La
media ha contado otro año más con una fuerte participación. Más de 3.000
corredores. La lluvia ha amenazado y ha hecho su presencia de una forma muy
tímida a lo largo de la carrera. Y, cuando apretó un poquito más, alguno hasta
se lo agradecimos. Ganaron los de siempre. Los del “sur”. Que no corren, vuelan.
Y con las féminas ocurrió lo mismo.
Pero,
para los que no salimos a ganar la carrera, sino a terminarla, el ambiente era
estupendo. La salida es un punto de encuentro con viejos corredores. Algunos
nos conocemos de este evento, y nos reencontramos en la Plaza de la Artillería año tras
año, fieles a la cita.
La
carrera ha sido agradecida. El recorrido por el centro de la ciudad -kilómetro 11 a 16- con las calles
repletas a rebosar, la hacen mucho más amena y llevadera para los corredores.
El tramo más duro se desarrolla entre el kilómetro 9 –puente de San Marcos- y
el kilómetro 12 –Plaza Mayor-. Una subida larga y tendida a lo largo del Paseo
de Santo Domingo que hace mella, y en la que conviene reservarse para recuperar
a partir de la plaza. Aunque la subida por José Zorrilla –km 16- para los que
vamos justos de fuerzas siempre se nos atraganta un poco. Los kilómetros más
cómodos son los que se desarrollan entre el 3 y el 6, bajada del Sotillo hasta
el Valle del Eresma; y los tres últimos. En el último no corres, vuelas. Te
empuja el ambiente.
La calle ha sido espectacular. Yo me he sentido más arropado que nunca. Un “10” para ellos. Mi nombre reverberaba de forma continua con gritos de ánimo, al igual que el de otros corredores. Ya en el kilómetro tres te decían, “esto está chupado, ya no te queda nada”. Y uno con las primeras gotas de sudor les daba las gracias, porque además lo decían de corazón.
La calle ha sido espectacular. Yo me he sentido más arropado que nunca. Un “10” para ellos. Mi nombre reverberaba de forma continua con gritos de ánimo, al igual que el de otros corredores. Ya en el kilómetro tres te decían, “esto está chupado, ya no te queda nada”. Y uno con las primeras gotas de sudor les daba las gracias, porque además lo decían de corazón.
La
carrera complementaria de los niños, un acierto. He visto cómo los ojos de
algún niño se iluminaban cuando me contaba su carrera. Y sobre todo, cuando me
narraba cómo había entrado en los últimos metros de la carrera de su padre de
su mano en la meta. Un sueño para toda su vida, que se traducirá en un estilo
de vida saludable.
Los
bares y restaurantes en el post estaban a rebosar. Me imagino que los hoteles,
también. Una pena que el sol no haya acompañado un poco más los días
anteriores, porque entonces el impulso económico hubiese sido aún mayor. Aún
así, el sol salió una vez concluida la carrera.
Por
último, mi felicitación a la organización. Muy bien. Este año, por suerte, no
hemos tenido la lluvia torrencial del año anterior. Y se ha notado mucho más la
planificación.