domingo, 22 de enero de 2017

La luz, un servicio vulnerable



Una profunda preocupación se constata en muchos españoles estos días ante la escalada del precio del suministro del servicio de energía eléctrica, la luz, como la solemos denominar. No es para menos. Desde diciembre del pasado año pagamos un 33 por ciento más, y en el último año un 50 por ciento. Esta situación no es socialmente neutra. Como siempre los más perjudicados son las personas en situación de vulnerabilidad. No se puede permitir que en momentos de mayor necesidad de luz y calefacción sea cuando su precio alcanza un récord.

El sector eléctrico, en la ley que lo regula, se contempla como un conjunto de actividades productivas encadenadas: generación, transporte, distribución y comercialización. El primero y el último eslabón están liberalizados; los intermedios tienen naturaleza monopolística. Este marco regulador, junto al modo de funcionar del mercado eléctrico, ha creado múltiples distorsiones en la provisión de energía  eléctrica. Entre ellas, el actual sistema de fijación de precios.    

El sistema actual permite que los precios sean distintos cada hora. Así el pasado 19 de enero a las tres de la madrugada el kw-hr costaba 0,067€, mientras que siete horas antes llegó a alcanzar un valor de 0.094€. A esa hora la producción española de energía eléctrica en términos porcentuales era la siguiente: carbón, 16,3; ciclo combinado de gas, 23,1; cogeneración, 9,1; hidráulica, 15,6; eólica, 18,1; nuclear, 16,7 y centrales de fuel, 1,1. El Gobierno, en 2013, fijó un precio único y, tras la subida descomunal de diciembre de 2013, lo cambio a un sistema de subasta de precios del mercado mayorista, según un mercado marginal. 

En ese mercado, para la cubrir la demanda de cada momento, primero entran a funcionar las centrales más baratas, luego las más caras o más flexibles y así sucesivamente hasta que la producción equilibre la demanda. Lo que se pague a la última central en entrar se la pagará también a la primera. Otros factores enunciados estos días, como las circunstancias climáticas, la subida del gas, la exportación a Francia, influyen en la subasta, pero no son determinantes en la distorsión del precio de la luz. 

Con el actual marco el precio que se paga por la energía representa aproximadamente la mitad del total de la factura. En él se incluyen los peajes de acceso a las redes y la tarifa regulada que fija el Gobierno, que incluye numerosos cargos, como las renovables, la financiación de la deuda por el déficit, la ayuda a la interrumpibilidad, los pagos por capacidad a las centrales térmicas aunque no estén en funcionamiento…  

Es urgente una profunda reforma de la regulación del mercado eléctrico para evitar incomprensibles subidas de precio. Se requiere un nuevo marco conceptual que acerque la facturación a costes reales y evite la especulación del mercado y las cargas impropias en el precio de la luz. Tengo mis dudas de que una auditoría, como están proponiendo algunos partidos, sirva para clarificar la situación; puede que para todo lo contrario. Nos puede abrir nuevos frentes con la Comisión Europea. Necesaria, sí; pero no es la solución.

El Gobierno tiene que eliminar el sistema actual de subasta eléctrica. Se trata de una "subastas trampa", cuyos resultados no son fiables y benefician siempre a los mismos. La reforma del sector eléctrico que hizo el Gobierno ha sido una batería de cesiones a las grandes empresas energéticas. Uno de los elementos fundamentales de la reforma debería haber sido el sistema de fijación de precios, que debería sustituirse por otro procedimiento. Los resultados los estamos viendo. En esta área, como en otros muchos, se está poniendo de manifiesto la falta de un proyecto claro y eficaz en materia energética. Lo sufren más los de siempre, los más pobres.  


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