domingo, 19 de marzo de 2017

¿Fin de la pesadilla?



No. Rotundamente, no. Sólo cuando ETA anuncie su disolución y la haga efectiva habrá terminado esa pesadilla que se surgió para los españoles en el año 60. La macabra aventura ha costado en nuestro país 829 vidas y otros cuantos heridos con secuelas irreversibles, y el quebranto de la convivencia social y el exilio de muchas familias y empresas. Un dolor irreparable para todos los españoles y, en especial, para el pueblo vasco.  

Después de siete años sin muertos, y cinco de declaración oficial del cese de la violencia, ETA nos ha sorprendido con el anuncio de entrega de las armas sin condiciones. Lo ha hecho de forma indirecta. No ha emitido comunicado oficial alguno, al menos de momento. Pero da igual. La sociedad española hace tiempo que descontó este anuncio. Bienvenido sea, si es que se confirma. Como en todos los anuncios de la banda terrorista hemos de ser escépticos. No hace mucho tiempo sobre este mismo tiempo escenificaron una pantomima con el ánimo de recibir contraprestaciones para sus presos.

La desaparición de ETA no tiene marcha atrás. El anuncio de que el día 8 de abril repartirá un mapa con la ubicación de sus zulos es más un acto en búsqueda de la escenificación y del protagonismo político que de efectividad real. ETA no sabe con qué armamento cuenta, ni dónde están sus zulos, y aunque lo conociese sólo presentarían una muestra testimonial. Corren el riesgo asociado de que su acceso a ellos pueden contribuir a esclarecer alguno de los procesos judiciales aún abiertos. Son terroristas, no lo olvidemos. Se trata, sin duda, de un acto de propaganda política que intenta evocar un recuerdo que las personas de bien  preferimos olvidar para siempre. 

ETA se acabará disolviendo más pronto que tarde. La acción policial y el diálogo desplegado durante los últimos gobiernos socialistas han sido claves para que hoy ETA esté en el olvido y derrotada. La política negociadora desplegada por José Luis Rodríguez Zapatero con Eguiguren ha dado sus frutos. Hubo quien se permitió el lujo y osadía de decirles que estaban coqueteando con el terrorismo. Sin la política y sin el diálogo discreto desplegado por Zapatero hoy nos estaríamos donde estamos. La política, hasta el momento, se ha impuesto al terrorismo y debe seguir imponiéndose.  

El Gobierno debe buscar cauces de enlace con ETA hasta buscar su disolución final. El escenario político para este fin no puede ser más favorable. Y sólo cuando los pocos terroristas latentes confirmen de forma certera su disolución el Gobierno debe manifestar su generosidad con garantías. ETA sólo tiene un objetivo: el acercamiento de sus presos a las cárceles vascas, y muy remotamente, sin esperanza, la búsqueda de indultos. En esto consiste la resistencia de la banda armada para hacer su anuncio. El Gobierno tiene que catalizar en este proceso para normalizar la sociedad vasca y olvidar esta pesadilla de una vez por todas.

Libros como Patria de Fernando Aramburu o el Padre de Caín de Rafael  Vera, desde diferentes ópticas, ponen de manifiesto el sufrimiento y la quiebra social que ha generado el terrorismo en el País Vasco. Una tierra fustigada por esta locura idílica y sin sentido que ha supuesto la lucha armada para conseguir la independencia de los vascos del Estado español. Ellos han sido los grandes perdedores. Esta pesadilla ha de terminar totalmente cuanto antes. 


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