La presentación de la resolución de Junts pel Sí y de la CUP en
el parlamento catalán para iniciar el proceso independentista es un desafío en
toda regla al Estado español. Un desafío
de los nacionalistas catalanes, que no del pueblo catalán. Un desafío que por sí mismo genera desconfianza
y erosiona la cohesión y la convivencia no sólo en Cataluña, sino en toda
España. Y está abocado a fracasar, pero no de forma inmune.
Mas y los Pujol han hecho mucho daño a Cataluña, y se lo siguen
haciendo. En estos días que hemos conocido la trama de blanqueo de los Pujol.
Resulta indignante cómo la burguesía catalana, con el presidente en funciones
de CiU, al frente llevan a los catalanes a un callejón sin salida. No es que ya
no puedan pagar los medicamentos que presta el Servicio Catalán de la
Salud, o que la nefasta gestión de los nacionalistas de estos últimos años haya
generado un deterioro notable de servicios esenciales en Cataluña. El problema
va más allá. Se ha quebrado la convivencia entre catalanes, y la división del Consejo de Gobierno no es más que el presagio de todo lo que está
sucediendo en esta Comunidad de España.
El problema no es únicamente catalán. Es una cuestión de Estado
que afecta a todos los españoles. No sólo porque la soberanía reside en el
pueblo español, sino también porque desacredita ante los mercados la imagen de
nuestro país y lo convierte en una zona de inestabilidad y riesgo. Todo ello al
final se traduce en menos riqueza, menos empleo y más pobreza o menos bienestar.
Sobre todo en Cataluña, pero también en el resto de España.
El problema catalán se ha agravado ante la inacción de Rajoy y el PP
durante estos cuatro últimos años. Lo han utilizado en beneficio propio, para
presentarse ante el resto de los españoles, que no son catalanes, como únicos
garantes de la unidad de España. Pero estos patriotas de pacotilla lo
único que iban buscando era un puñado de votos, o el acceso al poder en el 96. Entonces, el Sr. Rato llegó a un acuerdo con CiU a cambio de la cesión
fiscal y más autogobierno, para una vez obtenida la mayoría absoluta en la
siguiente legislatura, denostar al pueblo catalán. Y más tarde impugnar su Estatuto ante el Tribunal Constitucional. Ese es el origen del
problema. El desprecio y utilización del
pueblo catalán por parte de los populares.
Ahora, sólo hay una salida. Buscar un nuevo marco constitucional,
que respetando la unidad de España permita recupera poco a poco la convivencia
entre catalanes entre sí, y el resto de España.
Pero este proceso no lo puede conducir nunca el PP, ni Rajoy. No tiene
la confianza de gran parte del pueblo catalán. Han practicado el frentismo y
eso les invalida como interlocutores y para dirigir el proceso. Lo mismo que
aquéllos que se trata de imponer como sea su voluntad sin la búsqueda de un acuerdo constitucional.
En la misma situación se coloca Podemos. Reconociendo el derecho a la autodeterminación de Cataluña está negando la legitimidad de todos los
españoles para decidir su destino.
Cataluña pide respeto y los españoles, también. La CUP no puede ser la
solución.
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