La mañana de Reyes siempre ha sido mágica. Es una
enorme alegría ver la cara de satisfacción de los “peques”. Muchos niños tienen
la suerte de hacer realidad sus ilusiones y recrearse con sueños que les
proyectan al futuro. Unos se ven futbolistas, bomberos; otras, actrices,
peluqueras, médicas… Soñar es imprescindible para marcarse metas y poder llegar
a lo que uno aspira; lo que no es fácil. La realidad cotidiana nos va enseñando
lo difícil que es triunfar y lo fácil que es fracasar. Mucho más cuando lo
orígenes son muy humildes o desestructurados. Hay quienes jamás salen del pozo,
con lo que ello implica: miseria, hambre, enfermedades, frío y esperanza de
vida más baja.
En este día mágico tuve también la oportunidad de
contemplar cómo hay personas que rastrean los contenedores de los grandes
supermercados del extrarradio para aprovechar algo de los deshechos de la
sociedad de consumo. Duro, muy duro. Mucho más si quien realiza la búsqueda te
conoce y siente la necesidad de esconderse. Y una reflexión: Nadie está libre,
por muy bien que le vayan las cosas, de verse en una situación similar.
Quien practica la acción de mendigar lo hace por
necesidad. En España un 22,1 por ciento de la población se sitúa al borde de la
pobreza, según la última Encuesta de
Condiciones de Vida. Este colectivo debe ser la prioridad política de
cualquier Gobierno que tenga una mínima sensibilidad social. La subida de un 8
por ciento del salario mínimo contribuye, sin duda, a paliar algo la situación;
prohibir los cortes de luz a las familias más vulnerables es un gran paso. Nos
falta uno más: establecer un IngresoMínimo Vital para aquellas familias que no pueden llevar una vida digna. Un
ingreso cuya cuantía ha de estar en función de la capacidad económica y
solidaria del país, y de la necesidad. Nunca como complemento salarial.
Hoy los más importantes son los que están en el
agujero, los que no pueden salir de la trampa de la pobreza. Combatir la
desigualdad también, pero lo más urgente en estos momentos es acabar con la
pobreza. Es necesaria una recaudación fiscal razonable que sirva para erradicar
la pobreza y garantice el acceso a bienes esenciales como son la sanidad, la
educación, pensiones dignas… La carta a los Reyes Magos ha de ser realista. Se
puede prometer la luna, y algunos políticos lo hacen, pero están fuera de este
mundo. Están más a lo suyo que a resolver los problemas prioritarios de los
ciudadanos.
A todos los españoles de buena fe nos gustaría una
renta mínima vital de 800 euros; un salario mínimo de 1.000 euros y una
redistribución equitativa de la renta con el menor nivel de dispersión posible.
A corto plazo es imposible alcanzar esas cifras con las características de nuestro modelo
productivo. Una expansión exorbitante del gasto público y de la presión fiscal dispararía
el paro y aumentaría aún más la pobreza. Por eso, en lo social, hemos de ir
buscando lo fundamental: atajar la pobreza y crear las condiciones para crecer
y redistribuir la riqueza. Éste ha de ser nuestro gran objetivo: hacer
desaparecer la pobreza en nuestro país en 2017.
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