domingo, 15 de noviembre de 2015

Nous avons tous à Paris



En un momento como este, toda la solidaridad con el pueblo y el Estado francés. Todos nos identificamos y nos sentimos vecinos de Paris, y sufrimos su desolación y el dolor de los familiares de las víctimas. Pero no están solos. Por eso les decimos: “Nous avons tous à Paris” (“Todos somos Paris”). A la vez que rechazamos rotundamente el atentado reivindicado por el Estado Islámico. Una barbarie indigna de cualquier ser humano, con independencia de su creencia e ideología. 

Es el momento de reivindicar los valores de la sociedad occidental del siglo XXI: la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, el respeto y el progreso. Los que nos han hecho avanzar y  progresar especialmente en las dos últimas centurias. Con ellos hemos alcanzado notables avances tecnológicos y sociales, y se ha generado enorme riqueza y bienestar. A la vez que ha disminuido la pobreza y reforzado la cohesión social. 

Este es el gran logro de nuestra civilización. Ya no vivimos en la Edad Media. La violencia no tiene cabida en este marco social. El diálogo y la democracia permiten superar las diferencias y resolver los conflictos. Respetamos cualquier ideología y creencia, o condición sexual, y convivimos con los diferentes sin problema, ayudándoles si es necesario. Solo pedimos que nos respeten.   

A lo largo de la Historia de la humanidad, las religiones han contribuido de manera decisiva a mantener el orden social mediante el establecimiento de unas pautas de conducta bajo la esperanza de ganar el más allá. También en su nombre se han cometido grandes atrocidades. Basta recordar las “cruzadas” cristianas o la “invasión árabe” de la Península Ibérica. Se mataba y degollaba en nombre de Dios o Alá para limpiar los territorios  invadidos de infieles. 

El laicismo progresivo de gran parte de la sociedad ha permitido abandonar el fanatismo religioso y avanzar en su progreso social. Pero esto ha ocurrido de forma asimétrica. El estancamiento económico, asociado a la forma de vida y de entender el progreso de parte de la sociedad musulmana, ha creado  grandes diferencias de riqueza con la sociedad occidental. Mientras unos tienes enormes dificultades para mantener su sostenibilidad económica y social, otros nadan en la abundancia y gozan de todos  derechos y libertades. Factores diferenciales que contribuyen a siembra el odio y el desprecio, aunque sea en nombre de Alá.

Sería deseable una solución política a este conflicto, pero es prácticamente imposible. El fanatismo no entiende de soluciones negociadas y menos colectivas. No hay interlocutor para buscar una solución. Tan solo queda protegerse con pactos de seguridad entre Estados y avanzar en la siembra de nuevos valores de convivencia que permitan avanzar a lo largo del tiempo. ‘La Alianza de Civilizaciones’ que propuso el presidente Zapatero hoy se puede entender mejor que nunca. ¡Qué lástima que la derecha siempre la despreciase!

Mientras tanto, nuestra admiración por el pueblo y el Estado francés. Ese que es capaz de salir del estadio Saint Denis después de los atentados cantando todos juntos la Marsellesa en señal de orgullo y fortaleza de país. ¡Qué envidia de Estado! Y nosotros mirando hacia atrás. Debe ser que la letra en el himno cohesiona. ¿A qué estamos esperando? ¡Viva Francia! Y la unión de todos los pueblos sin fronteras, incluido el Estado español.        

        


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