La celebración de la
Fiesta Nacional el pasado día 12 de Octubre ha puesto de manifiesto por segundo
año consecutivo los complejos de Estado que manifiesta la autodenominada
izquierda emergente. En esta ocasión no asistieron a la celebración de los
actos ni su líder ni la alcaldesa anfitriona de la ciudad en la que se
celebraron los actos centrales.
Esta actitud pone
de manifiesto su propia concepción de la política de Estado. De forma tácita
están negando la necesidad del Estado español como institución que aglutina a
diversos pueblos en un territorio histórico bajo el paraguas normativo de una
Constitución de corte continental que cobija la autonomía de las diferentes
comunidades que la integran. Sólo con un Estado fuerte se puede avanzar
preservando los derechos, libertades y convivencia de los ciudadanos de las
diferentes regiones con un marco de cohesión común.
La Fiesta Nacional
representa la exaltación y el orgullo de lo que entre todos hemos sido capaces
de alcanzar. Sólo con tener un poquito de perspectiva histórica y sensatez es
posible reconocer el fuerte avance experimentado por la sociedad española de la
España de los 60 con respeto al momento actual. Y ese avance es la
manifestación de un triunfo colectivo. De todos. No hubiese sido posible sin la
contribución de catalanes, vasco o gallegos. De la misma forma que ellos no
hubiesen avanzado.
¿A qué se debe esta
actitud? Sin duda hay que contemplarla en clave electoral. La “nueva casta”
piensa siempre más en términos de intereses partidistas que de servicio público
e interés ciudadano. Más allá de la coherencia de muchos de sus militantes y
cuadros, la estrambótica dirección siempre se mueve en onda mediática. No cabe
duda que la alcaldesa de la segunda ciudad del país marca sus pautas. No hay
paso que se dé que no esté condicionado por la búsqueda de su hegemonía
política en Cataluña. En definitiva una manifestación más del populismo
versátil.
Sólo con
convicciones firmes y con una identidad política propia se puede avanzar. La
denominada izquierda ora leninista, ora socialdemócrata, carece de la
consistencia necesaria para dar respuesta a los problemas de los españoles. Es
la consecuencia del hartazgo de muchos ciudadanos ante una forma de hacer y
concebir la acción política después de una época de abundancia. Pero su praxis
nos conduciría a una situación social mucho peor, de la que dan buena cuenta
los resultados de algunos estados que le sirven de modelo.
No podemos confiar
nunca en quien reclama la conflictividad social para exaltar la necesidad de su
presencia y hace de la profundización de los problemas su razón de ser. Buena
prueba de ello es que no son capaces de resaltar el trabajo colectivo de todos
manifestado en la Fiesta Nacional. Tienen, sin duda, un complejo de Estado y
hacen un uso instrumental de la política.
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