No hace muchos
días celebrábamos el Día Internacional de la Mujer. En esa jornada quedó de
manifiesto la discriminación que sigue viviendo la mujer en el mundo actual en
diferentes aspectos de su quehacer
diario. Se ha avanzado mucho desde que Clara Campoamor impulsara el sufragio
universal femenino, ejercido por primera vez por las mujeres en las elecciones
de 1933. Campoamor defendió los derechos femeninos y reclamó la responsabilidad
de dar entrada a esa mitad de género humano en política. Una cuestión de
dignidad y justicia en la que aún queda mucho recorrido en la igualdad de
derechos.
Hoy, la mujer
sigue cobrando 10,4 por ciento menos por cada hora trabajada respecto al
hombre, a tenor de los datos publicados recientemente por el Instituto Nacional
de Estadística (INE). En el caso de las trabajadoras segovianas, la brecha
salarial asciende a 3.500 euros anuales para un salario medio de 17.000 euros,
según los propios datos de la Agencia Tributaria. Una discriminación
intolerable que mayoritariamente no se sustenta sobre bases objetivas. Responde
en muchos casos a una dinámica de menosprecio de la mujer en el puesto de
trabajo asentada sobre viejas culturas de corte decimonónico y aún no
erradicadas del todo; en otros, al papel asumido por la mujer en la sociedad y
en el ámbito familiar que le sitúa en una situación más vulnerable ante las
exigencias empresariales.
El Congreso de
los Diputados ha aprobado recientemente por unanimidad una moción para que el
Gobierno elabore una Ley de Igualdad Transversal que acabe con esta brecha
salarial que sufren las mujeres. Esta futura ley no puede ser testimonial, sino
que debe apuntar acciones con este fin. No sirve con la igualdad legal, el
Gobierno debe articular medidas para que la igualdad sea real. Sólo con medidas
proactivas se podrá poner fin en el menor tiempo posible a esta discriminación
que sufre la mujer y que no se sustenta en causas económicas, ni estructurales
desde el punto de vista económico.
La brecha
femenina se extiende a otras facetas. En el mercado laboral la discriminación
de la mujer alcanza tanto a su participación en la actividad laboral como en el
nivel de paro. En provincias como Segovia la tasa de actividad femenina es
siete puntos inferior a la masculina; y la tasa de paro se sitúa casi cuatro
puntos por encima del paro masculino. La tradición cultural española sobre el
papel de la mujer en el mundo laboral arrastra a muchas féminas a asumir un
papel principal en el sustento familiar y a su renuncia a buscar un puesto de
trabajo en el mercado laboral. El problema se agrava por el menor atractivo que
ofrecen unos salarios más bajos.
Las mujeres
dedican mucho más tiempo también al cuidado del hogar y la familia. EL INE nos
ha recordado esta última semana que por término medio el hombre dedica 3,46
horas menos que la mujer a estas labores. Es urgente impulsar medidas de
conciliación laboral y familiar para romper esta brecha social, que han de ir
acompañadas de una educación en la igualdad y en la corresponsabilidad familiar en el desarrollo de las actividades
domésticas.
Una de las
mayores brechas entre hombres y mujeres afecta a las últimas etapas de su vida.
Hay diferencias notables entre las pensiones entre géneros. En Europa la
pensionista cobra, de media, un 38 por ciento menos de pensión. Esta situación
se repite en todos los países que conforman la Unión Europea, incluida España.
La igualdad de género no forma parte del presente laboral, pero tampoco del
futuro en el contexto actual.
La brecha de
género actual hace más necesaria que nunca la elaboración de una estrategia
para combatir sus efectos y erradicar sus causas. Un problema que afecta a
todos, hombres y mujeres, y cuya eliminación contribuirá a cuestionar más la
sociedad y hacerla más justa.
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