En mi artículo de
la pasada semana analizaba las consecuencias del proceso secesionista catalán.
Una de ellas apuntaba a la salida masiva de empresas ante la incertidumbre que
se estaba generando en los negocios. Pues bien, el solo anuncio de una posible
Declaración Unilateral de Independencia (DUI) por Puigdemont ha provocado el
anuncio de los cambios de sede fiscal por emblemáticas empresas catalanas. Y me
temo que sólo es la cúspide del iceberg. La balanza comercial se resentirá -de
hecho ya ha comenzado a caer- y, ante la incertidumbre, el consumo también. Un
proceso que va empobrecer a Cataluña y a destruir empleo, también en el resto
de España. El Sr. Oriol Junqueras no hace mucho afirmaba que “no habrá fuga de
empresas de Cataluña”. Un esperpento más de todo este proceso. La realidad no
engaña. Y al cambio de sede fiscal le acompañará más tarde su deslocalización
fuera de Cataluña.
Artur Mas nos
dice ahora que “Cataluña no está preparada para la independencia real”. Y, sin
ningún rubor aduce entre otras razones que es necesario para ello contar con
una administración de Justicia que haga cumplir las leyes catalanas. Lo dice
él, que junto con otros políticos catalanes de su misma cohorte, han animado al
incumplimiento de las leyes del Parlamento español. Ahora resulta que, según
sus declaraciones al Financial Times, es necesario contar con una Hacienda que
recaude para poder acometer los gastos de su administración. Habría que
recordarle que además es necesario contar con recursos suficientes para poder
cubrirlos, y no parece ser que la actividad económica vaya a crecer en el
futuro. Lo que no ha comentado el Sr. Mas es que es imprescindible contar con
el reconocimiento de la Comunidad Internacional. Y de eso nada, salvo el consistente
apoyo de la República Bolivariana de Venezuela. Otro esperpento más de la
sinrazón independentista.
En el esperpento
independentista no podía fallar el ínclito Sr. Aznar. Él tiene que ser el “niño
en el bautizo, novia en la boda y muerto en el entierro”. Y apareció, como gran
estadista y hombre de Estado que es, no en vano participó en la cumbre de las
Azores que decidió la invasión de Irak, ha exigido al presidente del Gobierno
que actué ya como tiene que actuar un español, y si no que se vaya. En estos
momentos ante la amenaza de ruptura de la unidad de España, y de las
consecuencias que puede acarrear para el bienestar de los catalanes, españoles
y europeos, cualquier político que se precie ha de apoyar la unidad de acción
del Gobierno, y pedir una vez resuelto el problema, si corresponde, responsabilidades después. Es el catón de la
política.
En este baile de
esperpentos no podía fallar el gran maestro del cinismo y la demagogia
política, el Sr. Iglesias Turrión, y su jefa espiritual y política, la Sr.
Colau, a la sazón alcaldesa de Barcelona. Ahora resulta que pide a la
Generalitat que renuncie a la DUI para no facilitar el marco de argumentarios
que a su juicio llevaría al Gobierno a suspender la autonomía de Cataluña o
incluso declarar el estado de excepción.
Él y la Sra. Colau están interpretando el conflicto catalán en clave de táctica
electoral. No les preocupa los efectos del tsunami secesionista en Cataluña;
sólo están preocupados en hacer guiños para hacerse con los votos de la
izquierda y su hegemonía en esta tierra. Una forma muy vanguardista y progresista
de entender la política, a la vez que se proclaman herederos de la auténtica
izquierda, aunque sus principios ideológicos se den de bruces con el
nacionalismo.
El próximo martes
se despejará la incógnita sobre la DUI. Puigdemont comparecerá en el Parlamento
catalán para analizar el esperpento del simulacro de referéndum del pasado 1 de
octubre. La CUP le anima a que lo haga, y todo indica que en las filas del
PDeCAT hay una fuerte división. Puede ocurrir cualquier cosa. Poca confianza se
puede tener en un presidente que alardea en una entrevista de coger vuelos
internacionales entre Barcelona y Madrid para dejar claro que viaja a otro
estado; o que cuando está fuera de España intenta colar en los hoteles un
supuesto “pasaporte catalán”; o que en las autopistas de peaje siempre pasa en
Cataluña por la puerta que indica “peatge”. Solidez, solidez, no parece que
tenga mucha. Además podrá contar ese día con el apoyo de Piqué, y su lágrima
fácil, al no poder jugar ese día en Israel y así hacer caja para su bolsillo.
En fin, vamos de esperpento en esperpento. Y lo que nos queda.
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