La reciente crisis
del PSOE está poniendo de manifiesto la importancia que tiene para el presente
y el futuro de la organización el liderazgo político. No es fácil dirigir un
partido abierto y plural como el PSOE, y mucho menos en una época de crisis
económica, social, territorial e institucional en la que algunos de los viejos
paradigmas de la izquierda han quedado obsoletos. Y todo ello en un entorno
turbulento en el que la mayoría bipartidista ha dado paso a una importante
segmentación electoral que conlleva necesariamente acuerdos para poder
garantizar la gobernabilidad del país.
Las crisis del PSOE
han sido sonadas. Pablo Iglesias vio al final de su vida cómo la mitad de sus
afiliados huían ante la escisión del socialismo en dos tras la revolución rusa:
leninistas y marxistas. Los años treinta trajeron enormes tensiones entre dos
facciones lideradas por Largo Caballero e Indalecio Prieto. Ya en los años 70
el órdago de Felipe abandonando el marxismo generó una gran tensión que estuvo
a punto de provocar una escisión. Y después diferentes tensiones de diferente
índole como esta que estamos viviendo en el momento actual. Lo cierto es que
sólo aquellos que han permanecido en el PSOE han sido capaces de construir una
historia de éxito para la mayoría de los españoles. El progreso social y
económico de los españoles en los últimos 40 años no hubiera sido posible sin
el proyecto socialdemócrata del PSOE.
Los conflictos
suelen estar asociados a la mayor o menor capacidad de persuasión del líder del
partido sobre la ciudadanía y los militantes. Y como acostumbro a repetir en
las asambleas de mi partido y órganos de dirección el “pan se gana día a día”.
Sólo desde la oposición con un proyecto consistente, realista, creíble e
ilusiónate que los ciudadanos perciban que pueda contribuir a mejorar sus
expectativas de vida se gana adhesión. Desde el Gobierno no sólo predicando,
sino dando trigo. En ambos casos, el papel esencial lo tiene el líder. Un líder
que puede haber sido elegido en un momento dado con un alto respaldo de la
militancia o de los ciudadanos, pero que requiere revalidar día a día su
compromiso con la sociedad con el esfuerzo, el ejemplo y la empatía social. La
Humildad es un valor esencial, así como el diálogo y el saber rectificar y
perder si fuese necesario.
Sun Tzu en El arte dela guerra dice: ¨El liderazgo es una cuestión de
inteligencia, honradez, coraje y disciplina. Cuando uno tiene las cinco
virtudes todas juntas, cada una correspondiente a su función, entonces puede
ser líder”. Ser líder implica diferir con las ideologías de la mayoría, ya
que implica tener responsabilidad para argumentar y debatir para inspirar
seguridad. Querer ganarse la simpatía de todos es un signo de mediocridad. Es
imposible contentar a todos. El liderazgo requiere implicar hacer participar,
pero muchas decisiones serán exclusivamente del líder. El liderazgo se ejerce
en solitario.
El PSOE tiene en estos
momentos una crisis de liderazgo profunda, que incluso me atrevo a calificar de
liderazgos. Es el momento, de forma sosegada y tranquila, una vez que se supere
el actual momento, de buscar un nuevo modelo de organización más acorde con los
tiempos, y marcarse un horizonte en el que nos aproximemos con paso corto y
mirada larga con un programa político que permita contribuir al bienestar de
los ciudadanos. La socialdemocracia es imprescindible en nuestro país para
mejor la cohesión social y territorial. España necesita al PSOE, y el PSOE
ejercerá el liderazgo socialdemócrata que los españoles necesitan.
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