Coincidiendo con el inicio de las vacaciones de
verano del Gobierno, Rajoy ha realizado una valoración de su gestión desde su
llegada al Ejecutivo. Su balance es triunfal. Más allá de las cuatro millones
cuatrocientos mil personas que están registradas para buscar empleo, y de las
enormes dificultades por las que están pasando multitud de ciudadanos a final
de cada mes, su euforia es desbordante. Según él, se está saliendo de la
crisis, creando empleo y creciendo. Y lo que parece más importante, al menos
para el presidente del PP, “la recuperación económica llevará a la recuperación
electoral”. Todo indica que ese su objetivo y no otro, mantener el poder; o, al
menos, así parece. Como si nada hubiese pasado en estos años.
“Qué lejos nos queda aquel pasado de hace unos años…
Era cuando creíamos vivir en un país próspero y en un mundo estable,
imaginábamos que el futuro se parecería al presente y las cosas seguirían
mejorando de forma gradual, o si acaso progresarían algo más despacio.” Estas palabras
no son mías, son de Antonio Muñoz Molina en su libro Todo lo que era sólido, pero reflejan a la perfección el mundo en
el que siguen viviendo Mariano Rajoy y los suyos. Siguen con sus mismas políticas,
como si nada hubiese cambiado, y todo continuase igual que antaño, sin importarles
las consecuencias.
Pero no es así. La débil economía española, al son
de la crisis mundial, ha hecho aguas por todas partes. Los desequilibrios
funcionales, territoriales y sociales de la renta española son hoy más
evidentes que nunca. Y la política económica de corto solo permite mejorar el
saldo exterior vía precios, con su consiguiente repercusión en los salarios y
en la precariedad laboral dada la estructura productiva del país, con la
esperanza de poder reactivar la inversión para crear empleo y al menos mantener
el consumo. Una solución que hará imposible recuperar a medio plazo la ingente
legión de parados. Y quebrará aún más la cada día maltrecha cohesión social.
La solución al problema no es fácil. Me atrevo a
decir que requiere un Pacto de Estado entre todas las fuerzas políticas serias,
con vocación de Gobierno de verdad y no con vocación de populismo barato. Pero
lo que no es solución es el triunfalismo mediático apoyado en la mentira que
practica el Gobierno. Esta actitud solo lleva al descrédito y la desafección
política, por muy controlados que se tengan los medios de comunicación públicos
y privados.
La reforma laboral no solo ha destruido 800.00
empleos, sino que ha precarizado la actividad laboral. Hoy de un empleo de
antes se pueden llegar a computar hasta tres. Y la hora se puede llegar a pagar
hasta 4 euros, en algún caso. Datos que no son para sacar pecho. Ni afirmar que
los “españoles tienen ahora un fundado derecho a la esperanza”.
Lo mismo ocurre con el Estado del Bienestar. Los
pensionistas pierden día a día poder adquisitivo. El futuro de los futuros
pensionistas es incierto. La sanidad y la educación han experimentado
importantes recortes. Y las ayudas de dependencia desaparecen progresivamente.
Esta situación objetiva no le impide decir a Rajoy que “España ha sorteado lo
peor de la crisis manteniendo la sanidad, la educación públicas y las políticas
de dependencia”. La mentira aparece, una vez más, como gran aliada de su acción
de gobierno.
Rajoy agotará la legislatura –eso ha dicho- con la
esperanza de una ligera recuperación económica que siga la estela de las
economías europeas y le permita revalidar el cargo. Para ello en 2015 se jugará
la baza de la reforma fiscal que se tramitará este otoño en el parlamento.
Bajará el IRPF que ya subió, y diferirá la subida del IVA y la puesta en marcha
de las propuestas de la ‘Comisión de Expertos en Materia Fiscal’ para 2016. A
esa fecha o gobiernan otros, y en ese caso que arreen con el problema, o bien
ya habrán conseguido lo que persiguen: ganar las elecciones.
El problema catalán y la consulta independentista
del 9 de noviembre es otra de las cuestiones que Rajoy bandeará con criterios
de corto, sin entrar en el fondo. Pase lo que pase la situación será un triunfo
para el PP. La idea de la defensa de la patria marcará toda la comunicación
política, y lo que es un problema de profundas raíces se seguirá tratando
superficialmente con la medicina de aguantar
y aguantar en el tiempo sin hacer nada, hasta que el tiempo cambie por
dinámica propia las premisas actuales. Esa es la filosofía de trabajo que el
actual presidente del Gobierno de España aplica en muchos de los grandes
problemas de país. Permítanme que en tales circunstancias, incluso los que no
creemos en la suerte, les deseemos suerte a los españoles. La vamos a
necesitar. Los balances triunfales pueden ser también virtuales. Es el caso.
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