Dos de los hitos
ocurridos en esta última semana son determinantes para el futuro político de
nuestro país en los dos próximos años. Uno, la aprobación de los presupuestos;
y otro, casi sin solución de continuidad, la sentencia de la Audiencia Nacional
que prueba la existencia de una caja B en el PP y ha dado lugar a la
consiguiente presentación de una moción de censura por el PSOE. Unos hitos que
debieran marcar un punto de inflexión en la política española de ahora en
adelante.
El Gobierno ha
sacado adelante el proyecto de Ley de Presupuestos Generales 2018 con el apoyo
del PNV con siete meses de retraso. Los nacionalistas vascos son buenos
negociadores y han optimizado como nadie su posición. Han utilizado su
capacidad de influencia ante el desistimiento de otros. Como afirmaba
Maquiavelo, cuando se tiene influencia, ha de utilizarse inexorablemente
mientras dure; y, además, como apostilla Rubalcaba, ¡que se note! El PNV ha
mejorado notablemente la financiación del “cupo” y conseguido ingentes recursos
adicionales para sus infraestructuras. A su vez, ha patrimonializado la subida
del IPC de los pensionistas y el avance del poder adquisitivo de las pensiones
mínimas. Los costes asociados han sido mínimos. Los vascos del corte independentista
que defienden esa arcaica defensa de la autodeterminación y querían mostrar con
su oposición a estos presupuestos su solidaridad con los catalanes para la
retirada del 155 no tardarán mucho en olvidarse de ello. La aprobación de estos
presupuestos abría las puertas al Gobierno para agotar la legislatura y marcar
una nueva dinámica política. Sin embargo, ‘poco ha durado la alegría en la casa
del pobre’. La sentencia del caso Gürtel puede trastocar todas las previsiones
del Gobierno, y adelantar las elecciones
a un futuro muy próximo.
La sentencia de
la Gürtel era previsible. Sólo la “mano divina de dios” ha impedido que se haya
conocido los días anteriores al pleno de presupuestos, lo que hubiese hecho
imposible su aprobación, sin lugar a dudas. El dictamen judicial hundirá mucho
más al PP ante la opinión pública, más teniendo en cuenta la actitud
displicente adoptada. Era el momento de pedir perdón, como ha hecho Andrea
Levi, y no de sacar pecho como han actuado Maíllo y el presidente del Gobierno.
Ha quedado demostrado que durante muchos años el PP ha estafado al Estado y
muchos de esos dirigentes se han lucrado con su actividad pública. En puridad
democrática, el PP debiera asumir su responsabilidad política, aunque muchos de
los hechos acaecidos tengan su origen en otras legislaturas hay una
responsabilidad subsidiaria del actual presidente del partido y del Gobierno.
Él no era ajeno a la organización y es evidente que han fallado los mecanismos
de control. Fuimos muchos los que denunciamos en su día que era imposible
competir contra el PP en medios en las diferentes campañas electorales. El PP
siempre miró para otro lado.
La XII
legislatura no se está caracterizando por su contribución a resolver los
grandes problemas por los que atraviesa el país. La actividad legislativa ha
estado marcada, hasta ahora, por las posiciones tácticas de los diferentes
grupos y por la proliferación de subcomisiones, que lejos de aportar soluciones,
han diluido por igual todos los problemas a los que se enfrenta el Gobierno, los
importantes y los superfluos. El desenlace de la moción de censura debe marcar
un antes y un después en la orientación de la acción política. En el hipotético
caso de que prospere, el nuevo presidente del Gobierno debiera disolver las
cámaras tan pronto como sea investido y sea posible. La “mayoría Frankenstein”,
como en su día alguien la denominó, hace imposible con las posiciones de los
diferentes grupos un programa coherente de gobierno que aborde problemas como
el de Cataluña, las pensiones, la financiación autonómica o los retos
económicos. Los riesgos inherentes al partido del Gobierno serían muy altos
ante la gran dispersión social y la dificultad de compatibilizar la esencia del
programa de Gobierno con las reivindicaciones de las fuerzas
nacionalistas-independentistas. Ya se sabe que a río revuelto ganancia de
pescadores, y Pablo Iglesias y los suyos se verían beneficiados por esta
situación. Ganar tiempo como sea es lo que les interesa. No cabe duda que la
convocatoria de unas nuevas elecciones generales de forma inmediata darían
lugar a un escenario político muy diferente al actual, al que no sería ajeno el
debate de la moción de censura.
De no prosperar
la moción de censura, los dos años que quedan por delante debieran centrase en
dar respuesta a los grandes problemas que tiene el país, alejándose de las
posiciones tácticas de cada formación. En ese caso, es necesario un nuevo
Gobierno proactivo que aborde la cuestión territorial y los grandes problemas
estructurales que tiene el país. La amenaza sobre el euro, el déficit
estructural próximo al 3 por ciento del PIB, la subida del petróleo y de la
prima de riesgo siembran de amenazas sobre la economía española y el empleo, a
lo que se une la alta fragmentación política y la retórica del nuevo Govern.
España, junto con Grecia, son los dos países de Europa más vulnerables. España
tiene que huir de la “italianización política”. Vamos camino de ello. El mes de
junio tiene que suponer un punto de inflexión en la política española, por un
camino u otro. La política en mayúsculas se ha de imponer de una vez por todas
al tacticismo de estos dos últimos años.
Los intereses ciudadanos han de situarse por encima de cualquier otro
interés.
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