viernes, 7 de diciembre de 2018

40 años de Constitución


La Constitución española del 78 (CE-78) se ha convertido en la más valorada y en la segunda constitución más longeva de la historia de España contemporánea, después de la constitución de 1876 que estuvo vigente 47 años hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Nuestra Constitución vigente es fruto de un pacto social entre españoles después de 40 años de dictadura y representa una historia de éxito tanto social, como político y económico. Gracias a ella hemos recuperado los valores democráticos, el carácter social del Estado y el pluralismo político. Se ha generado riqueza como nunca y se ha producido un reparto más equitativo de la renta. Se ha modernizado el país. La España de hoy es, por fortuna, muy diferente a la de finales de los 70 de la pasada centuria, aunque para verlo se necesita perspectiva y luces. Una obra de cuyos arquitectos hemos de sentirnos orgullosos. Los Padres de la Constitución, junto con Alfonso Guerra y Abril Martorell, fueron los auténticos artífices de este proceso de éxito. Durante estos últimos días he tenido la posibilidad de intercambiar impresiones con todos los que permanecen vivos -Roca Junyent, Herrero de Miñón, Pérez Llorca o Alfonso Guerra— sobre lo que ha supuesto la Constitución del 78 y la problemática de la España actual. Su talante y visión dan una idea de por qué fue posible el pacto y la modernización del país en estos 40 años. Su cultura política se basaba en el diálogo y el consenso, factores que hemos de recuperar para abordar los problemas que afectan hoy especialmente a los españoles. Lo que el Rey Felipe VI, en el acto de celebración del 40 aniversario en el Congreso, refirió cómo recuperar el “espíritu de los españoles”.




La CE-78 ha superado muy bien todos los envites políticos durante este tiempo. Ha dado respuesta adecuadamente a la salida de la crisis de los setenta, a las huelgas generales de los ochenta, al bipartidismo renovado en diferentes elecciones democráticas hasta la década del 2010, y en las dos últimas legislaturas al multipartidismo. Ha propiciado con éxito la aparición y extensión de nuevos derechos, como la sanidad y educación universal, pensiones no retributivas, la dependencia o el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo. El derecho al divorcio, incorporación progresiva de la mujer al mundo laboral e institucional en igualdad de derechos y las reivindicaciones de otros colectivos que se encontraban en la marginación. Basta recorrer estos días la exposición del Museo Reina Sofía sobre la Constitución, para advertir que muchos de los derechos y reclamaciones que se recogían en la prensa y en las pancartas de diferentes grupos políticos de la Transición hoy son una realidad. Pero, además, en estos últimos cuatro años hemos asistido a la prueba de fuego. Se produjo la abdicación del Rey en 2014 y la designación de su sucesor. Hemos asistido a dos mociones de censura, una de ellas con éxito, propiciando la sustitución del presidente del Gobierno. Y nos ha permitido hacer frente a la mayor crisis económica y social que haya sufrido occidente. Desde el punto de vista económico basta analizar algunos indicadores para constatar que la CE-78 ha dado respuesta con éxito a la mejora del bienestar de los españoles. Desde el 78 hasta hoy la riqueza nacional se ha multiplicado por 17, la desviación de la renta entre ciudadanos ha disminuido y la tasa de actividad de la mujer se ha duplicado. El modelo territorial ha sido el que más se ha resentido. Las competencias de las Comunidades Autónomas quedaron abiertas e indeterminadas, al igual que su financiación, lo que ha generado y sigue creando tensiones muy graves con el Estado, que se han traducido en una alta conflictividad ante el Tribunal Constitucional y en deslealtades manifiestas. El Senado se ha revelado como una cámara de segunda lectura redundante, pero poco o nada representativa de los territorios y que no aporta valor en las relaciones transversales entre comunidades y Estado.

Durante estos últimos días se han celebrado diversos foros de celebración del 40 aniversario de la Constitución. La gran pregunta que se ha formulado en casi todos ellos es si su articulado sigue estando vigente para afrontar los retos que afectan al pueblo español. Y la respuesta es que sí. Bien es cierto que durante estos años se han producido una gran transformación tecnológica que ha incidido de forma muy intensa en los hábitos de vida y en la acción económica global; han aparecido instituciones nuevas en la vida de los españoles, como la Unión Europea, o la pertenencia a nuevas instituciones internacionales; nuevos derechos y prestaciones; y ha desaparecido un elemento tan arraigado en la conciencia colectiva de los españoles como nuestra moneda, “la peseta”. La Constitución con el paso de los años va perdiendo sus bríos, ante las continuas transformaciones y cambios sociales, y no le vendría mal una cura de actualización para evitar su interpretación en algunos preceptos, pero en lo fundamental cumple su cometido. Otra cuestión es si se dan las condiciones para actualizar o cambiar la Constitución y bajo qué premisas. 


El proceso de reforma constitucional es muy complejo. Me atrevo a decir que casi imposible si no hay un amplio consenso que supere los dos tercios de los parlamentarios y cuente con un amplio respaldo de la ciudadanía. Reformar la CE-78 requiere un amplio consenso que no existe hoy por hoy. Y además se precisa de un proyecto sólido tanto en la parte dispositiva, organizativa y de control que dé respuesta a los grandes retos del presente y del futuro. La Constitución ha de tener vocación de permanencia en el tiempo. La CE-78 es la primera del constitucionalismo español que no pertenece a un bloque ideológico con carácter exclusivo, de ahí que contara con el 87 por ciento de apoyo de los españoles. Y lo que nunca debe responder es a una minoría mayoritaria o a la obsesión de un partido por dar una redacción concreta a un determinado título por razones instrumentales. Estaríamos ante un fracaso garantizado, a pesar de que los extremos tanto de derechas como de izquierdas y el independentismo pongan el máximo empeño en ello.


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