Después de más de
200 días de un Gobierno en funciones parece como si la cosa no fuese con Rajoy.
¡Que hable Rajoy! Ha llegado el momento de que tome la iniciativa para formar Gobierno
y no trasladar a la opinión pública que esto no depende de él sino de otros.
Han pasado más de
15 días desde las últimas elecciones generales y ni tan siquiera se ha llegado
a reunir aún con todos los líderes políticos. Su partido y equipo mediático se
han encargado en este tiempo de hacer descansar sobre el PSOE la responsabilidad
de formar Gobierno, de la misma manera que en la corta legislatura anterior
jugó desde el primer momento a responsabilizar a otros y a polarizar la vida
pública preparando unas elecciones generales, en las que en términos relativos
le ha ido mejor que a nadie.
En este momento,
todo apunta a que Rajoy y el PP no descartan unas terceras elecciones y se
mueven en esa táctica, de lo contrario no se puede entender esa inacción
manifiesta para sacar adelante y pactar un Gobierno. Ellos saben que unas
terceras elecciones, aderezadas con una buena campaña mediática de la inmensa
mayoría de medios que controlan, les puede situar por encima del 35 por ciento
y a los otros tres partidos por debajo del 20 por ciento. Eso sería mayoría
absoluta para el PP y miseria para los españoles. Más de lo mismo. Pero sería
una situación idílica para el PP y en especial para Rajoy, que salvaría con
certeza su cabeza. La culpa de la convocatoria elecciones ya la tendrían
otros.
No está claro que
Rajoy vaya aceptar el encargo del Jefe del Estado para formar Gobierno. Antes,
en el tiempo de descuento en el que nos encontramos en este momento, debiera
trabajar acuerdos con las fuerzas conservadoras afines. Necesita 39 diputados
adicionales a los 137 que tiene para alcanzar la mayoría absoluta y dispone de
46 diputados de otros partidos que por afinidad le podrían dar su voto. Pero
hasta el momento no se ha despeinado. No
ha hecho ofertas concretas ni a C’s, ni a PNV, ni a CDC. Parece ser que con CC con
un diputado hay acuerdo. Por tanto pintan bastos.
Si Rajoy no tiene
la certeza absoluta de apoyo en el primer proceso de investidura no pondrá en
marcha el reloj de la democracia. Él, que durante estos últimos cuatro años ha
sido incapaz de negociar nada con nadie, sabe que genera desconfianza y rechazo
en las otras formaciones. Someterse a la investidura en primera instancia
supone un rechazo a Rajoy, tanto en la primera votación como en la segunda. Y
eso representa un riesgo muy grande para él.
Se abrirá el debate, incluso en su partido, sobre la idoneidad de su
perfil para presidir un Gobierno que requerirá mucho diálogo y consenso. Y,
sobre todo, un cambio radical de políticas, muy diferentes a las que ha
practicado para llegar acuerdos. El perfil del nuevo presidente del Gobierno no
es ni de cerca el de Mariano Rajoy.
La constitución de Gobierno
no va a ser tan rápida como algunos pensaban o incluso el propio presidente en
funciones ha verbalizado. Sus declaraciones vuelven a buscar el tacticismo
electoral y a demonizar al PSOE, al que pide responsabilidad y altura de miras
–la que ellos no han demostrado propinando la división de la izada-. Pero Rajoy
debe empezar a moverse y hacer ofertas para cristalizar acuerdos. Sólo así lo
constituirá. Salvo que, como algunos nos tememos, vaya buscando otra cosa. ¡Que
hable Rajoy! Le toca.
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