La elección del papa Bergoglia ha abierto la puerta a las
especulaciones sobre su papel al frente de la Iglesia católica. Una Iglesia
cada vez más potente en Sudamérica, Asia, África y Norteamérica, pero que
languidece en Europa, su feudo tradicional. Una Iglesia que ha pervivido desde
su nacimiento con mínimos cambios. Una Iglesia ortodoxa y conservadora que
quiebra el principio de igualdad y se mueve al margen del cambio de costumbres
y tradiciones en el mundo occidental. En definitiva, una Iglesia muy
conservadora y endogámica muy alejada de la realidad social.
El cónclave eligió el pasado 13 de marzo un cardenal como Papa, entre
sus 115 cardenales, que ya quedó en el cónclave que eligió a Raztinger en
segundo lugar en votos. Lo que pone de manifiesto la continuidad y endogamia de
la clase dirigente de la Iglesia católica. La mayor parte de los cardenales han
sido designados durante el mandato del papa polaco. Juan Pablo II siguió la
misma línea conservadora en la renovación de cardenales. El Papa Francisco es
pues un hijo de ellos. Y, en principio, continuador de su ortodoxia doctrinal y
su forma de ver y orientar la futura Iglesia.
Sin embargo, hay algunos rasgos que apuntan muy bien en el nuevo Papa
argentino y nos hacen concebir esperanza. Entre otros, su humildad y sencillez.
Su pose es buena; y, si se examina su trayectoria social, más. Es un hombre
cercano. Ha trabajado directamente con y por la gente necesitada. Su voz es
absolutamente necesaria para seguir profundizando en la “justicia social”. Su
papel puede ser útil para reclamar la atención de los países y mandatarios más
poderosos para que se reparta la riqueza del mundo y se fomente la solidaridad
entre los seres humanos. Hoy, los europeos, inmersos en una profunda crisis,
somos más conscientes que nunca del valor de la solidaridad y de lo que
significa el sufrimiento de sociedades acomodadas, cuanto más de quienes llegan
a pasar hambre. Y el Papa Bergoglia responde plenamente a ese perfil social que
tanto necesita la Iglesia de las zonas más pobres del planeta, pero también las
zonas más ricas.
Otro cantar es la impronta que puede dar a su actual modelo
organizativo y su posición frente al papel de la mujer, el celibato o la
admisión de los matrimonios homosexuales. En estos temas “más de lo mismo”. El
avance creo que será mínimo. No creo que Bergoglia se salga de la línea maestra
marcada en la doctrina conservadora por el Papa emérito. Puede marcar puentes
para los avances sociales y con ellos se generará la necesidad de un futuro más
abierto y flexible para la Iglesia. Pero su mandato será estrictamente conservador,
me temo.
Otra cuestión es su posición frente la dictadura argentina que nos
recuerda mucho a Pío XII frente al nazismo. No es su mejor referencia, si bien
después dio muestras de carácter en su enfrentamiento con los Kirchner, auque
fuese desde una perspectiva conservadora. Lo que no cabe duda es que en su
aparente timidez se esconde una fuerte personalidad que tendremos oportunidad
de comprobar poco a poco con su política de comunicación, un campo que domina.
Ya de entrada, su físico –salvando las curvas-, se tira un aire a Juan XXIII. Y
el paralelismo ya se ha intentado establecer. ¡Ojalá se convierta en el Papa
defensor de los pobres, y lo sea!
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