Nos encontramos en
un momento de máxima inestabilidad económica, social y política. El atentado de
Niza y el intento de golpe de Estado en Turquía son dos pruebas inequívocas de
esta situación. Pero a ellas se une el Brexit y la situación de miseria y
hambre por la que atraviesan muchos pueblos del continente, unido a la
violencia indiscriminada en muchas partes del mundo. El problema es cómo salir
de esta situación.
No es fácil. Lo más
preocupante en el momento actual es el choque de civilizaciones. La sociedad
occidental frente a la oriental; o la ira y el rencor de una sociedad que se
siente discriminada y explotada por la
sociedad occidental y manifiesta su resquemor con actos de violencia
indiscriminada para sembrar el terror. Bien es cierto que ambas civilizaciones
no están enfrentadas de forma abierta, y que los actos de violencia física y
lógica responden a acciones aisladas de grupos de interés que se atribuyen la
representación colectiva.
La solución
policial no es solución. Acaso los servicios de inteligencia pueden entrar en
la cabeza de un loco que padece de forma sobrevenida un ataque de radicalismo y
por su cuenta decide matar a un grupo de personas socialdemócratas, como
ocurrió en Dinamarca hace unos años. No, no es fácil. Pero sólo se puede
avanzar con mayor cohesión social, más tolerancia y respeto a lo diferente y
diferentes. Todo un reto.
Hoy más que nunca
necesitamos pensamiento positivo. Necesitamos una cultura más colaborativa a la
hora de abordar la resolución de los problemas. Las organizaciones supranacionales
tienen un papel fundamental para impulsar nuevas políticas que contribuyan a la
erradicación del hambre y den respuesta a las fuertes tensiones territoriales.
Necesitamos en definitiva un mundo sin fronteras, en el que la globalización se convierta en una herramienta para la integración del hemisferio norte y el sur; del occidente y el oriente; de la cohesión social y territorial. En definitiva, un sueño. Pero si no se sueña, jamás se conseguirá lo que necesita el mundo en este siglo: Paz y armonía para combatir la inestabilidad. Empecemos a soñar ya construirla poco a poco.
Necesitamos en definitiva un mundo sin fronteras, en el que la globalización se convierta en una herramienta para la integración del hemisferio norte y el sur; del occidente y el oriente; de la cohesión social y territorial. En definitiva, un sueño. Pero si no se sueña, jamás se conseguirá lo que necesita el mundo en este siglo: Paz y armonía para combatir la inestabilidad. Empecemos a soñar ya construirla poco a poco.
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