La selección
española ha pasado por el mundial de fútbol de Rusia “sin pena, ni gloria”. El Mundial
siempre es un espectáculo colectivo en el que gran parte de los españoles, por
una vez en cuatro años, nos identificamos con la identidad nacional, mucho más
si ‘la roja’ va bien y acaba demostrando su superioridad. Así nos ocurrió en el
Mundial de Sudáfrica, cuando quedamos campeones del mundo, y en las dos Eurocopas
que ganamos. En esta ocasión ha sido distinto. No nos ha dado tiempo a sentir
los colores y sí a una decepción creciente partido tras partido. Para muchos de
nosotros el Mundial ya ha concluido, al menos emocionalmente, y tenemos puestas
nuestras esperanzas en Qatar, suponiendo que nos clasifiquemos. España hoy es
menos España que antes de comenzar el campeonato de fútbol, en el que incluso
para muchos éramos favoritos.
La selección
española venía de hacer una fase clasificatoria espectacular. No sólo no había
perdido ni un solo partido, sino que además desarrolló un fútbol muy bueno. El
seleccionador español orientó adecuadamente al equipo y ‘la roja’ gozaba de la
confianza y admiración de los españoles. Era motivo de orgullo y contribuía a
la cohesión social, que tanto nos hace falta. Todo cambió una semana antes de
iniciarse el Mundial. La torpeza del entrenador anunciando su contratación por
el Real Madrid y el impulso del nuevo presidente de la Federación, defendiendo
su estatus y los valores que considera debe presidir esta organización, marcaron
una antes y un después. Un suceso inesperado que hizo presagiar lo peor, como
así ha ocurrido.
Salvando algunos
momentos del partido con Portugal, el resto de los encuentros han sido un “pan
sin sal”. Anodinos, sin entusiasmo e ideas. El último partido contra Rusia
parecía más un partido de balonmano jugado con los pies que un partido de
fútbol. Nada que ver con ese equipo que ganó el Mundial de Sudáfrica. Nos hemos
ido a casa, pero sobre todo hemos de ser conscientes de que se ha de abrir una
nueva etapa. Los Piqué, Ramos, Iniesta, o incluso De Gea ya son pasado. Se ha
de dibujar el futuro con una plantilla renovada que innove la forma de juego e
ilusione. Incluso me atrevo a apostar por un nuevo entrenador que anteponga los
intereses de la selección a todo y a todos.
La decisión del
nuevo presidente de la selección española fue arriesgada. El equipo estaba
perfectamente identificado y cohesionado con su entrenador. Perfectamente podía
haber mirado para otro sitio, si bien es cierto que es inadmisible que en un
momento como ese el seleccionador nacional cierre un acuerdo con un club
distrayendo la atención e introduzca un factor de riesgo, como después se ha
demostrado que fue. Pero también es inconcebible que un club como el Real
Madrid contribuya a desestabilizar la selección española, sólo ante el riesgo
de una posible devaluación de un activo, como es el seleccionador contratado,
por si las cosas van mal. Esperemos que la firmeza del presidente de la
Federación constituya una inversión de futuro en la coherencia y disciplina del
equipo, capaz de llevarnos a conquistar triunfos y proporcionar esperanza a los
españoles. La apuesta por los valores
nos puede llevar al éxito. Ocurre en la vida, y en el fútbol también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario