No hay nada más
tierno que ver jugar en una pequeña playa, a la caída de la tarde, a dos
pequeños niños a “los mundiales”, en los que uno de ellos va radiando la jugada
en voz alta. El jugador-narrador tan pronto se pide ser del equipo de Bélgica
como convertirse en Modric, en este caso de Croacia, y pasar de un empate a uno
en su imaginación, a un dos a uno, tras una gran patada al balón que el concibe
como un golazo, a la vez que lo celebra efusivamente ante la mirada atónita
del otro niño. ¡Qué recuerdos! Todos de niños hemos soñado de una manera u otra
y hemos cultivado nuestro espíritu romántico. La realidad nos demuestra que los
sueños marcan un referente que no siempre es posible alcanzar, salvo para
algunos. Nuestro pequeño jugador no tiene ningún problema para remontar el
resultado de su partido o verse reconvertido en el mejor jugador del mundial en
un periquete. Tampoco parecen tener problemas para “transformar el mundo y
cambiar la vida” los 200 alumnos participantes en la Universidad de Verano
Anticapitalista de La Granja.
No hay nada que
se les resista. Tras la caída de Rajoy consideran que ha llegado el momento de
poner en marcha políticas de regeneración y cambio reales. Para ello abogan por
una política que aflore recursos para políticas sociales y buscar las
contradicciones del nuevo Gobierno en las que ellos consideran sus líneas
rojas: la derogación de la monarquía, el referéndum para Cataluña y la
insumisión a las reglas de estabilidad presupuestaria impuestas por Europa. Así
lo han puesto de manifiesto diferentes representantes de Unidos Podemos de esta
corriente, alguno de ellos diputados, o militantes de IU o afines. Para ellos
los recursos son ilimitados y las reglas del mercado no existen, a pesar del
fracaso y miseria contrastada generada en la última centuria por los regímenes
totalitarios de corte comunista con economía central planificada. Viven también
al margen del principio de solidaridad en el reparto de los recursos, que
manifiesta su mayor eficacia a medida que el denominador de población es mayor
y los sistemas de reparo más equitativos. La globalización no deja de ser una
anécdota que no altera sus planes revolucionarios. Representan el nuevo
romanticismo del siglo XXI, si bien a pesar de su sólida formación
universitaria aún no han encontrado la senda para la transformación de la vida
y el mundo.
No es fácil pasar
de las musas al teatro, al menos en la acción política. El encuentro de La
Granja admite todo, incluso las “trampas al solitario”, pero la votación en el
Parlamento no. En el plazo de un mes se habrá de votar de nuevo. Para ello
estos días los neófitos políticos de Podemos están teniendo encuentros con el
Gobierno para negociar en una segunda vuelta “la senda de déficit”. Piden
imposibles: romper con Bruselas, no respetando los compromisos de déficit, lo que conllevaría
actuar financieramente al margen de la UE y con ello perder nuestra capacidad
de financiación, lo que se traducirán en una falta de liquidez que tendrán
efectos inmediatos en pensionistas y funcionarios y en la pérdida de
competitividad y empleo de las empresas españolas; y de otra, la subida del
techo de gasto por encima de lo pactado con Europa. Su negativa supondría en el
mejor de los casos cinco mil millones menos para gasto social en las
Administraciones. Su miedo a ser arrinconados mediáticamente, como reconocía
una diputada de Podemos en la escuela de verano, y con ello ver reducido su
número de diputados a la mitad en unas futuras elecciones generales, les hará
cambiar de opinión y perder la pureza revolucionaria. Aun así, el PDCat tiene
la última palabra. Estos van a por el Estado. Y en este caso, salvo milagro,
sólo quedará como solución disolver y entrar el abismo sideral de un nuevo
tiempo que no me atrevo a predecir. En todo caso la inestabilidad estará garantizada, con lo que ello conlleva.
Nada tiene que
ver el joven romanticismo que permite soñar a un niño con lo que él considera
más sublime para proyectarse en el futuro, como pueda ser un mundial de fútbol
y sus ídolos, y el nuevo romanticismo del siglo XXI que encarnan los nuevos
políticos. El niño sueña y proyecta sus ilusiones a la vez que ejercita un
juego absolutamente necesario para crecer y construir el futuro. Sólo triunfa
quien sueña, pero no podemos confundir el sueño con el delirio. El nuevo
romanticismo, al igual que el movimiento que se desarrolló entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, busca la ruptura con lo inercial, pero el problema es
que no aporta propuesta ni solución alternativa real a lo existente, y sus
sueños devienen en ocurrencias inconsistentes.