“To be or not to be, that´s
the question”. Ser o no ser, esta es la cuestión que atañe al PSOE
en el momento actual. Los resultados de las últimas elecciones europeas han
abierto la ‘caja de Pandora’. Era de preveer. Pero no tanto por los resultados
–malos, muy malos, aunque en términos relativos algo mejores que los del PP-,
sino por el ruido interno que ha acompañado la puesta en escena del PSOE desde
el Congreso de Sevilla. Esta ha sido la auténtica causa de la situación en la que
se encuentra el partido. Unos por otros, la casa sin barrer. Pero el problema
se ha creado entre todos, y no precisamente por el contenido programático, sino
por el mal hacer. Ahora solo queda aprender de los errores y mirar al futuro
con altura de miras.
En estos momentos se está
iniciando la carrera abierta y democrática por la Secretaría General del
PSOE. Cada militante tendrá un voto y, ante la inconsistencia jurídica de los
Estatutos para dar cobertura a este proceso, se ha articulado una solución que
solapa el método tradicional de voto por delegados, ajustado al marco legal, a
la elección directa, respetando el resultado de ésta.
El proceso no ha estado exento de polémica, pues uno de los candidatos, que forma parte de la dirección, reclamó el voto directo de la militancia, a lo que la dirección accedió. Algunos medios de comunicación han denunciado que se trataba de una acción concertada previamente para favorecer su imagen ante la amplia base de militantes que lo estaba reclamando.
La democracia interna puede potenciar la imagen del partido en la sociedad para el futuro. Son muchos los militantes socialistas que consideran
este paso como imprescindible para salir del hoyo. En algún caso, por parte de
muchos, se antepone al programa y al perfil del líder. La respuesta la dará el
día después. Ya se sabe que una cosa es predicar y otra ‘dar trigo’. Confundir
los medios instrumentales con los fines puede conducir a una frustración
futura. De ahí la importancia de pisar tierra y compatibilizar ambas
cuestiones.
El proceso de elección democrática del nuevo secretario general debe ir
acompañada de unas pautas de comportamiento que garanticen la neutralidad y
garantías democráticas para todos los candidatos. El soporte técnico y
burocrático de partido no se ha de utilizar en beneficio de parte. Y desde
luego, la descalificación en las redes sociales de los candidatos, como hemos
comenzado a comprobar en estos primeros días, es algo que hay que erradicar
inmediatamente del guión. No debe formar parte de la cultura democrática de los
equipos –o de algún equipo- que presumen de reclamar una elección democrática.
El PSOE se juega mucho en este proceso. Son muchos los errores que se
están cometiendo, más cuando el poder económico traducido a través del poder
mediático ya se encarga de dividir a la izquierda con una utilización y
programación efectiva de determinados canales de televisión. Es el momento de
rearmar el partido, buscar el cambio y la unidad. De lo contrario, el barco
puede zozobrar.
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