lunes, 11 de agosto de 2014

La izquierda antisocial



La crisis económica que vivimos desde 2008 ha destapado las vergüenzas del capitalismo, como sistema económico que ejerce el monopolio y la supremacía en la gobernanza económica del planeta. Hoy, hay muchas personas que están pasando por auténticas dificultades. Día a día se incrementa la desigualdad y crece el desasosiego. Amplias capas de la sociedad se encuentran desesperadas ante el esclavismo que ha ido “inoculando en vena” el consumismo capitalista, en su doble dependencia, manifestada por la ansiedad de compra y el endeudamiento personal, y sustentada en la falta de trabajo para todos.

Ante esta situación, la izquierda sociológica es la que más despistada se encuentra en estos momentos. Sus valores entran en contradicción con las doctrinas económicas que propugnan la libre acción del mercado y la abstención del Estado en la acción de gobierno. La desigualdad deviene en el mayor problema social. El problema es cómo afrontarlo cuando la actividad económica no genera recursos suficientes para poder abordar la falta de renta de los desempleados, la sanidad y la educación pública. En definitiva, el Estado del Bienestar.

La derecha lo tiene claro. Aboga por la política del “laissez faire” propugnada por la doctrina económica liberal y neoliberal, con la mínima expresión del Estado. Para ellos el mercado lo equilibra todo y la generación de riqueza está asociada a la desigualdad y de una forma tácita, aunque no reconocida a la miseria. En lo político su acción en monolítica. Hoy más que nunca. En España se abarca desde la derecha extrema hasta amplios sectores del centro izquierda. Su posición estratégica es firme. Para ello cuentan con un gran aliado: el poder mediático. Más en un momento en el que cuentan con mayoría absoluta y mucha “desvergüenza democrática” que les permite cambiar las reglas de juego en su favor sin ningún pudor.

La izquierda está dividida, y va camino de dividirse aún más. De ello ya se encarga el poder económico que a su vez controla el poder mediático y los medios de comunicación públicos controlados por ellos.  Y para ello cuentan con el concurso de esa “izquierda ensimismada” -a los que se les da cancha interesada-, que solo piensan en ellos mismos y están al margen de las propuestas realistas para minimizar los efectos reales del sistema sobre las personas más desfavorecidas. Su mundo es la “utopía per se”.

En nuestro país hay una “izquierda realista” y un “izquierda virtual”. La primera pisa tierra. Intenta minimizar los efectos negativos de la crisis para garantizar el Estado del Bienestar estableciendo prioridades en la asignación de recursos. La izquierda real es pragmática. Establece prioridad en lo público, determinando lo que es imprescindible de lo que no lo es. Antepone el interés común a la utopía y a la frustración, y busca nuevas fórmulas de organización del trabajo. Su meta es clara: disminuir todo lo posible la miseria y  buscar la mayor cohesión social. En definitiva, luchar contra la desigualdad y buscar la justicia social en un marco democrático y de libertad.

La izquierda utópica propugna un mensaje populista. La escasez de recursos no es un problema. Todo lo supera la dialéctica. Aceptan el sistema capitalista como medio de organización del mercado y la sociedad, pero no sus reglas del juego, ni incluso en su versión más dulce que supone el reparto de la riqueza a través de una política fiscal progresiva.

Sus propuestas transgreden sus reglas básicas. No pagar la Deuda del Estado supondría la quiebra casi inmediata de la red empresarial por falta de financiación o el impago de los funcionarios; lo mismo ocurriría con la sostenibilidad del sistema ante la presencia generalizada de una renta de ciudadanía o la falta de ingresos para garantizar el sistema de reparto de las pensiones. Esta izquierda vive su mundo. Un mundo al margen de la realidad social y económica. Otros sistemas económicos y sociales alternativos han demostrado su fracaso e ineficiencia social, deviniendo en sistemas totalitarios. Solo basta mirar a América Central o Latina para comprobar sus efectos.

Esta izquierda utópica solo sirve para romper el frente político común contra la derecha y garantizar su supremacía. Son los perfectos aliados del poder económico liberal y neoliberal bajo el caramelo de la notoriedad mediática. Tienen representación en el parlamento y otros grupos emergentes la podrán tener aún más según parece deducirse de las encuestas, pero su contribución a corregir la desigualdad social no sólo es nula, sino que además contribuyen negativamente. Su única bandera es la defensa de los logros sociales alcanzados por la “izquierda real”, a la que critican y han intentado hundir desde hace tiempo. Se trata de una “izquierda antisocial” que no ha sido ni será nunca alternativa de gobierno. Su mejor antídoto es la sensatez del pueblo español y la buena fe de los españoles que desean una sociedad más justa y equilibrada socialmente de verdad.     



                 


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