El pasado 20N se ha cumplido dos años de la victoria
electoral de Rajoy con una amplia mayoría absoluta. Los españoles acudieron a
las urnas ese día con la esperanza de que el cambio de gobierno diese respuesta
al problema del empleo y la desesperación por la que empezaban a atravesar
muchas familias. El PP, con Rajoy a la cabeza, les hizo creer que la situación
cambiaría con la llegada al poder de los populares y el relevo de Zapatero y
los suyos. Incluso, el actual ministro de Hacienda llegó a espetar a la
portavoz de Coalición Canaria en el Congreso –como ha relatado ella y no ha
desmentido él- “que se hunda España, que ya lo levantaremos nosotros”, en
alusión al PP.
Sin embargo, por desgracia, todo ha devenido en un
gran fiasco. La mentira y la prepotencia del PP en la oposición se han
prolongado a su acción de gobierno, acompañadas de una actitud displicente
hacia los ciudadanos y un desprecio hacia las fuerzas políticas contrarias, en
especial hacia el primer partido de la oposición. Un estilo de gobierno
superado por la actual situación y que busca ante todo una conformación del
modelo social hacia su modelo ideológico: el neoliberalismo.
En estos dos años de gobierno del PP todos los
grandes indicadores económicos han empeorado: el paro se ha incrementado casi
cuatro puntos; el déficit del Estado no solo no ha bajado, sino que se ha
incrementado. Y eso a pesar de las facilidades que ha dado la Comisión Europea.
La Deuda Pública ha pasado del 69 por ciento del PIB al 94 por ciento.
Pero, además, ha hecho todo lo contario de lo que
prometió y en algún caso se criticó al Gobierno socialista con todo descaro y
agresividad pública; han subido todo el elenco de impuestos; han bajado de
forma considerable los salarios de todos los españoles; han reducido el poder
adquisitivo de los pensionistas, a quienes han utilizado sin ningún rubor ante
la opinión pública, con total falta de respeto a su dignidad; han recortado
derechos y erosionado gravemente el Estado del Bienestar –sanidad, educación, prestaciones
sociales y dependencia-; han limitado el acceso a la tutela judicial efectiva y
están en curso de quebrar la autonomía local, entre otros muchos agravios. ¡Qué
más se puede pedir a los que se presentaban como salvapatrias!
Estos dos años de Gobierno popular han puesto de
manifiesto también sus vergüenzas. La corrupción ha impregnado durante años su
acción política. Con el mayor descaro posible el presidente del PP y de todos
los españoles ha intentado taparlas con la mentira en sede parlamentaria. No
conformes con ello, la manipulación de los medios de comunicación públicos
constituye un factor común denominador de su acción de gobierno. Y lo mismo
ocurre con la búsqueda de alianzas mediáticas en su defensa utilizando para
ello el poder institucional que les otorga una amplia mayoría absoluta en los
diferentes niveles de la Administración y su influencia en los grandes grupos
empresariales. Hoy más que nunca es necesaria la regeneración democrática y un
nuevo código ético en la acción política.
El futuro no se presenta mejor. El Gobierno carece
de hoja de ruta e improvisa al son de la mediocridad de su líder. El anuncio de
nuevos recortes –hasta 35.000 millones de euros para el próximo año- y la
cercanía de nuevas elecciones en los próximos dos años nos pueden reencontrar
con el mejor PP, anteponiendo sus propios intereses a los de los españoles,
como siempre hizo.
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