El Gobierno socialista acaba de remitir a Bruselas el plan
presupuestario para 2019. Unas cuentas que concretan unas políticas muy
distintas a las que aprobó el PP con sus socios en 2018. Los presupuestos
siempre reflejan la valoración económica de los proyectos del Gobierno. En este
caso, apuesta por hacer compatible la recuperación y ampliación de derechos, y
cumplir con la igualdad y estabilidad presupuestaria. El giro presupuestario va
a orientado a blindar el Estado del Bienestar; a recuperar la justicia fiscal,
haciendo que pague más quien más tiene, preservando a las clases medias y
trabajadoras; a sanear las cuentas públicas; y a sentar las bases de un nuevo
modelo productivo más sólido, sostenible y competitivo.
La única manera de hacer viable el Estado del Bienestar es impulsar el
crecimiento para generar ingresos y garantizar de esa forma el reparto de la
riqueza con las políticas sociales. Todos los grupos políticos han llegado a un
acuerdo en la mesa del Pacto de Toledo para que las pensiones crezcan con el
índice de inflación real y no pierdan poder adquisitivo, como ha ocurrido estos
últimos años. En el mismo sentido, se pretende subir las pensiones mínimas un
tres por ciento y soslayar las restricciones a las que fueron sometidas
determinadas prestaciones sociales a raíz de la crisis de 2008, una vez
recuperados los índices de crecimiento económico. Para ello es obligado reducir
el déficit público y bajar el alto nivel de deuda del Estado -el objetivo
previsto para 2019 son dos puntos-. El Gobierno del PP nunca ha cumplido el
objetivo de déficit público. El déficit para 2019 previsto por Rajoy era de 2,2
por ciento, frente al 1,8 que está planteando el nuevo Gobierno. El ajuste del
déficit estructural asciende al 0,4 por ciento del PIB, en línea por lo marcado
por Bruselas. El Gobierno de España contará, sin duda, con el visto bueno de la
Comisión para desarrollar unas cuestas públicas expansivas y dinamizadoras de
la actividad económica, a la vez que compatibles con los objetivos de
estabilidad presupuestaria. Las previsiones indican que estos presupuestos nos
permitirán crecer, según todas las previsiones, en 2019 un 2,3 por ciento del
PIB, por encima de la media de los países de la
zona euro, reducir el paro al 13,8 por ciento de la población activa,
creando un millón de empleos nuevos en nuestro país.
El tema más controvertido es la subida del salario mínimo. Subir el
salario mínimo un 22 por ciento en un año significa un gran esfuerzo para
muchas empresas. Una subida que afectará, en caso de materializarse, a dos
millones de españoles. Una medida justa cuando en los últimos años ha caído con
fuerza el peso de la remuneración de los asalariados en el PIB. Es adecuado que
el Gobierno intervenga fijando un salario mínimo para los más desfavorecidos,
un salario ante todo digno, más cuando el salario de los ejecutivos creció un
43 por ciento entre 2013 y 2017, que de esta forma carecen de legitimidad para
oponerse a esta medida. La ortodoxia económica enseña que la subida de los
salarios siempre ha de ser progresiva y ligada aumentos de productividad. El
crecimiento económico aconseja medidas que permitan cohesionar la sociedad y
con ello favorecer el consumo y la creación de empleo, al menos si el viento
viene de cola. Su efecto multiplicador es siempre mayor en la subida de las
rentas bajas que en las altas.
La Comisión devolverá el documento a La Moncloa pidiendo el
presupuesto aprobado por el Congreso, no sin antes efectuar alguna matización,
que para eso tienen un papel asignado de supervisión y que la actual ministra
de Economía conoce a la perfección, pues ese era con anterioridad su cometido.
Aprobar el presupuesto no va a ser tarea fácil. Algún espontáneo de Cs ya ha
afirmado en un periódico nacional, en primera página, que la Mesa del Congreso
lo bloquearía por ilegal. Mis compañeros de Mesa me dicen que no están en esa
dinámica, por fortuna. Aun así PSOE y Podemos suman 155 escaños. Hacen falta 21
escaños más. PNV, Coalición Canaria y Nueva Canarias - 7 escaños en total-
tienen buena predisposición para aprobar las cuentas públicas, pero pedirán
algo, aunque sea testimonial. En la misma línea se moverá ERC -9 escaños-. Incluso
así harían faltarían seis votos más. Contar con los votos afirmativos del PdCat
-8 escaños- o Bildu -2 escaños- es una empresa imposible, pero no así su
abstención que facilitaría que los 169 escaños del PP y Cs se viesen superados
por los 171 del resto.
Todos los grupos políticos, todos sin excepción, quieren agotar la
legislatura. Todos quieren ganar tiempo ante la alta incertidumbre futura, la
inmadurez y desconocimiento de algunos de sus líderes. Se verbaliza un mensaje
que no se corresponde con la realidad, al menos ese es mi testimonio personal
en las conversaciones que tengo día a día. España necesita un presupuesto que
nos permita tirar con fuerza para ganar el futuro y el proyecto que se ha
presentado lo permite. El presupuesto de 2019, tal y como está planteado, es el
presupuesto de la dignidad para todos aquéllos que sufrieron en sus espaldas
las graves consecuencias de la crisis. Ahora necesitamos una oposición
responsable que se ocupe de los problemas de los ciudadanos y no sólo de su
visión partidista. El Grupo Parlamentario socialista mayoritariamente optó por
desbloquear la situación política y abstenernos para poder conformar un Gobierno
de España en 2016. Pensamos en el bien de España y nunca en nuestros intereses
de partido, a pesar de la incomprensión de algunos de nuestros compañeros. De
la misma forma que en 2017 facilitamos la aprobación del techo de gasto para
posibilitar la aprobación de los presupuestos del PP y Cs en 2018. Ahora estos
dos partidos no sólo se oponen al techo de gasto propuesto por el Gobierno de
España, sino que lo bloquean de una forma espuria en la Mesa del Congreso. El
patriotismo del que presumen deviene en un gran fiasco que les vacía de
contenido ideológico y les presenta como meros oportunistas del circo mediático
en el que muchos quieren convertir la política.
Todo indica que el Gobierno tiene la firme voluntad de aprobar las
cuentas generales del próximo año y agotar la legislatura en 2020. Un Gobierno
siempre tiene que ser sólido y afrontar los problemas con convicción y
fortaleza. Lo que no puede hacer nunca es el “don Tancredo”, y de eso tenemos
una fuerte experiencia en los últimos años. Las cuentas públicas proyectadas
para 2019 son valientes, ambiciosas y sociales. El giro presupuestario puede
ser una realidad repleta de justicia social para muchos españoles, a pesar de
que algunos prefieran que todo siga igual. El reformismo debe ganar la batalla
al conservadurismo. Nos irá mejor, sin duda, visto lo visto.
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