Un año más, un grupo de amigos de Sangarcía no faltamos a la cita de verano con la montaña. En esta ocasión Cristina y Javier eligieron la subida al pico del Almanzor en la Sierra de Gredos. Con sus 2.591 metros, es la cumbre más elevada de todo el Sistema Central. A gran parte de los 10 montañeros que acometimos este reto nos sorprendió la dureza del recorrido. Prueba de ello es que tres de nosotros no llegaron a la cumbre al resentirse de problemas físicos en el intenso esfuerzo que requiere el último tramo de la subida. Un ascenso que si en esta época del año no es fácil, en época invernal o con la presencia de neveros en la cumbre no está exento de riesgo intenso para todos aquellos que no cuentan con un doctorado en alta montaña.
La faena la realizamos en una única jornada. A las siete de la mañana quedamos en la plaza de Sangarcía. El día espléndido. Los 147 kilómetros de distancia hasta Hoyos del Espino nos colocaron al pie de la Plataforma de Gredos a las 9 horas para comenzar a andar. Desde allí hasta el refugio Elola en el Circo nos llevó 2 horas y cuarto en los ocho kilómetros de distancia, no sin alguna parada para reponer agua y disfrutar del paisaje bajo la atenta mirada de las agujas rocosas de los Galayos.
Iniciamos el recorrido por una cuidada calzada empedrada que nos acompaña durante unos tres kilómetros hasta la gran explanada del Prado de las Pozas. Iniciamos una subida por la ladera norte del pico de los Barrerones que nos lleva hasta la Peña del Rayo. Desde allí presenciamos la majestuosidad del Circo de los picos que lo jalonan, entre ello el rey Almanzor y la laguna grande bajo la atenta mirada de “blanquita”, la cabra que al final no accedió a hacerse la fotografía con el grupo en la peña, a pesar de su buena predisposición inicial. A continuación iniciamos una abrupta bajada hasta la laguna, muy cómoda, pero interminable en la subida, como pudimos comprobar en el retorno. Una vez bordeada la laguna llegamos al refugio Elola en pleno corazón de la cubeta glaciar.
En el refugio, siguiendo las indicaciones de Cristina, reponemos fuerzas con el primer bocata. A las 12 horas iniciamos ruta hacia la portilla Bermeja, que se abre en el cuchillar de las Navajas. La subida se va complicando progresivamente tanto por la pendiente como por la dificultad del terreno pedregoso que hace necesario seleccionar adecuadamente la pisada. A pensar de la bondad del día, la subida hace mella y buscamos el cobijo de una pequeña sombra que nos proyecta la altura de las cumbres. Desde allí nos dirigimos hasta el canal del Crampón que sale por la derecha. Una vez más volvemos a buscar la sombra. Sólo la mirada hacia arriba asusta. Parece interminable y cada vez más vertical. Esperamos a Cristina que venía acompañando a los más retrasados. Es ella quien a partir de este momento nos marca el ritmo, abre ruta y nos sitúa en la base del pico; y después abre camino.
Los últimos 50 metros de subida exigen trepar con habilidad. Conviene llevar la cabeza fría y no pensar en la bajada, porque si no, no se llega. Al final la subida de este tramo es más fácil de lo que parece, siempre que se esté ágil y se olvide el miedo. La coronación tiene su recompensa. Desde al cumbre se divisan los campos de Ávila, Salamanca, Cáceres y Toledo. Una pasada. Me arrepiento de no haberla disfrutado más tiempo y con menos tensión. Sin embargo, la dificultad de uno de los últimos pasos hace que no se me vaya de la cabeza pensar cómo lo voy a bajar. Eso me lleva nada más alcanzar la cima y sacarnos una fotografía en irme a por el reto. Para mi sorpresa, hago la bajada de este tramo con una facilidad asombrosa, gracias a mi convicción mental silenciosa de que sí podría. Una vez superado, me dedico a ayudar a alguno de mis compañeros que lo pasan no sin alguna dificultad, porque visto con sensatez, la tiene, si no cuentas en el haber con algún recorrido en trepar o escalar la montaña. Me recuerda a viejas experiencias en la Sierra del Guadarrama en las chimeneas del Yelmo o en el Pájaro.
La hora de bajada resulta dura por la fuerte pendiente que traslada toda la presión a los dedos y genera una fuerte tensión muscular; el pedregal, que no lo hace cómoda; y el fuerte calor del momento de día –las 15 horas-. Llegando al refugio, junto al puente de madera de la corriente de agua que alimenta la laguna grande, encontramos una poza cristalina de agua helada que nos compensó el calor de la bajada con un gratificante baño de casi media hora. El radiante sol se encargó del resto. También para los que le despreciaron en el recorrido.
Un segundo bocata con gran cantidad de líquido en el interior del refugio nos sirvió para reponer de nuevo fuerzas para iniciar el recorrido de regreso. Dos horas y media tediosas que nos situó a las 19:30 horas en la plataforma. A las nueve de la tarde estábamos de nuevo en la renovada plaza mayor de Sangarcía. Un año más cumplimos con el rito. ¡Maravilloso! Valió la pena. Y no podemos por menos de dar las gracias a Cristina y Javier por su magnífica conducción y selección de rutas. La de este año permanecerá para siempre en nuestra memoria.
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