A pesar de la proximidad y de contar con las mismas raíces antropológicas y culturales, son muy pocos los españoles que conocen algo más de nuestro país vecino que el nombre de Cristiano Ronaldo o la denominación de su capital. Hemos vivido y seguimos viendo de espaldas a ellos. No ocurre lo mismo en el sentido recíproco. Los portugueses están atentos a la realidad social y económica de España. Muchos de ellos, gracias a la televisión, entienden nuestro idioma. Y perciben nuestro desinterés por lo luso, e incluso en algún caso los aires de superioridad. No hace mucho tiempo un taxista lisboés me manifestaba su enfado con unos españoles que no mostraban ningún interés por entenderle cuando al cobrarles les reiteraba, “mais dinheiro”; y estos decían no entenderle.
Esta última semana
la Mesa del Congreso de los Diputados realizamos una visita institucional
invitados por el presidente de la Asamblea de la República Portuguesa, Sr.
Ferro. En esta visita no sólo hemos tenido la oportunidad de intercambiar
impresiones con nuestros colegas sobre las cuestiones que nos preocupan y
ocupan en estos momentos a ambos países, sino que hemos tenido la posibilidad
de departir con el Primer Ministro, el socialista António Costa, y el presidente
de la República, el politólogo de centro derecha Marcelo Rebelo da Sousa. La
cohabitación funciona, y bien. Ello gracias al gran sentido de Estado de ambos
dirigentes ante la necesidad de dar respuesta a la crisis económica y anteponer
los intereses del País a los intereses de partido, a pesar de las diferencias
ideológicas y de sus muy equidistantes personalidades. No es fácil. Rebelo es una persona hiperactiva que presume
de bañarse todos los días del año en el Atlántico y de meterse en todas las
batallas, sean o no de su competencia. Pero hay voluntad de entendimiento.
EL líder socialista
formó Gobierno y consiguió el apoyo mayoritario del Parlamento tras el acuerdo
entre el Partido Socialista, el Bloco de Esquerda –equivalente a Podemos-y el
Partido Comunista. António Costa fue nombrado ministro en noviembre de 2015
tras recibir el presidente de la República –entonces Cavaco- garantías de
respeto de su Gobierno a los compromisos internacionales, el cumplimiento de
las reglas europeas de disciplina presupuestaria y la estabilidad del sistema
financiero. Así de fácil. El espíritu republicano que inspira la política
portuguesa nacida de la Revolución de los
Claveles explica el resto. El Estado como garante de los derechos y libertades,
el carácter social de sus políticas y la unidad y orgullo nacional constituyen
los pilares fundamentales de sus políticas. Los políticos lusos no entienden el
problema catalán. No entienden cómo desde instituciones del Estado se puede
atacar al Estado. No les entra en su cabeza y algunos de ellos hacen referencia
a la frivolidad nacionalista que en algún momento algún político portugués
llegó a plantear en las Azores. Para decirte a continuación “a dónde pensaba
llevar ese loco a nuestras islas”.
España y Portugal
se necesitan. El presidente de la República nos afirmó con una fuerte
convicción y en un perfecto castellano, “si a España le va bien, a Portugal le
irá magnífico”. Yo coincido con él. Para ello tenemos que fortalecer nuestra
posición común en Europa y contribuir a que Emuropa sea cada vez más fuerte y
social, atendiendo nuestras singulares especificidades comunes como países
mediterráneos que somos. Reforzar las interconexiones energéticas y el futuro
mercado de gas, así como la mejora progresiva de las conexiones por carretera,
ferrocarril y logísticas. Nuestros lazos comunes con América latina y los
específicos de Portugal con Angola y Mozambique, muy ricos en recursos
naturales, ofrecen una gran oportunidad no sólo a los hispanos y los
portugueses sino también a los europeos para abrir nuevos mercados emergentes y
crecer.
España y Portugal
están llamados a entenderse y a buscar una mayor identidad como países. No en
vano Portugal es el país de la UE con mayor presencia de empresas españolas,
unas 1600 que suponen casi el 50 por ciento de toda la inversión extranjera en
nuestro vecino ibérico. Para los españoles Portugal no puede ser nuestro vecino
desconocido. Nos da más que le damos.
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