¡Qué
envidia de país! ¡Qué envidia de presidente! No soy el único que pienso esto.
Hoy también tuve la oportunidad de escucharlo en un magacín de la Cadena Ser.
Lo digo porque seguí la toma de posesión del presidente Obama a través del Canal
24 horas, pero también a través de la CNN, y comprobé cómo el pueblo americano
adora sus instituciones; y vive y participa con orgullo, sin ningún tipo de
complejos, en este tipo de actos
representativos que representa la esencia de un pueblo que ha aunado
costumbres, grandes áreas territoriales muy diferentes y que ha superado los
odios de diferentes frentes bélicos; y, además, ha erradicado el racismo en su
cultura primigenia. Hoy el pueblo americano es un gran pueblo. Con sentido de
unión, pero también de Estado.
El
presidente Obama hizo un discurso magistral. Hizo un discurso de quien tiene la
experiencia de cuatro años de presidente bajo unas condiciones muy difíciles.
Porque el presidente Obama ha vuelto a repetir como presidente de los Estados
Unidos de América porque se lo ha ganado día a día, a pesar del Tea Party y de
los republicanos más moderados. Lo ha peleado en la calle, en el Senado, en la
Cámara de Representantes. A Obama nadie le ha regalado nada. Su condición de
“hombre no blanco” le ha puesto aún las cosas más difíciles. Por eso tiene
mucho más valor su discurso de toma de posesión.
Obama
situó la libertad y la igualdad de oportunidades en el centro de su discurso
político. Desplegó su programa de máximos, sin olvidar el trance que suponen
las reglas de la economía del mercado y lo que supone la lucha contra el
déficit publico. Pero, a la vez que se acordó de los más necesitados, con
especial referencia a los hispanos, y recordó el importante papel de la
inmigración, también tuvo palabras de reconocimiento en la igualdad de derechos
para colectivos como el de homosexuales. Un Obama que parecía el espejo del
presidente Zapatero –salvando las distancias y el entorno- en su primera
legislatura, cuando no estaba ahogado por la crisis. Un presidente de los EEUU
social, muy social. A años luz de antecesores republicanos como los Bush,
Reagan o Nixon; y superando por la izquierda a los demócratas Kennedy, Carter o
Clinton. Un presidente que pasará a la historia por méritos propios, a parte de
emblemático.
El
acto de toma de posesión fue todo un ejemplo de dinamismo. La puesta en escena,
magnífica. El pueblo americano volcado y el canto del himno por la cantante
americana Benyocé impresionante. Pero también destaca la inhibición y desenfado
del presidente en sus relaciones familiares. Los besos a su mujer posando para
la foto de su hija menor con el teléfono. O la cursilada del baile. Algo muy
americano, pero de frescura. Lo dicho. ¡Qué envidia! Igualito, igualito que la
puesta en escena de la Casa Real; o el pragmatismo ante grandes problemas, como
es el caso catalán en estos momentos.
1 comentario:
Una clara imagen de liderazgo. Algo que deberia aprender nuestro Presidente y que me gustaria destacar del mensaje. Ha sido un mensaje, claro, limpio, creible, destacando a todos los ambitos sociales y SIN LEER. En esos momentos, he sentido envidia del pueblo americano, porque como español ahora siento verguenza de mis representantes politicos.
Un saludo
Maria
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