La lealtad política es un valor a la baja, al menos
si nos atenemos a las manifestaciones y a los hechos cotidianos de la vida
pública. Son muchos los políticos que
hacen alarde de la deslealtad como herramienta fundamental de su acción política.
E incluso alguna se atreve a proclamar que la lealtad es incompatible con la
acción política.
“La lealtad -como afirma Luis Legaz Lacambra- es la
perseverancia en el aprecio o el servicio hacia alguien al que se patentizó una
adhesión traducida en un comportamiento coherente y significativo desde el
punto de vista humano”. La lealtad cubre el ser entero de la persona en todas
sus dimensiones. Se es leal hacia los amigos, hacia las instituciones, hacia la
palabra empeñada en un contrato, hacia los dictados de la propia conciencia… En
el ámbito político el compromiso y la lealtad de los elegidos se han de manifestar
hacia los electores, hacia las instituciones, pero también en el respeto entre
las diferentes formaciones políticas y entre los integrantes de un mismo
partido.
Series de ficción como ‘Juego de Tronos’, ‘House of Cards’ o ‘Borgen’, a las que tanto recurren algunos de los políticos emergentes
e incluso toman como referente de su actuación, ponen de manifiesto el
deterioro en valores de la acción política. El protagonista de ‘House of Cards’
llega a afirmar sin ningún rubor: “Yo no uso a la gente, a no ser que luego no
pueda deshacerme de ellos”, lo que pudimos comprobar muy al principio de la
serie- les he de confesar que no pude pasar de la primera temporada por la
grima que me producía-. Pero los guionistas demuestran capítulo a capítulo un
serio conocimiento de la acción política, al menos la americana, pero no creo
que difiera radicalmente de la europea.
Estos días estamos pudiendo comprobar cómo, sin el
menor rubor posible, el partido del Gobierno en funciones pone a las claras su
política de deslealtad hacia el partido antagonista. No sólo utiliza su poder
institucional y estatal contra los que no les son afines, sino que además llama
a la rebelión interna para desautorizar al secretario general del PSOE y
derrocarlo, y forzar la defensa de sus intereses de partido. Increíble, pero
cierto. Una prolongación más de lo que ha sido su forma de gobernar durante los
últimos cuatro años, fundamento de su descrédito social y de su rechazo para la
mayoría de los españoles. Un comportamiento fuera de la ética social y de las
normas de convivencia democrática.
En el seno de los partidos políticos también cuecen
habas. La deslealtad es común. Es una actitud propia de mediocres y de personas
ensimismadas cuya única aspiración es alcanzar la cima como sea. Sus
manifestaciones son múltiples. Pero suele ser común en estas prácticas tender
la mano, y además hacerlo público, a la vez que de forma obtusa se hacen
confesiones a medios de comunicación o grupos de interés contrarios a los que
dicen defender. El doble mensaje suele ser corriente en estas prácticas, en
función de quien o quienes sean los interlocutores… Suelen tener escaso
recorrido y su actitud, antes o después, queda al descubierto y es penalizada
por la mayoría. La ambición y su egocentrismo son sus perores enemigos.
La política y lealtad deben ir de la mano. Sólo así
se puede hacer política a lo grande. Los grandes políticos ante todo son
leales; y la política en mayúsculas se fundamenta en al lealtad social,
personal e institucional. La serie ‘Borgen’, a pesar de ser una serie de
ficción, es un buen ejemplo de ello. Tomemos la política nórdica como
referencia. Ganaremos, todos, mucho.
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