La economía española no va también como nos hace creer el Gobierno. El
INE ha publicado recientemente los datos correspondientes al segundo trimestre
de este año de la evolución del PIB y sus agregados. EL PIB ha crecido un 0,6 por
ciento durante este periodo, lo que lo sitúa en un crecimiento anual del 1,2
por ciento. La economía española está creciendo gracias a la demanda interna,
en especial del consumo privado y de la inversión. Sin embargo, el sector
exterior que era el único que ha estado tirando de la economía en este tiempo
de crisis se enfría por momentos. A ello se une la amenaza de la deflación. Los
precios bajaron en agosto en España un 0,5 por ciento en cómputo anual.
La demanda externa acumula dos trimestres consecutivos lastrando el
crecimiento. La caída del PIB de Alemania, Francia e Italia durante el segundo
semestre ha frenado las exportaciones de la economía española. Y veremos si
esta situación es coyuntural o se consolida en el tiempo, lo cual repercutiría
muy negativamente en la economía española. El espacio socio político no es muy
halagüeño. Los conflictos de Ucrania, Gaza y el recrudecimiento del yihadismo
en Siria e Irak con el nuevo califato islámico (Estado Islámico, EI). A ello se
une los efectos negativos en el saldo exterior de España del crecimiento de las
importaciones asociadas a la demanda interna.
Esta coyuntura quiebra la estrategia económica del Gobierno de España
de utilizar la demanda externa como motor de al recuperación económica y de la
creación de empleo en nuestro país. Un saldo exterior positivo apoyado en la
exportación de productos de bajo valor añadido y compitiendo gracias a la
devaluación de salarios producida por la reforma laboral, permitiría financiar
la inversión y reactivar el consumo, con la consiguiente generación de empleo,
aunque fuese precario. Los fuertes nubarrones del horizonte ponen en entredicho
la política económica del Gobierno.
La deflación es el otro gran problema añadido. Con ella las empresas no
invierten y el consumo se estanca cuando no decrece. La estructura económica
española tampoco contribuye a solventar el problema. Gran parte de la actividad
y la creación de empleo se sustenta en sectores de baja productividad, como la
hostelería y el comercio, y muchos de los bienes de consumo son de importación
que aportan muy poco al PIB.
España necesita a la eurozona para salir de la crisis. El problema es
como crecer para crear puestos de trabajo y que los ciudadanos noten de verdad
una recuperación económica. Para ello es necesario flexibilizar el cumplimiento
del Pacto de Estabilidad y coordinar acciones de estímulo, tanto de demanda
como de oferta, tal y como ha señalado Draghi en la conferencia anual de
Jackson Hole.
Hoy Europa requiere, con carácter urgente, poner en marcha una fuerte
inversión comunitaria que permita reactivar la economía, crear empleo y dar
respuesta especialmente al desempleo juvenil. Para ello se requiere un gran
acuerdo que permita compatibilizar los estímulos económicos con la disciplina presupuestaria.
Los jóvenes dirigentes de la socialdemocracia europea, como Renzi o Valls
tienen un papel clave, pero también los emergentes como el español Pedro Sánchez. Se trata de ganar el futuro.
De lo que no se trata es de aplicar aquello a lo que nos tiene
acostumbrado el Gobierno del PP: el filibusterismo político y la política
mediática controlada por el Ejecutivo para seducir a la opinión pública para
que crea que todo va bien.