al
PP. Rivera tiene que demostrar su talla política. No se puede querer gobernar
con prisas. Hay que otear el horizonte,
y todo indica que vamos a un futuro en
el que nadie tendrá mayorías y aquéllos que sepan adaptarse y negociar podrán
llevar las riendas de este país. De momento, el PSOE ha demostrado contar con
un gran olfato táctico.
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