En estos tiempos
la política se ha convertido en una mera pelea emocional. También antes, pero
con menos descaro y algo más de mesura. A algunos, entre los que me encuentro,
nos resulta difícil admitir que la acción política consiste en ver cómo le
rompes el brazo al contrario para hacerte con el poder. Por esa razón nunca
entendí el “aquí vale todo”, que en su momento espetó quien después sería
futuro presidente del Gobierno en la década de los 90; o el “no es no”, más
reciente. La política es ante todo la búsqueda de soluciones a los problemas de
los ciudadanos mediante la convergencia en acuerdos cuando se carece de mayoría,
pero también el respeto hacia ellos.
El panorama
político actual se caracteriza por la confrontación irresponsable. Se busca la
pelea y se desprecia al contrario. Lo estamos viendo estos días con la posición
de la nueva dirección del PP. Ellos, que apenas hace dos meses abogaban por el
entendimiento y la búsqueda de puntos de encuentro, ahora sin ningún escrúpulo
van a la ruptura. Hay que entender que su herida sigue sangrando fuertemente,
pero fueron ellos quienes la provocaron con sus prácticas corruptas. Aun así,
me temo que el problema es otro. Se trata de un enfoque de cultura política que
sin temor a equivocarse es posible que se extienda a todos los grupos políticos
cuando se encuentran en la oposición, y que cuenta con el apoyo de los medios
de comunicación por la rentabilidad que tiene la explotación del mensaje
emocional, y posiblemente el rechazo de una gran mayoría silente de la
población. El ciudadano para el PP ha pasado a ser una cuestión secundaria. Da
lo mismo que los recursos para la sanidad, la educación o pensiones disminuyan,
como hemos podido comprobar en su rechazo a las facilidades que nos ha dado
Europa estos días con la flexibilidad de los objetivos de estabilidad
presupuestaria, lo importante para ellos es recuperar el poder. El ‘no es no’
es su premisa de acción, lo que no les impedirá bombardearnos día a día con su
mensaje de responsabilidad y de centralidad política. Todo ello orientado a
ganar votos.
Otras formaciones
políticas no están muy lejos. No deja de ser paradójica la agresividad que
destila el que mayoritariamente hace de portavoz de Cs en el Congreso. La
ruptura de sus expectativas electorales les ha trastocado. Han radicalizado su
mensaje y hoy para un espectador externo ya no sólo no compiten por lo que los
denominaban la moderación y el centro político, sino que por la forma
especialmente, pero a veces también por el contenido en temas de patriotismo, se
sitúan al mismo nivel que VOX. Han
abandonado la moderación y antes o después los españoles percibirán que también
el centro-derecha, lo que sin duda deja un hueco muy grande al PP. Se han
quedado sin rumbo y, de seguir así las cosas, tiene pinta de que
progresivamente irán retrocediendo.
Podemos se
encuentra a la expectativa. La maternidad/paternidad de sus líderes les está
permitiendo ganar tiempo para ver cómo respira el Gobierno y plantear su futuro
posicionamiento mediático. Su abstención en senda del déficit y su posicionamiento ante el proyecto de presupuesto para
2019, que parece ser que va a presentar el Gobierno, va a determinar su posición futura. Su argumentación en el último pleno sobre los objetivos de estabilidad presupuestaria ha sido pobre y contradictorio con lo que han venido defendiendo. El
crecimiento del límite de gasto público por encima del crecimiento del PIB
nominal, como ellos pedían, les pone las cosas muy difíciles para articular un
discurso consistente. No obstante, tienen recursos suficientes para presentarse
como la auténtica izquierda, y además ortodoxa. El debate monarquía/república,
con la que está cayendo, o la reivindicación permanente del crecimiento del
gasto y de una sociedad más subsidiada e intervenida les deja mucho margen para
demonizar al PSOE y al Gobierno.
De los otros
grupos, lo esperado. EL PNV, dada la consistencia de sus estructuras y cuadros,
seguirá explotando la política española optimizando sus resultados y gestionado
los hilos de los partidos nacionalistas y minoritarios, sin que se note, pero
sin romper el equilibrio. Son dignos de estudio y análisis. Mientras que otros
irán como pájaros sin cabeza. El PDeCAT ha dilapidado a los pocos activos
parlamentarios que tenía. No se puede esperar mucho de la obsesión berlinesa y
de quien está ahora al frente del su grupo parlamentario, más preocupado por
dejarse ver por el hemiciclo en momentos de máxima atención que por hacer
propuestas de interés. Este es el problema de la burguesía catalana
conservadora sobrevenida a la acción revolucionaria independentista, y con el pecado original de verse superiores a
los demás.
El PSOE estará
subordinado a la acción del Gobierno, como todo partido que ha gobernado. De
seguir las cosas como están y ante la huida mayoritaria de los otros grupos
políticos de la articulación de políticas orientadas al ciudadano, lo puede
tener relativamente fácil. Es cuestión de actuar con sensatez y realismo. Se ha
de buscar la centralidad política y el acuerdo con las otras fuerzas, y huir del
exotismo. Y si con estas lides no es posible gobernar, disolver las cámaras. El
resto, a lo que aspiran todos, caerá por su propio peso. Será el coste de
oportunidad de una oposición de confrontación e irresponsable con los
españoles.