Una vez superado el momento álgido de las últimas
elecciones europeas, se puede afirmar con rotundidad que los grandes perdedores
de estos comicios no solo han sido los grandes partidos mayoritarios, que
también, sino sobre todo los ciudadanos más necesitados y los países del Sur de
Europa. El día 25 de mayo se quebró la esperanza de muchos ciudadanos europeos
que esperaban un refuerzo de la solidaridad y la cohesión de Europa, y el
relanzamiento de políticas que relanzasen el empleo juvenil y evitarse condenar
a la pobreza a cerca de 120 millones de europeos.
Las elecciones europeas han ratificado las políticas
económicas y sociales de la Sra. Merkel y el Sr. Rajoy. A pesar de su notable
caída en votos, los conservadores son la fuerza política más votada. Un balón
de oxígeno para profundizar aún más en la restricción del gasto público y en el
desmantelamiento del Estado del Bienestar, dejándolo reducido a la mínima
expresión. La crisis económica es un buen momento para consolidar el modelo neoliberal
e imponer el precepto de los mercados frente a las necesidades de las personas.
Los socialistas presentamos a las europeas un programa realista que conjugaba la necesaria
reducción y control del déficit público y la estabilidad de la economía con los
intereses de los ciudadanos que más dificultades tienen en el momento actual.
La dinamización de la economía para la creación de empleo, en especial de los
más jóvenes, y el mantenimiento de una política social sostenible y suficiente
han constituido las bases de la oferta electoral. Sin embargo, el mensaje no ha
llegado de forma nítida a los españoles. Es posible que el ruido y las pugnas
internas que desde hace tiempo viene acosando al PSOE haya dificultado la
capilaridad y su capacidad de persuasión.
Nuestra posición ha sido de respeto a los ciudadanos,
alejadas de propuestas populistas de imposible cumplimiento. En un momento de
tanta dificultad como el que estamos atravesando, es fácil gestionar los
sentimientos de mucha gente que lo está pasando mal y venderles esperanza
ficticia para ganar votos. Esto ha ocurrido en estas elecciones. Quienes
propugnan no pagar la deuda del Estado debieran decir a continuación que, si
por desgracia tuviesen algún día la posibilidad de gobernar, abocarían a la
ruina de nuestro país en un tiempo récord. Las empresas no tendrían acceso a la
financiación, lo mismo que el Estado, el paro se incrementaría exponencialmente
y los funcionarios no cobrarían. Implicaciones similares tendrían otras
propuestas que hemos tenido la oportunidad de oír en estas elecciones y que a
todos nos gustaría poner en marcha pero que son utópicas en el momento actual.
La izquierda populista hace un flaco favor a quienes tiene
vocación de representar: los más desfavorecidos. Gracias a ellos y a sus
propuestas efímeras e irreales hoy los españoles y otros ciudadanos del sur de
Europa van a sufrir las consecuencias de una vuelta de tuerca más de las
políticas conservadoras. Ellos no quieren una Europa como espacio de
solidaridad, dinamización económica y defensa de las libertades. Quieren estar
dentro de las instituciones para dinamitarlas. Pero también hay que decir a los
españoles que sólo podremos salir de la crisis desde dentro de Europa.
Dinamitar Europa es condenar a los españoles a una ciudadanía de segunda. La
auténtica casta política la constituye a aquella cuyas políticas serían capaces
de condenar al ostracismo a miles y miles de personas. Una casta que responde
más a su juego intelectual de aula lunática y ego que a contribuir a generar
riqueza, bienestar y cohesión social.
Las elecciones europeas han de servir de factor de
reflexión no solo para los ciudadanos, sino también para los políticos que
sacralizan la política en beneficio propio y se platean los comicios como una
oportunidad personal. Con esta actitud pierden todos. Pierden credibilidad sus
propuestas y pierden los ciudadanos más humildes: los auténticos
perdedores.
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