La crisis económica que vivimos desde 2008 ha destapado las
vergüenzas del capitalismo, como sistema económico que ejerce el monopolio y la
supremacía en la gobernanza económica del planeta. Hoy, hay muchas personas que
están pasando por auténticas dificultades. Día a día se incrementa la
desigualdad y crece el desasosiego. Amplias capas de la sociedad se encuentran
desesperadas ante el esclavismo que ha ido “inoculando en vena” el
consumismo capitalista, en su doble dependencia, manifestada por la ansiedad de
compra y el endeudamiento personal, y sustentada en la falta de trabajo para
todos.
Ante esta situación, la izquierda sociológica es la que más despistada
se encuentra en estos momentos. Sus valores entran en contradicción con las
doctrinas económicas que propugnan la libre acción del mercado y la abstención
del Estado en la acción de gobierno. La desigualdad deviene en el mayor
problema social. El problema es cómo afrontarlo cuando la actividad económica
no genera recursos suficientes para poder abordar la falta de renta de los
desempleados, la sanidad y la educación pública. En definitiva, el Estado del
Bienestar.
La derecha lo tiene claro. Aboga por la política del “laissez faire”
propugnada por la doctrina económica liberal y neoliberal, con la mínima
expresión del Estado. Para ellos el mercado lo equilibra todo y la generación
de riqueza está asociada a la desigualdad y de una forma tácita, aunque no
reconocida a la miseria. En lo político su acción en monolítica. Hoy más que
nunca. En España se abarca desde la derecha extrema hasta amplios sectores del
centro izquierda. Su posición estratégica es firme. Para ello cuentan con un
gran aliado: el poder mediático. Más en un momento en el que cuentan con
mayoría absoluta y mucha “desvergüenza democrática” que les permite cambiar las
reglas de juego en su favor sin ningún pudor.
La izquierda está dividida, y va camino de dividirse aún más. De ello
ya se encarga el poder económico que a su vez controla el poder mediático y los
medios de comunicación públicos controlados por ellos. Y para ello cuentan con el concurso de esa “izquierda
ensimismada” -a los que se les da cancha interesada-, que solo piensan en ellos
mismos y están al margen de las propuestas realistas para minimizar los efectos
reales del sistema sobre las personas más desfavorecidas. Su mundo es la
“utopía per se”.
En nuestro país hay una “izquierda realista” y un “izquierda virtual”. La
primera pisa tierra. Intenta minimizar los efectos negativos de la crisis para
garantizar el Estado del Bienestar estableciendo prioridades en la asignación
de recursos. La izquierda real es pragmática. Establece prioridad en lo
público, determinando lo que es imprescindible de lo que no lo es. Antepone el
interés común a la utopía y a la frustración, y busca nuevas fórmulas de
organización del trabajo. Su meta es clara: disminuir todo lo posible la
miseria y buscar la mayor cohesión
social. En definitiva, luchar contra la desigualdad y buscar la justicia social
en un marco democrático y de libertad.
La izquierda utópica propugna un mensaje populista. La escasez de
recursos no es un problema. Todo lo supera la dialéctica. Aceptan el sistema
capitalista como medio de organización del mercado y la sociedad, pero no sus reglas
del juego, ni incluso en su versión más dulce que supone el reparto de la
riqueza a través de una política fiscal progresiva.
Sus propuestas transgreden sus reglas básicas. No pagar la Deuda del
Estado supondría la quiebra casi inmediata de la red empresarial por falta de
financiación o el impago de los funcionarios; lo mismo ocurriría con la
sostenibilidad del sistema ante la presencia generalizada de una renta de
ciudadanía o la falta de ingresos para garantizar el sistema de reparto de las
pensiones. Esta izquierda vive su mundo. Un mundo al margen de la realidad
social y económica. Otros sistemas económicos y sociales alternativos han
demostrado su fracaso e ineficiencia social, deviniendo en sistemas
totalitarios. Solo basta mirar a América Central o Latina para comprobar sus
efectos.
Esta izquierda utópica solo sirve para romper el frente político común
contra la derecha y garantizar su supremacía. Son los perfectos aliados del
poder económico liberal y neoliberal bajo el caramelo de la notoriedad
mediática. Tienen representación en el parlamento y otros grupos emergentes la
podrán tener aún más según parece deducirse de las encuestas, pero su
contribución a corregir la desigualdad social no sólo es nula, sino que además
contribuyen negativamente. Su única bandera es la defensa de los logros
sociales alcanzados por la “izquierda real”, a la que critican y han intentado
hundir desde hace tiempo. Se trata de una “izquierda antisocial” que no ha sido
ni será nunca alternativa de gobierno. Su mejor antídoto es la sensatez del
pueblo español y la buena fe de los españoles que desean una sociedad más justa
y equilibrada socialmente de verdad.
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