Para muchos
segovianos el acto más sublime del último día de año no son las uvas –que
algunos decidimos hace ya muchos años no seguir-, sino la San Silvestre. Una carrera en la que, según los organizadores,
participamos 4.500 corredores en Segovia. Se trata de algo más que una carrera.
Tiene magia. Es un punto de encuentro con amigos, tanto al inicio como en su
desarrollo y al final de la prueba, y sirve para disfrutar una vez más de la
belleza monumental de la ciudad y del calor de sus gentes que en todo momento
te anima y vitorea. Un lujo que algunos llevamos sin perdernos desde hace
muchas ediciones. Más aún si la
meteorología le pone un poco de morbo.
La participación fue
más abundante que en ocasiones anteriores. Esa fue mi sensación. Bien es cierto
que salí desde posiciones muy atrasadas, lo que hace muy difícil avanzar a tu
ritmo natural de carrera. No lo pude alcanzar hasta llegar a la plaza, si bien
la bajada de la Calle Real frenó de nuevo el ritmo. Muchos de los participantes
eran muy jóvenes. Tuve la oportunidad de comprobar con enorme satisfacción cómo
uno de mis amigos tuteló la carrera de su hijo de 12 años hasta que llegaron a
meta; o de cómo otro marcaba el ritmo a su nieto de 14 años.
La cultura del
deporte se transmite de padres a hijos. No cabe duda. Mi amigo Chuso también
corrió con su hijo. Yo les alcancé en la Calle Real. Su hijo nos dejó en la
subida de José Zorrilla, y ambos hicimos el resto de la carrera en animada
conversación hasta la Plaza Mayor. El tiempo era lo de menos, a pesar de que no se nos dio mal del todo,
teniendo en cuenta que el paso de los años siempre pasa factura. Nos llegamos a
plantear si un 20 por ciento de los que estaban en la carrera serían capaces de
correrla cuando sean veteranos. Llegamos a la conclusión de que sí. Una vez que
coges el gusanillo es muy difícil soltarlo, y la afición a la San Silvestre
segoviana ha crecido exponencialmente en los últimos años.
Una vez más había
familias enteras animando a sus corredores. Tanto Chuso como yo tuvimos varias
menciones personales dándonos ánimo. No deja de sorprenderme que algunos sigan
refiriéndose a mí como subdelegado a pesar de los años transcurridos desde que
dejé de serlo. Pero lo que más me sorprendió fue la voz de una jovencita que a
la altura de la iglesia de Santa Eulalia dijo,
“y cómo no, también corren políticos”. No la debió hacer mucha gracia
que en un acto popular apareciera uno de esos personajes. Mi respuesta fue una
sonrisa de comprensión. Me hubiese gustado explicarle que los políticos somos
personas que disfrutamos como el resto de la práctica del deporte y de este
tipo de actos populares. Incluso mucho antes de participar en la vida pública.
No era el momento.
Antes de que
comenzase el Nuevo Año la organización me comunicó mediante un sms mi tiempo y
el puesto ocupado en la llegada. Maravilloso. El próximo 31 de diciembre espero
encontrarme, una vez más, con los segovianos que la noche de fin de año nos
gusta participar de la fiesta colectiva de la San Silvestre. Será una buena señal. La mejor del transcurso de un
año, la Salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario