Una de las frases
más reiteradas en la tribuna del Congreso de los Diputados por parte de los
oradores es, “no se hagan ustedes trampas al solitario”. Se utiliza
indistintamente por parlamentarios de los diferentes grupos políticos, bien
sean éstos de apoyo al Gobierno o de oposición. La cita establece una analogía
entre el juego de cartas al solitario y la acción política. Cualquiera que lo
haya practicado sabe que, superado un número de envites suficiente sin que la
suerte fortuna nos haya sonreído, el jugador tiene tendencia a modificar las
reglas del juego para al menos poder ganar. Uno sabe que se auto-engaña para
poder ganar, pero con esto libera tensión, tranquiliza su ego e incluso hasta
se lo puede hacer creer. Lo mismo ocurre en muchas ocasiones en política, tanto
en el Congreso, como en el Gobierno como en las administraciones locales, o en
los partidos políticos. La autocomplacencia se convierte así en una máscara
para ocultar el propio fracaso, de difícil comprensión, cómo es lógico, por una
gran parte del electorado, que lejos de aportar activos resta credibilidad a
quien lo practica.
Recientemente
hemos podido comprobar como el PP esgrimía cómo una de sus fortalezas un
desmesurado número de militantes. Decía tener 865.000 militantes, habiendo
crecido en los últimos tres años en 165.000. Ahora resulta que a raíz de sus
“primarias” hemos descubierto que no llegan al 7,6 por ciento de lo que decían.
En Segovia ocurría lo mismo. Presumían de tener una fortaleza tremenda con más
de 2.000 afiliados y un presupuesto anual de 75.000 euros. Sin embargo, hemos
podido comprobar que han votado poco más de 200 personas, que deben ser los
militantes reales -muy lejos de los 600 militantes de pago del PSOE-, y ya
comprobaremos si en futuras campañas si continúan con la fortaleza del
presupuesto que wikileaks asignaba a los populares en Segovia, muy lejos de los
21.000 € del PSOE. Lo veremos, pero durante años han creado ante la opinión
pública una imagen de supremacía política. Y son muchos los ciudadanos que
siempre prefieren los poderosos a los aparentemente más débiles, aunque ello
suponga engaño y desprecio. Las trampas antes o después acaban pasando factura.
Los hechos así lo demuestran.
El autoengaño
también se manifiesta con intensidad en la Administración Local. Lo hace de
muchas formas. Hay quien prefiere mirarse día a día en el espejo y hacerse
trampas al solitario en la gestión diaria. La falta de autocrítica y
autocomplacencia les lleva a denostar a todos aquellos que les plantean dudas
sobre su gestión, aunque sea en privado, y a despreciar cualquier acción
alternativa que no venga de ellos o del grupito de confianza. Para ello no hay
mejor medicina que rodearse de palmeros y vivir una realidad ajena a la que
percibe una parte de la ciudadanía. El realismo en gestión es la mejor
inversión en futuro, no sólo para los ciudadanos sino también para los
políticos. El engaño siempre es un mal compañero de viaje. Como dice un lema
inglés, ‘comforting lies front unpleasant truths’, al menos para quien lo
practica.
Las trampas al
solitario también se manifiestan a la hora de abordar la respuesta a los
problemas. Aquí, en muchos casos, convergen ciudadanos y políticos. Las
decisiones complejas y que requieren un determinado sacrificio son siempre más
difíciles de aceptar que aquellas que se presentan como simples, pero son
equivocadas de raíz. Esta posición entronca con el populismo emergente en lo
que se ha denominado la ‘nueva política’. Propuestas, que a todas luces son
inverosímiles por su alto gasto o por que conllevan decisiones que han sido
imposibles durante muchísimo tiempo, pueden llegar a generar tal entusiasmo y
aceptación que su propuesta puede llegar a distorsionar la realidad y generar
falsas expectativas. La frustración acabará pasando factura antes o después. A
veces la línea recta no es el camino más corto, sobre todo cuando se trata de
resolver problemas sociales. Hacer frente a los problemas con realismo y
relatar las cosas tal y como son es una forma de evitar hacerse trampas al
solitario. Un camino nada desdeñable.
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