sábado, 25 de agosto de 2018

Nuevo y joven romanticismo


No hay nada más tierno que ver jugar en una pequeña playa, a la caída de la tarde, a dos pequeños niños a “los mundiales”, en los que uno de ellos va radiando la jugada en voz alta. El jugador-narrador tan pronto se pide ser del equipo de Bélgica como convertirse en Modric, en este caso de Croacia, y pasar de un empate a uno en su imaginación, a un dos a uno, tras una gran patada al balón que el concibe como un golazo, a la vez que lo celebra efusivamente ante la mirada atónita del otro niño. ¡Qué recuerdos! Todos de niños hemos soñado de una manera u otra y hemos cultivado nuestro espíritu romántico. La realidad nos demuestra que los sueños marcan un referente que no siempre es posible alcanzar, salvo para algunos. Nuestro pequeño jugador no tiene ningún problema para remontar el resultado de su partido o verse reconvertido en el mejor jugador del mundial en un periquete. Tampoco parecen tener problemas para “transformar el mundo y cambiar la vida” los 200 alumnos participantes en la Universidad de Verano Anticapitalista de La Granja.

No hay nada que se les resista. Tras la caída de Rajoy consideran que ha llegado el momento de poner en marcha políticas de regeneración y cambio reales. Para ello abogan por una política que aflore recursos para políticas sociales y buscar las contradicciones del nuevo Gobierno en las que ellos consideran sus líneas rojas: la derogación de la monarquía, el referéndum para Cataluña y la insumisión a las reglas de estabilidad presupuestaria impuestas por Europa. Así lo han puesto de manifiesto diferentes representantes de Unidos Podemos de esta corriente, alguno de ellos diputados, o militantes de IU o afines. Para ellos los recursos son ilimitados y las reglas del mercado no existen, a pesar del fracaso y miseria contrastada generada en la última centuria por los regímenes totalitarios de corte comunista con economía central planificada. Viven también al margen del principio de solidaridad en el reparto de los recursos, que manifiesta su mayor eficacia a medida que el denominador de población es mayor y los sistemas de reparo más equitativos. La globalización no deja de ser una anécdota que no altera sus planes revolucionarios. Representan el nuevo romanticismo del siglo XXI, si bien a pesar de su sólida formación universitaria aún no han encontrado la senda para la transformación de la vida y el mundo.

No es fácil pasar de las musas al teatro, al menos en la acción política. El encuentro de La Granja admite todo, incluso las “trampas al solitario”, pero la votación en el Parlamento no. En el plazo de un mes se habrá de votar de nuevo. Para ello estos días los neófitos políticos de Podemos están teniendo encuentros con el Gobierno para negociar en una segunda vuelta “la senda de déficit”. Piden imposibles: romper con Bruselas,  no respetando los compromisos de déficit, lo que conllevaría actuar financieramente al margen de la UE y con ello perder nuestra capacidad de financiación, lo que se traducirán en una falta de liquidez que tendrán efectos inmediatos en pensionistas y funcionarios y en la pérdida de competitividad y empleo de las empresas españolas; y de otra, la subida del techo de gasto por encima de lo pactado con Europa. Su negativa supondría en el mejor de los casos cinco mil millones menos para gasto social en las Administraciones. Su miedo a ser arrinconados mediáticamente, como reconocía una diputada de Podemos en la escuela de verano, y con ello ver reducido su número de diputados a la mitad en unas futuras elecciones generales, les hará cambiar de opinión y perder la pureza revolucionaria. Aun así, el PDCat tiene la última palabra. Estos van a por el Estado. Y en este caso, salvo milagro, sólo quedará como solución disolver y entrar el abismo sideral de un nuevo tiempo que no me atrevo a predecir. En todo caso la  inestabilidad estará garantizada,  con lo que ello conlleva.

Nada tiene que ver el joven romanticismo que permite soñar a un niño con lo que él considera más sublime para proyectarse en el futuro, como pueda ser un mundial de fútbol y sus ídolos, y el nuevo romanticismo del siglo XXI que encarnan los nuevos políticos. El niño sueña y proyecta sus ilusiones a la vez que ejercita un juego absolutamente necesario para crecer y construir el futuro. Sólo triunfa quien sueña, pero no podemos confundir el sueño con el delirio. El nuevo romanticismo, al igual que el movimiento que se desarrolló entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, busca la ruptura con lo inercial, pero el problema es que no aporta propuesta ni solución alternativa real a lo existente, y sus sueños devienen en ocurrencias inconsistentes.



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