Hace ya casi 44 años que murió Franco, sin embargo nunca
estuvo más presente en la memoria colectiva de los españoles que ahora tras los
40 años de dictadura. Está en las
conversaciones de muchas barras de bar, en las tertulias familiares y sobre
todo en los medios de comunicación. Se debate sobre su exhumación del Valle de los Caídos y el tratamiento de las víctimas consecuencia de la guerra civil
derivada del golpe de Estado que encabezó en el 36, pero también se ha abierto
el debate sobre su figura y acción política a lo largo del periodo que estuvo
al frente de la Jefatura del Estado. La presentación de diferentes iniciativas
parlamentarias en esta legislatura por Podemos y en menor medida por el PSOE
han intensificado y situado en la agenda política esta polémica social, a lo
que se ha unido el compromiso de un gobierno de izquierdas para dignificar la
memoria histórica de las víctimas de guerra.
Esta misma semana debatiremos en el Congreso sobre la
exhumación de los restos del dictador. El borrador de la norma establece que
sólo podrán yacer en el Valle de los Caídos los restos mortales de personas que
fallecieron a consecuencia de la Guerra Civil y habilita su exhumación para los
de personas distintas a las fallecidas durante la Guerra. A la vez que consagra
este lugar como un cementerio para la conmemoración, recuerdo y homenaje
igualitario a las víctimas. No es difícil constatar que la sociedad española
está muy dividida en torno a esta decisión. Se han formado dos bloques, aunque no homogéneos. La derecha y la izquierda mayoritariamente defienden posiciones diferentes, aunque hay notables y cualificadas opiniones diferentes en ambos bandos, Sin embargo, sin mucho riesgo de equivocarme y a unos días de la votación en el Congreso, la propuesta de exhumación se aprobará con los votos a favor de la izquierda y nacionalistas, y la abstención de Cs y casi con toda seguridad del PP. La razón no es otra como afirmaba hace unos días el presidente del Gobierno en América Latina que “ninguna democracia puede rendir tributo a un
dictador”. Lo hemos visto en Alemania con Hitler o en Italia con Mussolini,
ambos contemporáneos de Franco, bien es cierto que sin el arraigo de 40 años de
gobierno. El PP no puede correr el riesgo de colocarse a futuro la etiqueta de
defensa de un monumento de exaltación al dictador en una morada en la que sus
víctimas anónimas yacen a su alrededor en un lugar decidido por el mismo.
¿Alguien se puede imaginar tener enterrado allí a su hermano, padre o abuelo
sin poder determinar su ubicación exacta ni identificación? Yo por suerte se
donde están mis familiares más directos, y les honro periódicamente. Si me
ocurriese eso me sentiría muy triste y lo contemplaría como una humillación
directa a mi familia. ¿No sé si a
ustedes les ocurriría lo mismo? Me temo que sí.
La exhumación de Franco del Valle de los Caídos es necesaria
para reparar la dignidad de las víctimas y la humillación de las familias, así
como evitar la existencia de un lugar de culto y reverencia a uno de los episodios
más irreverentes de la historia de España. Bien es cierto que llega tarde. Las
especiales características de la Transición española hicieron desaconsejable en
el 78 y siguientes tomar esta decisión en aras a garantizar la concordia y la
convivencia de los españoles, a pesar de lo que ello significaba de quiebra
para la dignidad de las víctimas y de humillación de sus familias. La
aprobación de la Ley de la Memoria Histórica en la VIII Legislatura hubiese
sido el momento. Faltó la gallardía necesaria. Se trata de un tema muy delicado
y sensible que se hubiese instrumentalizado en ese momento y se está haciendo
ahora por las diferentes partes, pero es un paso que hay que dar. El consenso
hubiese sido más necesario que nunca pero a nadie se le escapa su dificultad, a
pesar de que la votación del Congreso con toda seguridad refleje una oposición
casi nula a esta decisión. Convertir El Valle en un cementerio civil es un acierto. Para completar el proceso de dignificación de las víctimas es
preciso proceder a su identificación mediante el ADN, siempre que sea posible,
y posibilitar que los familiares de los restos identificados puedan determinar
el lugar dónde quieren que yazcan sus allegados, y por último desplazar al
fundador de la Falange -víctima de la Guerra- a una ubicación no central, como
tiene ahora en la Basílica, y que contribuye a que el cementerio sea un lugar
de exaltación de parte.
El Gobierno ha apuntado la posibilidad de crear una Comisión de la Verdad para establecer una visión oficial de lo que sucedió en el periodo
transcurrido entre 1936 y 1978, formada por expertos de diferentes áreas de
conocimiento. Esto se hizo en diferentes países como Argentina, Guatemala o
Sudáfrica. La diferencia es que en estos países se constituyeron estas
comisiones al poco tiempo de concluir
sus conflictos. En torno a esa “verdad oficial” se estableció el consenso y se
construyó la Paz. En nuestro país se ha escrito e interpretado mucho sobre la
Guerra Civil española. A pesar de los 82 años transcurridos la huella
prevalece. Y cada ciudadano participa de su verdad, y me temo que morirán con
ella. Lo mejor que podemos hacer es desenterrar e identificar a las víctimas
que aún prevalecen en fosas comunes y diluir el franquismo en un cementerio
civil, aunque prevalezca su cruz. Esperemos que pronto El Valle caiga en el
olvido de los españoles, con todo respeto, honor y dignidad para las víctimas
que allí yacen. Será un síntoma más de normalidad democrática.
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