viernes, 13 de julio de 2018

Haciéndose trampas al solitario


Una de las frases más reiteradas en la tribuna del Congreso de los Diputados por parte de los oradores es, “no se hagan ustedes trampas al solitario”. Se utiliza indistintamente por parlamentarios de los diferentes grupos políticos, bien sean éstos de apoyo al Gobierno o de oposición. La cita establece una analogía entre el juego de cartas al solitario y la acción política. Cualquiera que lo haya practicado sabe que, superado un número de envites suficiente sin que la suerte fortuna nos haya sonreído, el jugador tiene tendencia a modificar las reglas del juego para al menos poder ganar. Uno sabe que se auto-engaña para poder ganar, pero con esto libera tensión, tranquiliza su ego e incluso hasta se lo puede hacer creer. Lo mismo ocurre en muchas ocasiones en política, tanto en el Congreso, como en el Gobierno como en las administraciones locales, o en los partidos políticos. La autocomplacencia se convierte así en una máscara para ocultar el propio fracaso, de difícil comprensión, cómo es lógico, por una gran parte del electorado, que lejos de aportar activos resta credibilidad a quien lo practica.

Recientemente hemos podido comprobar como el PP esgrimía cómo una de sus fortalezas un desmesurado número de militantes. Decía tener 865.000 militantes, habiendo crecido en los últimos tres años en 165.000. Ahora resulta que a raíz de sus “primarias” hemos descubierto que no llegan al 7,6 por ciento de lo que decían. En Segovia ocurría lo mismo. Presumían de tener una fortaleza tremenda con más de 2.000 afiliados y un presupuesto anual de 75.000 euros. Sin embargo, hemos podido comprobar que han votado poco más de 200 personas, que deben ser los militantes reales -muy lejos de los 600 militantes de pago del PSOE-, y ya comprobaremos si en futuras campañas si continúan con la fortaleza del presupuesto que wikileaks asignaba a los populares en Segovia, muy lejos de los 21.000 € del PSOE. Lo veremos, pero durante años han creado ante la opinión pública una imagen de supremacía política. Y son muchos los ciudadanos que siempre prefieren los poderosos a los aparentemente más débiles, aunque ello suponga engaño y desprecio. Las trampas antes o después acaban pasando factura. Los hechos así lo demuestran.

El autoengaño también se manifiesta con intensidad en la Administración Local. Lo hace de muchas formas. Hay quien prefiere mirarse día a día en el espejo y hacerse trampas al solitario en la gestión diaria. La falta de autocrítica y autocomplacencia les lleva a denostar a todos aquellos que les plantean dudas sobre su gestión, aunque sea en privado, y a despreciar cualquier acción alternativa que no venga de ellos o del grupito de confianza. Para ello no hay mejor medicina que rodearse de palmeros y vivir una realidad ajena a la que percibe una parte de la ciudadanía. El realismo en gestión es la mejor inversión en futuro, no sólo para los ciudadanos sino también para los políticos. El engaño siempre es un mal compañero de viaje. Como dice un lema inglés, ‘comforting lies front unpleasant truths’, al menos para quien lo practica.

Las trampas al solitario también se manifiestan a la hora de abordar la respuesta a los problemas. Aquí, en muchos casos, convergen ciudadanos y políticos. Las decisiones complejas y que requieren un determinado sacrificio son siempre más difíciles de aceptar que aquellas que se presentan como simples, pero son equivocadas de raíz. Esta posición entronca con el populismo emergente en lo que se ha denominado la ‘nueva política’. Propuestas, que a todas luces son inverosímiles por su alto gasto o por que conllevan decisiones que han sido imposibles durante muchísimo tiempo, pueden llegar a generar tal entusiasmo y aceptación que su propuesta puede llegar a distorsionar la realidad y generar falsas expectativas. La frustración acabará pasando factura antes o después. A veces la línea recta no es el camino más corto, sobre todo cuando se trata de resolver problemas sociales. Hacer frente a los problemas con realismo y relatar las cosas tal y como son es una forma de evitar hacerse trampas al solitario. Un camino nada desdeñable.



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