Los españoles nunca podríamos haber imaginado que el “honorable” Jordi
Pujol, presidente de la Generalitat durante muchos años, fuera ni por asombro
un corrupto. Hoy sabemos que ha movido a paraísos fiscales más de 500 millones
de euros en los últimos treinta años presuntamente procedentes de comisiones de
obra pública. No hay palabras para calificar a este personaje. Ha engañado al
pueblo catalán y a todos los españoles: les ha estafado. Y ha desacreditado al
sistema democrático y a todos los políticos que tienen vocación de servicio
público, que son la mayoría.
De nada sirve que el coordinador de su partido afirme que si Pujol no
se hubiese apartado lo hubiesen hecho ellos, o bien que el portavoz de CiU en
el Congreso afirme que Unió, su partido, aspira a recomponerse y a ocupar el
espacio del centro sociológico en Cataluña. ¿Dónde han estado todo este tiempo?
¿No eran conscientes de la situación de las corruptelas de los Pujol? O acaso,
esta era una práctica común en este partido de corte nacionalista, burgués y
con una clara orientación a la defensa de los intereses de importantes grupos
empresariales, como la industria farmacéutica, por citar uno de ellos.
No hay que olvidar el caso del Palau de la Música y otros más donde CiU
ha puesto de manifiesto sus prácticas corruptas. Y el Sr. Màs, sin enterarse y
sintiendo lo acaecido con su mentor. Claro que tampoco está libre de sospechas.
Al menos por las últimas noticias aparecidas en prensa.
El independentismo catalán, promovido por las fuerzas nacionalistas
catalanas, y elevado a su máxima potencia por el actual presidente de la
Generalitat, con estos acontecimientos deviene en sospecha, una vez más. Fue el
presidente Màs quien, cuando acuciaba la crisis en Cataluña con más intensidad
y se vio obligado a efectuar importantes recortes para ajustar los ingresos a
los gastos, se sacó de la chistera la necesidad de abordar con urgencia el
problema de la soberanía catalana. Un señuelo para desviar la atención y
remover las emociones del pueblo catalán. Hoy descubrimos que su auténtica
pasión no es la patria catalana sino su patrimonio.
Ante la convulsión social solo queda esperar que Pujol y su familia se
sometan a la acción de la Justicia, y CiU depure sus responsabilidades
jurídicas y políticas. La nueva Uniò que ahora quiere coger el testigo de poder
de CiU en este proceso es tan culpable como Convèrgencia Democrática. La época
de los pillos ha pasado. Y de los vividores y corruptos también.
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