Esta semana se conocía la noticia de que en la asignatura de
Resistencia de Materiales y Elasticidad en las Escuela de Ingenieros
Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) sólo aprobó el 0,8
por ciento de los alumnos que se presentaron en julio. ¡Sorprendente!, ¿verdad?
Más bien el titular debiera haber sido que los profesores de esa asignatura
“suspenden” a casi todos y se suspenden a ellos mismos en docencia y dignidad
personal. Una manifestación clara de su esquizofrenia docente.
A mí esta situación no me resulta desconocida, ni indiferente. La sufrí
en diversas ocasiones en el desarrollo de mis estudios de Ingeniería Industrial
en la Universidad Politécnica de Madrid. Me ocurrió con Calculo II, en Segundo,
cuando, después de acertar en el examen de junio cuatro problemas de cinco de
“idea feliz” –rebuscados y con un cambio de variable inimaginable, que lo
encontré -, me suspendieron con un dos, como a la práctica totalidad de mis
compañeros; pero me aprobaron en septiembre, a pesar de haber hecho bien sólo
dos problemas de cinco. En Tercero nos ocurrió lo mismo en Campos y Ondas y en
Resistencia y Elasticidad de Materiales. Creo que de 450 alumnos aprobaron
cinco en junio.
A pesar de ello, conseguí terminar la carrera curso por año. Sé bien lo
que vale un peine. Lo reseño porque algún “pintamonas” de estos que
caricaturizan en la prensa y se creen dios, pero que rezuman ignorancia y
superficialidad, ha puesto en duda mi
esfuerzo personal en la vida, no porque uno sea vanidoso. Pero, al mismo tiempo,
sentí toda la indignación que se puede sentir. Eran otros tiempos. Estábamos en
plena Transición y la cultura docente era otra. Se competía por quién suspendía
más en las ingenierías. Flaco favor hacían a la enseñanza, que, por lo general,
era muy teórica y con una gran deficiencia práctica. Pero no había cauces para
protestar.
Por suerte estos alumnos de Aeronáutica han encontrado un cauce para
denunciarlo. La prensa libre. Y vaya con ellos mi solidaridad, como alumno que
lo sufrí en su momento, pero también como docente que fui en la Carlos III en
Ingeniería Industrial. Sin duda, lo que pone de manifiesto este caso es un
fallo en los sistemas de evaluación docente. A mí no me extraña. Conozco bien
la Politécnica donde hice mi carrera y cursos de doctorado, y muchas cátedras
siguen impregnadas del sabor rancio y endogámico de la cultura docente de otros tiempos. Se puede
ser exigente y riguroso en la evaluación. Algunos lo fuimos, y mucho, a través
de exámenes extensivos e intensos, pero jamás el aprobado bajó del 30 por
ciento en junio, periodo en el que se suele ser más exigente.
Por último, hay denunciar el papelón que ha hecho el vicerrector
defendiendo lo indefendible. Hay cuestiones que caen por su propio peso, y el
departamento correspondiente está bajo sospecha docente. Me temo que visto lo
visto el mal se extiende a otros. Algunos departamentos universitarios en
nuestro país tienen que cambiar de orientación: no se trata de tener el récord
de suspensos, sino de mejor acreditación docente por resultados.
En la universidad española algunos siguen anclados en la esquizofrenia
docente. Va siendo hora de ponerlos un tratamiento y de establecer protocolos
en las universidades que nos los tengan para que esto no vuelva a ocurrir, por
respeto y dignidad a los alumnos que estudian y se sacrifican para labrarse un
futuro. Y también por justicia.
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