En los próximos días comienza el curso político 2012-2013. El panorama
no puede ser más negro. La crisis
económica que se inició en 2008 en EEUU derivó de una crisis financiera a una
crisis económica, y manifestó sus efectos con posterioridad en el ámbito
laboral, social y política, por este orden. Todos estos hitos se han ido
reproduciendo de forma secuenciada en nuestro país. El próximo curso político
que se inicia en los próximos días no va a ser ajeno a los efectos de la
crisis.
Como afirmó Alfredo Pérez Rubalcaba en el último Comité Federal del
PSOE, y recordó en la comparecencia de Rajoy en el Congreso sobre el ‘caso
Bárcenas’ el pasado día 3 de agosto, el Gobierno desarrolla su gestión política
bajo la acción de tres volcanes en erupción: el político, el territorial y el
económico-social.
Si algo ha quedado claro de la comparecencia del día 3 de agosto ya
referida es que el presidente del Gobierno mintió en sede parlamentaria. Así ha
quedado acreditado con el conocimiento de las nóminas millonarias pagadas a
Luis Bárcenas por el PP. También hemos conocido, a través de la declaración de
Cospedal en el juzgado, que fueron Mariano Rajoy y Javier Arenas quienes
mantuvieron el estatus de Bárcenas con la confianza de buscar una salida negociada.
El resultado es la pérdida de credibilidad, aún más, de Rajoy y su situación
insostenible. El presidente debe dimitir. La ausencia del ‘impeachment’ en
nuestro ordenamiento jurídico no le exime de su responsabilidad política ante
el pueblo español. Su imagen erosiona a nuestro país y nos resta credibilidad.
En esta situación ningún partido político con vocación de gobierno
puede suscribir acuerdos con el grupo político mayoritario. El PP está solo y
cautivo de sus propias acciones, con Bárcenas a la cabeza. Pero a ello se
unirán las tensiones internas en el partido. Tan pronto como el PP pierda el
liderazgo en las encuestas, que no tardará, el terror y las luchas internas se
desencadenarán con gran virulencia. Un proceso de lisis que alcanzará su punto
álgido en los momentos electorales.
La próxima Diada de Cataluña, el día 11 de septiembre, agravará el
inicio de la crisis del modelo territorial, agravada por la negociación del
modelo de financiación con las CCAA. El PP ha utilizado siempre el centralismo
y la idea de “España grande y libre” como cohesión del pueblo español, y esto ahora
no funciona. El PP necesita un proyecto de modelo territorial capaz de ser
consensuado y negociado con el resto de las fuerzas políticas. Algo impensable
si tenemos en cuenta los sobrepesos de personajes como Aznar o Esperanza
Aguirre. Y su falta de credibilidad ante el pueblo español.
En el plano económico y social la brecha es aún mayor. La crisis hace
estragos. Los pensionistas han perdido mucho poder adquisitivo y las ayudas
sociales cada vez son menores y con menos alcance. El caso más patético son las
prestaciones por desempleo. Por desgracia, la situación económica no mejora más
allá de los periodos estacionales y el FMI ha dejado claro que las expectativas
no solo no son halagüeñas, sino que no creceremos para crear empleo hasta el
2018.
El próximo curso político puede resultar agónico. Las perspectivas no
pueden ser peores. La recuperación económica, como remedio de todos los males
en la que confía Mariano, no llegará. Para recuperar la confianza e impulsar
con intensidad la recuperación económica el primer paso ha de ser la dimisión
del presidente del Gobierno. El segundo, buscar un gran acuerdo parlamentario
sobre los grandes temas que afectan a los españoles. La respuesta la tiene el
PP.
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