Esta última semana hemos conocido que el exvicepresidente del Gobierno
en la etapa Aznar, y después presidente del Fondo Monetario Internacional y
presidente de Bankia tras el beneplácito del actual presidente del PP y de
España, el Sr. Rajoy, es un presunto comisionista. Todo indica que ha cobrado
en comisiones 40.000 euros/mes durante dos años a través de sociedades
interpuestas por la adjudicación de dos contratos de publicidad cuando era
presidente de Bankia.
Que el que fuera vicepresidente del Gobierno de España, y a su vez
ministro de Economía y Hacienda, esté bajo sospecha fundada y pueda terminar en
la cárcel por delitos fiscales, blanqueo de capital y corrupción es algo que
nos ha de hacer sonrojar a todos los españoles. ¡Qué vergüenza! ¡Qué imagen de
país damos! Un insulto y descrédito para todos aquellos que nos dedicamos a la
vida pública y entendemos la política como servicio público. Sin duda una bomba
en la línea de flotación para la credibilidad de los políticos y del sistema.
Una bocanada de aire fresco para el fomento de la radicalidad e impulso de las
fuerzas políticas antisistema, que ofrecen esperanza para hoy y miseria para
mañana.
El problema es de todos, pero en especial del PP. Rato ha sido y es un
icono del PP. Aznar quiso nombrarle su sucesor. Y estuvo a punto de serlo. El
caso Rato es la fiel proyección de la cultura política del PP y sus dirigentes
no sólo desde la Transición hasta hoy, sino también de la derecha española del
tardofranquismo y del desarrollismo de los 60 hasta nuestros días. Lo que en
términos económicos se conoce como “logreros”.
Un caso que pone de manifiesto la descomposición política de un partido
que está gobernando y ha gobernado a España, pero siempre anteponiendo sus intereses a los del pueblo
español e instrumentalizando el Gobierno en beneficio de sus grupos de interés,
comenzando por el propio partido. Ahí está el caso Bárcenas, Merino, Naseiro,
Zamora y Gúrtel; o el propio presidente Aznar, lanzando a su yerno Agap como el
gran gurú de los lobys y finanzas internacionales que grandes beneficios les
están reportando. Tampoco han tenido ningún escrúpulo en aplicar una generosa
amnistía fiscal de la que se ha beneficiado entre otros el propio Rato. En
definitiva, la corrupción parece ser endógena a la forma de entender y hacer
política del PP.
Pero lo peor de todo es la pasividad ante el problema del partido con
su presidente a la cabeza, que una vez más vuelve hacer el don Tancredo. Todos
los partidos han tenido algún problema de corrupción, pero todos han movido
ficha, con excepción del PP y CiU. Las últimas elecciones catalanas han puesto
de manifiesto que el PP es un partido en descomposición y que su espacio está
siendo ocupado por Ciudadanos a marchas forzadas, quien ya no se esconde de
mostrar su claro perfil de fuerza política de derechas, como pudimos comprobar
la noche de las elecciones catalanas. El caso Rato va a dar la puntilla
definitiva al PP y a Rajoy. Nos quedan escasamente tres meses para
comprobarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario