domingo, 22 de junio de 2014

Felipe VI



La proclamación del nuevo Rey de España en la persona de Felipe de Borbón  abre una nueva etapa  política en nuestro país. Felipe VI llega a la jefatura del Estado en unas condiciones muy distintas a las que llegó su padre. Felipe es un rey plenamente constitucional y accede al puesto con una democracia plenamente consolidada. La situación económica de España presenta similitudes con la de año 75, pero, sin embargo, la sociedad española es mucho más madura y culta. Si en 1975 había avidez de democracia, hoy la  mayor preocupación se centra en la falta de empleo y perspectivas de futuro para las generaciones más jóvenes. La desafección por la política es cada vez mayor, lo que pone en cuestión el acceso a la jefatura del Estado de Felipe VI, y abre el debate monarquía/república, con una división cada vez mayor de la sociedad española. Un debate que tiende a polarizar la sociedad española.

El evento de la proclamación, el pasado 19 de junio, ha puesto de manifiesto que el Jefe del Estado español ha desterrado cualquier sumisión a la Iglesia. En su juramento estuvo ausente cualquier referencia a Dios y a la Iglesia. Tampoco el acto ha ido acompañado de una celebración eclesiástica, como ha sucedido con otras monarquías europeas. Los actos de proclamación fueron austeros, muy austeros, teniendo en cuenta que se trataba de un acto político de la máxima relevancia. El que más. El ambiente en la calle era frío. Una frialdad calculada para no hurgar en las tensiones sociales. Lo peor, la fuerte presencia policial. Asfixiante, no solo por la cantidad, sino por su actitud desafiante y grosera en algún caso. 

El discurso, equilibrado en todo momento. Hay quienes esperaban más, así me lo manifestó un compañero al finalizar su discurso. La penetración y aceptación o rechazo de sus palabras son proporcionales al riesgo. Felipe VI no quiso arriesgar y se limitó a presentar su libro de estilo. Una actitud inteligente, aunque muchos no la compartan. Hacer lo contrario hubiese supuesto un riesgo inherente que  podría haber abierto polémicas y generado tensiones en un momento tan delicado como el actual. Hizo un repaso por los grandes temas y mostró su sensibilidad hacia los más desfavorecidos. Y tuvo la gallardía de reconocer que la ejemplaridad y la trasparencia en su acción deben determinar su credibilidad, comprometiéndose a ello.

Todo indica que el nuevo estilo de Jefatura de Estado al que aspira el nuevo Rey es una República coronada, como han definido algunos analistas. La monarquía parlamentaria española está sometida al imperio de la Ley. El nuevo rey constitucional tiene un largo camino por recorrer y lo ha de hacer junto a una sociedad que evoluciona a un ritmo muy acelerado. El primer reto es armonizar su acción para conseguir una rápida recuperación económica y sobre todo crear empleo, a la vez que se garantiza la cohesión social y territorial, con el respeto a la diversidad representada en las diferentes nacionalidades que se integran en el Estado español. Para acompasar este cambio se ha de buscar el momento más idóneo para cambiar el marco constitucional y legitimar su reforma y el nuevo jefe del Estado y su estatus mediante un referéndum.  Sin prisa, pero sin pausa.


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