sábado, 15 de septiembre de 2018

Incertidumbre política


Si por algo se caracteriza el comienzo del nuevo curso político es por la incertidumbre de su desarrollo. Peor no ha podido comenzar. La ministra de Sanidad se ha visto obligada a dimitir por un presunto caso de plagio de un ‘trabajo fin de máster’, el presidente del Gobierno se ha sentido acosado por una pregunta sobrevenida y fuera de reglamento del líder de Cs sobre su tesis doctoral en la primera sesión de control de septiembre, y el líder de la oposición siente el aliento del Tribunal Supremo por la tesina de su máster. La tensión se masca en el ambiente. Y la cuerda se tensa por momentos por todos los grupos. El caso es que todos somos conscientes -eso parece- de que es necesario articular otra política, pero se dice en privado una cosa y en público otra. El pasado jueves un altísimo dirigente del PP me decía que teníamos que salir de este embrollo y que no podíamos seguir así, y minutos más tarde registraba con su firma la petición de comparecencia del presidente del Gobierno sobre el tema de la tesis. Es lo que hay.

Sin duda me quedo con las palabras de la portavoz de Coalición Canaria en su intervención en el RDL sobre el Programa de Activación para el Empleo en el pasado pleno. Ella se congratulaba de poder debatir algo que de verdad afecta al bienestar de los españoles, como es el caso del empleo. El nuevo curso político, el tiempo que dure, que esa es la otra gran cuestión que pulula en el ambiente, debiera centrarse en los temas mollares de la agenda política española: el problema catalán, la aprobación de los presupuestos, el futuro de las pensiones y la dinamización económica para la creación de empleo de calidad.

Cataluña sigue siendo el problema político de mayor identidad. La Diada de este año ha pasado sin pena ni gloria, a pesar de la alta asistencia a la concentración convocada. Siempre suele marcar tendencia en cuanto a la temperatura del problema. El nuevo Gobierno del PSOE tiene la obligación de intentar y ensayar la posibilidad del diálogo dentro del marco constitucional. Puigdemont y su vicario siguen marcando la hoja de ruta. El diálogo con sus propuestas es imposible. Por primera vez aparecen signos de división y discrepancia entre ERC y PDeCAT, y de este último entre sí. En el Congreso la nueva líder de la antigua Convergencia sólo ofrece reactividad emocional y puesta en escena de su propio ego. Con estos mimbres es muy difícil hacer un cesto, más cuando sus recursos más valiosos están apartados. Cataluña no sólo marcará el curso político sino también el futuro del Gobierno.

La dificultad para aprobar los presupuestos sigue marcando el otro gran tema de la agenda política española. La nueva senda de déficit público sitúa éste en el 1,8 por ciento del PIB, medio punto más que lo aprobado en el último presupuesto. España presenta un déficit estructural muy grande que el anterior Gobierno no sólo no abordó sino que profundizó el problema con recortes fiscales por valor de 1,2 puntos del PIB. No se puede seguir apostando por el incremento de la Deuda Pública, que en el momento actual alcanza 1,6 billones de euros -el 98, 2 por ciento del PIB)-. España necesita un presupuesto realista para dar respuesta al déficit estructural. De no aceptar la senda del déficit el problema se agravará. Esta semana se tomará en consideración la Proposición de Ley de Estabilidad Presupuestaria para agilizar la resolución del problema. Todo indica que PP y Cs están a lo suyo, y el PDeCAT juega su liga. La incertidumbre sobre el presupuesto de 2019 es máxima. Siempre queda la “jugada Rajoy”, prorrogarlos, pero la economía se puede resentir.

La economía española está dando síntomas de desacelaración. El PP está aduciendo la desconfianza del nuevo Gobierno como origen del problema, pero no es cierto. El crecimiento económico en estos últimos años ha estado ligado fundamentalmente a variables exógenas a la economía española, para lo bueno y para lo malo -el viento de cola que se denominó en su momento-. La subida del petróleo, el reflote del turismo en Turquía y la subida de los tipos de interés en la reserva federal de EEUU están en el origen del problema. En ningún momento se ha resentido la prima de riesgo, que es el principal indicador de confianza de los inversores. No obstante, es necesario abordar un cambio de modelo productivo que nos ofrezca más consistencia, competitividad y rentabilidad a la empresa española. Los salarios y la calidad del empleo lo agradecerán. Contar con un presupuesto sólido es imprescindible para consolidar la confianza de los inversores.

La estabilidad financiera del sistema de pensiones es otro factor clave en nuestra agenda política en este próximo curso. El Pacto de Toledo está resultando un gran fiasco. No acaba de cristalizar y la tensión con los pensionistas sigue creciendo. Actualizar las pensiones con el IPC real y absorber el déficit de 18.000 millones de euros del sistema requiere generar ingresos que sólo tiene como posibilidad una mayor recaudación fiscal, salvo que se opte por reducir las prestaciones actuales o propiciar un sistema mixto de pensiones, reduciendo el peso en el gasto público de las pensiones. Un problema que estará presente gobierne quien gobierne; otra cosa es que se quiera abordar o se deje estallar. 

La continuidad del Ejecutivo es el gran enigma de este momento. Todo indica que el presidente del Gobierno de no sacar adelante los presupuestos en el mes de febrero o marzo optará por disolver las Cámaras, un año y tres meses antes de su vencimiento por plazo. En este caso es lógico que las elecciones generales coincidan en mayo con el resto de elecciones, a pesar de la resistencia de algunos líderes políticos. El problema vendrá después. Todo indica que nadie tendrá mayoría para confeccionar un gobierno propio. Ni tampoco existirán coaliciones homogéneas. Si en 2016 hubo que disolver las Cortes después de seis meses de imposibilidad para investir presidente y nombrar Gobierno, todo indica que el futuro proceso postelectoral, de permanecer las condiciones actuales, irá por el mismo camino, y volveremos al “no es no”, aunque en esta ocasión no sabemos muy bien de quién. La incertidumbre seguirá presente en la vida política española en cualquier caso. ¡Quizás debiéramos pensar en un nuevo paradigma! Pero para esto hay que tener mucha altura y madurez política.




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