domingo, 20 de abril de 2014

El dilema europeo



Europa irá a las urnas el próximo 25 de mayo. Una Europa que está al borde del precipicio. El panorama para los próximos años no es mucho mejor si no se endereza el rumbo. Considerando la fragilidad del crecimiento económico, la fortaleza del euro, los altísimos niveles de desempleo -en especial de la gente más joven-, la congelación de los salarios, el necesario ajuste fiscal y la tremenda debilidad del crédito, hace falta que muchas cosas vayan bien para proyectar un retorno al crecimiento, a la generación de empleo y a evitar la deflación.

Hay una Europa de dos velocidades. La de los países del Norte frente a los del Sur: unos ricos, otros cada vez más pobres; unos acreedores, otros deudores. Unos poderosos, otros sumisos. Al frente del primer grupo se sitúa Alemania, y su entorno geográfico y cultural más cercano. En el segundo, se encuadra España, Portugal, Grecia, Italia… La brecha de renta entre ambos grupos cada vez es mayor y el espíritu solidario que ha presidido siempre la Unión se desvanece día a día.

Todo comenzó con la crisis de 2008.  Las políticas de austeridad impuestas por Alemania para hacer frente a depresión, con la Sra Merkel al frente, han hecho el resto. Sus medidas han sacralizado los objetivos de inflación y déficit público frente al crecimiento y la creación de empleo. Fruto de esas políticas se ha generado una bolsa de parados de 26 millones en la Unión Europea- en España 5 millones-, la mayor parte en los países del Sur, hasta el 50 por ciento en la población juvenil; o superior en algún caso. Y, además, la población europea vive con escepticismo e incertidumbre su futuro. La renta disponible ha disminuido considerablemente y, si sobra algo, va al ahorro por precaución, lo que desacelera el consumo y profundiza en el problema desempleo y la salida de la crisis.     

La situación en Alemania es muy diferente. Sus tipos de interés reales para financiar sus empresas han caído a mínimos históricos. Han creado 2 millones de empleo y se ha revalorizado la vivienda y la bolsa. Gracias a la crisis los alemanes son cada día más ricos, mientras que los países del Sur nos empobrecemos.

La obsesión con la austeridad fiscal y con los riesgos de inflación se explica desde el interés de los europeos más acomodados y poderosos por proteger sus intereses como ahorradores e inversores, aunque así se aumente la brecha entre ricos y pobres. El ajuste salarial como se nos ha hecho creer, por sí mismo, no genera crecimiento. Alemania se ha beneficiado de posiciones cíclicas y de su cartera de productos industriales, pero las economías de gran parte de Europa no podrán competir nunca en precio con países como China o India, por ejemplo.  

Europa ha seguido el camino contrario a la Reserva Federal de EEUU, el Banco de Inglaterra o el de Japón, que se han preocupado de mantener los tipos de interés a largo plazo por debajo del crecimiento nominal. Los tipos de interés actuales de la zona euro no contribuyen a luchar contra el desempleo y dejan a sus países sin maniobra ante una hipotética deflación, como está anunciando el FMI, sin que el BCE hasta el momento haya movido ficha.

El ajuste en los países con problemas de déficit tiene que ser compensado por planes de estímulo europeos financiados con eurobonos. Un plan consistente contra el desempleo juvenil es urgente. No puede esperar y ha de financiarse con eurobonos, aunque Alemania no quiera oír hablar de ellos. El resto de los países se lo han de imponer. 

Si Merkel, utilizando el Partido Popular Europeo, vuelve a ganar las elecciones europeas, todo continuará igual e incluso empeorará, especialmente en el Sur. La brecha entre el Norte y el Sur no es sostenible políticamente, ni beneficiosa para el conjunto de Europa. Mucho más cuando la tensión de los nacionalismos y la xenofobia pueden poner en tela de juicio el proyecto europeo y nos devuelven el recuerdo de hechos indeseados.   

El candidato del Partido Popular Europeo a la presidencia de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha comenzado su campaña en Alemania anunciando que si es elegido no habrá eurobonos. El presidente de la Comisión debe velar por el interés de toda la zona euro, no solo de Alemania, y es en el interés de la zona euro que haya eurobonos.

El próximo día 25 de mayo los más de 500 millones de ciudadanos que integramos la UE y sus 28 estados se juegan mucho. El dilema entre los intereses de la Europa del Norte y de la Europa del Sur es claro. Existe un claro conflicto de intereses. No es lo mismo votar conservador que progresista, o no votar. Es el momento de cambiar la política económica y social y hacer de Europa una comunidad solidaria, cohesionada y con altura de miras, y no defendiendo los intereses de unos pocos.  



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