Centroamérica
está atravesando un momento de máxima dificultad social, económica y política,
al que no es ajeno Guatemala. Así lo hemos podido constatar un grupo de
diputados españoles en un encuentro mantenido estos días con diputados y
técnicos parlamentarios de América Latina en la bella ciudad de Antigua
(Guatemala) y en una reunión con diferentes diputados de la República en ‘El
Honorable Congreso de la República de Guatemala’, como se denomina allí al
parlamento unicameral. Con una renta per cápita nominal de 4.500$ y 17 millones
de habitantes, este país afronta importantes desafíos. Los altos grados de
inseguridad, violencia e impunidad socavan las instituciones del Estado,
mientras que la presencia del narcotráfico y el crimen organizado supone una
enorme amenaza para la seguridad pública. Un país amable y entrañable que sufre
los efectos de las maras juveniles, al igual que El Salvador, Honduras y
Nicaragua. La inseguridad se masca, sobre todo en las grandes ciudades como
Ciudad de Guatemala, San Salvador o San Pedro de Tula. Salir a pasear o tomar
una cerveza son actividades no exentas de riesgo.
Las altas tasas
de pobreza social y exclusión social, superiores al 50 por ciento, sitúan a
Guatemala y a sus países vecinos a la cola del desarrollo humano en
Iberoamérica. Especialmente preocupante es la desnutrición crónica infantil que
afecta a la mitad de los niños menores de cinco años. Estos días, coincidiendo
con las ‘elecciones intermedias en EEUU’, se está desarrollando la caravana
migrante integrada por 5.000 personas con destino a ese país, que ha partido
desde diferentes ciudades de Centroamérica. Es un gesto que reclama justicia
social para esta parte del mundo ante la insensibilidad del actual presidente
estadounidense, quien ha utilizado a su vez este movimiento con fines
electorales a través del mensaje del miedo. Los americanos del Norte
constituyen el principal sustento de Centroamérica, tanto por sus relaciones
comerciales como por su influencia en la zona. En el caso de Guatemala las
remisas de sus inmigrantes suponen el 15 por ciento de su PIB, al igual que en
los países vecinos. Pero, a su vez, hacen frontera y sirven de etapa intermedia
entre algunos países de América del Sur para la entrada del narcotráfico y del
crimen organizado en Estados Unidos. De ahí que el presidente Trump esté
desarrollando políticas xenófobas hacia estos países sin llegar a entender que
lo que necesitan es inversión para crear empleo, dar futuro a sus hijos y
evitar el hambre; y no utilizarlos como mano de obra barata, cuando interesa,
en ocupaciones que no quieren los nativos o para apuntalar su mayoría en el
Senado norteamericano.
La debilidad del
Estado es patente en Guatemala, como se pone de manifiesto en su incapacidad
para abordar el problema de las pandillas delictivas -maras- que operan
delictivamente a través de la extorsión, el narcotráfico, el robo, los
secuestros, el tráfico de armas, el crimen...; y reparten su actuación en la
ciudad por zonas. Con un promedio de 6.000 muertes violentas oficiales por año,
en el que la impunidad llega al 95 por ciento, la seguridad se ha convertido en
un problema crítico para que el desarrollo y crecimiento. Las mujeres, una vez
más, son las grandes perdedoras con 9,7 muertes por cada 100.000 habitantes, a
pesar de ser una sociedad matriarcal. En estas circunstancias es difícil
invertir y el turismo huye, a pesar de su belleza natural. El país carece de
solidez institucional. La corrupción, el fraccionamiento político y la
judicialización de la política hacen imposible que se puedan trazar planes de
acción convincentes para abordar en el tiempo la solución de estos problemas.
Lo que se topa a su vez con su concepción mezquina de la política como proyecto
de poder personal, que la hace incompatible con empresas mayores.
España ha pedido
capacidad de influencia en América Central frente a EEUU. España mantuvo su
posición colonial hasta 1821. Hoy, a pesar de los fuertes lazos culturales y de
hermandad, nuestra presencia actual en términos reales en diferentes ámbitos es
testimonial. Los parlamentarios guatemaltecos nos han reclamado una mayor presencia
y liderazgo de España en la armonización política regional, como en su momento
lo hicieron el Rey Juan Carlos I y el presidente Felipe González. La próxima Cumbre
Iberoamericana que se celebrará la próxima semana en Guatemala, con la
presencia del Rey Felipe VI y el presidente del Gobierno español, abre una
puerta a la esperanza, y así lo reclaman. Mientras, España destaca por sus
programas de colaboración a través de la Agencia de Cooperación Española, como
pudimos contemplar en el programa de formación ocupacional y social de la
Escuela Taller de la AECID en la Ciudad de Guatemala. Gracias a esos programas
7.000 niños entre 16 y 21 años aprenden oficios como carpintería, jardinería,
reposteros... que les permite no ser presas fáciles de las maras y les educan
en valores. Pero la región pide más. Está pidiendo, entre otras cuestiones, una
posición institucional para resolver el problema de Venezuela, como pudimos
comprobar de primera mano, o hacer de contrapeso al actual planteamiento de la
administración Trump. Centroamérica pide el cariño y la atención de España como
hermanos de patria que fuimos. Nos dieron mucho, y les debemos mucho. Incluido
su cariño.
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