En un momento como este,
toda la solidaridad con el pueblo y el Estado francés. Todos nos identificamos
y nos sentimos vecinos de Paris, y sufrimos su desolación y el dolor de los
familiares de las víctimas. Pero no están solos. Por eso les decimos: “Nous
avons tous à Paris” (“Todos somos Paris”). A la vez que rechazamos rotundamente
el atentado reivindicado por el Estado Islámico. Una barbarie indigna de
cualquier ser humano, con independencia de su creencia e ideología.
Es el momento de
reivindicar los valores de la sociedad occidental del siglo XXI: la libertad,
la justicia, la igualdad, la solidaridad, el respeto y el progreso. Los que nos
han hecho avanzar y progresar
especialmente en las dos últimas centurias. Con ellos hemos alcanzado notables
avances tecnológicos y sociales, y se ha generado enorme riqueza y bienestar. A
la vez que ha disminuido la pobreza y reforzado la cohesión social.
Este es el gran
logro de nuestra civilización. Ya no vivimos en la Edad Media. La violencia no
tiene cabida en este marco social. El diálogo y la democracia permiten superar
las diferencias y resolver los conflictos. Respetamos cualquier ideología y
creencia, o condición sexual, y convivimos con los diferentes sin problema,
ayudándoles si es necesario. Solo pedimos que nos respeten.
A lo largo de la Historia
de la humanidad, las religiones han contribuido de manera decisiva a mantener
el orden social mediante el establecimiento de unas pautas de conducta bajo la
esperanza de ganar el más allá. También en su nombre se han cometido grandes
atrocidades. Basta recordar las “cruzadas” cristianas o la “invasión árabe” de
la Península Ibérica. Se mataba y degollaba en nombre de Dios o Alá para
limpiar los territorios invadidos de
infieles.
El laicismo
progresivo de gran parte de la sociedad ha permitido abandonar el fanatismo religioso y avanzar en su progreso social. Pero esto ha ocurrido de forma
asimétrica. El estancamiento económico, asociado a la forma de vida y de
entender el progreso de parte de la sociedad musulmana, ha creado grandes diferencias de riqueza con la
sociedad occidental. Mientras unos tienes enormes dificultades para mantener su
sostenibilidad económica y social, otros nadan en la abundancia y gozan de
todos derechos y libertades. Factores
diferenciales que contribuyen a siembra el odio y el desprecio, aunque sea en
nombre de Alá.
Sería deseable una
solución política a este conflicto, pero es prácticamente imposible. El
fanatismo no entiende de soluciones negociadas y menos colectivas. No hay
interlocutor para buscar una solución. Tan solo queda protegerse con pactos de
seguridad entre Estados y avanzar en la siembra de nuevos valores de convivencia
que permitan avanzar a lo largo del tiempo. ‘La Alianza de Civilizaciones’ que
propuso el presidente Zapatero hoy se puede entender mejor que nunca. ¡Qué
lástima que la derecha siempre la despreciase!
Mientras tanto,
nuestra admiración por el pueblo y el Estado francés. Ese que es capaz de salir
del estadio Saint Denis después de los atentados cantando todos juntos la
Marsellesa en señal de orgullo y fortaleza de país. ¡Qué envidia de Estado! Y
nosotros mirando hacia atrás. Debe ser que la letra en el himno cohesiona. ¿A
qué estamos esperando? ¡Viva Francia! Y la unión de todos los pueblos sin
fronteras, incluido el Estado español.
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