No. Rotundamente,
no. Sólo cuando ETA anuncie su disolución y la haga efectiva habrá terminado
esa pesadilla que se surgió para los españoles en el año 60. La macabra
aventura ha costado en nuestro país 829 vidas y otros cuantos heridos con
secuelas irreversibles, y el quebranto de la convivencia social y el exilio de
muchas familias y empresas. Un dolor irreparable para todos los españoles y, en
especial, para el pueblo vasco.
Después de siete
años sin muertos, y cinco de declaración oficial del cese de la violencia, ETA
nos ha sorprendido con el anuncio de entrega de las armas sin condiciones. Lo
ha hecho de forma indirecta. No ha emitido comunicado oficial alguno, al menos
de momento. Pero da igual. La sociedad española hace tiempo que descontó este
anuncio. Bienvenido sea, si es que se confirma. Como en todos los anuncios de
la banda terrorista hemos de ser escépticos. No hace mucho tiempo sobre este
mismo tiempo escenificaron una pantomima con el ánimo de recibir
contraprestaciones para sus presos.
La desaparición de
ETA no tiene marcha atrás. El anuncio de que el día 8 de abril repartirá un
mapa con la ubicación de sus zulos es más un acto en búsqueda de la
escenificación y del protagonismo político que de efectividad real. ETA no sabe
con qué armamento cuenta, ni dónde están sus zulos, y aunque lo conociese sólo
presentarían una muestra testimonial. Corren el riesgo asociado de que su
acceso a ellos pueden contribuir a esclarecer alguno de los procesos judiciales
aún abiertos. Son terroristas, no lo olvidemos. Se trata, sin duda, de un acto
de propaganda política que intenta evocar un recuerdo que las personas de
bien preferimos olvidar para siempre.
ETA se acabará
disolviendo más pronto que tarde. La acción policial y el diálogo desplegado
durante los últimos gobiernos socialistas han sido claves para que hoy ETA esté
en el olvido y derrotada. La política negociadora desplegada por José Luis
Rodríguez Zapatero con Eguiguren ha dado sus frutos. Hubo quien se permitió el
lujo y osadía de decirles que estaban coqueteando con el terrorismo. Sin la
política y sin el diálogo discreto desplegado por Zapatero hoy nos estaríamos
donde estamos. La política, hasta el momento, se ha impuesto al terrorismo y
debe seguir imponiéndose.
El Gobierno debe
buscar cauces de enlace con ETA hasta buscar su disolución final. El escenario
político para este fin no puede ser más favorable. Y sólo cuando los pocos
terroristas latentes confirmen de forma certera su disolución el Gobierno debe
manifestar su generosidad con garantías. ETA sólo tiene un objetivo: el
acercamiento de sus presos a las cárceles vascas, y muy remotamente, sin
esperanza, la búsqueda de indultos. En esto consiste la resistencia de la banda
armada para hacer su anuncio. El Gobierno tiene que catalizar en este proceso
para normalizar la sociedad vasca y olvidar esta pesadilla de una vez por
todas.
Libros como Patria de Fernando Aramburu o el Padre de Caín de Rafael Vera, desde diferentes ópticas, ponen de
manifiesto el sufrimiento y la quiebra social que ha generado el terrorismo en
el País Vasco. Una tierra fustigada por esta locura idílica y sin sentido que
ha supuesto la lucha armada para conseguir la independencia de los vascos del
Estado español. Ellos han sido los grandes perdedores. Esta pesadilla ha de
terminar totalmente cuanto antes.
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