martes, 3 de julio de 2018

Sin pena, ni gloria



La selección española ha pasado por el mundial de fútbol de Rusia “sin pena, ni gloria”. El Mundial siempre es un espectáculo colectivo en el que gran parte de los españoles, por una vez en cuatro años, nos identificamos con la identidad nacional, mucho más si ‘la roja’ va bien y acaba demostrando su superioridad. Así nos ocurrió en el Mundial de Sudáfrica, cuando quedamos campeones del mundo, y en las dos Eurocopas que ganamos. En esta ocasión ha sido distinto. No nos ha dado tiempo a sentir los colores y sí a una decepción creciente partido tras partido. Para muchos de nosotros el Mundial ya ha concluido, al menos emocionalmente, y tenemos puestas nuestras esperanzas en Qatar, suponiendo que nos clasifiquemos. España hoy es menos España que antes de comenzar el campeonato de fútbol, en el que incluso para muchos éramos favoritos. 

La selección española venía de hacer una fase clasificatoria espectacular. No sólo no había perdido ni un solo partido, sino que además desarrolló un fútbol muy bueno. El seleccionador español orientó adecuadamente al equipo y ‘la roja’ gozaba de la confianza y admiración de los españoles. Era motivo de orgullo y contribuía a la cohesión social, que tanto nos hace falta. Todo cambió una semana antes de iniciarse el Mundial. La torpeza del entrenador anunciando su contratación por el Real Madrid y el impulso del nuevo presidente de la Federación, defendiendo su estatus y los valores que considera debe presidir esta organización, marcaron una antes y un después. Un suceso inesperado que hizo presagiar lo peor, como así ha ocurrido.

Salvando algunos momentos del partido con Portugal, el resto de los encuentros han sido un “pan sin sal”. Anodinos, sin entusiasmo e ideas. El último partido contra Rusia parecía más un partido de balonmano jugado con los pies que un partido de fútbol. Nada que ver con ese equipo que ganó el Mundial de Sudáfrica. Nos hemos ido a casa, pero sobre todo hemos de ser conscientes de que se ha de abrir una nueva etapa. Los Piqué, Ramos, Iniesta, o incluso De Gea ya son pasado. Se ha de dibujar el futuro con una plantilla renovada que innove la forma de juego e ilusione. Incluso me atrevo a apostar por un nuevo entrenador que anteponga los intereses de la selección a todo y a todos.

La decisión del nuevo presidente de la selección española fue arriesgada. El equipo estaba perfectamente identificado y cohesionado con su entrenador. Perfectamente podía haber mirado para otro sitio, si bien es cierto que es inadmisible que en un momento como ese el seleccionador nacional cierre un acuerdo con un club distrayendo la atención e introduzca un factor de riesgo, como después se ha demostrado que fue. Pero también es inconcebible que un club como el Real Madrid contribuya a desestabilizar la selección española, sólo ante el riesgo de una posible devaluación de un activo, como es el seleccionador contratado, por si las cosas van mal. Esperemos que la firmeza del presidente de la Federación constituya una inversión de futuro en la coherencia y disciplina del equipo, capaz de llevarnos a conquistar triunfos y proporcionar esperanza a los españoles. La apuesta por los  valores nos puede llevar al éxito. Ocurre en la vida, y en el fútbol también.      



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