La alcaldesa de
Madrid, Manuela Carmena, ya ha iniciado su campaña electoral para renovar la Alcaldía.
Hace unos días, a través de Facebook, presentó desde su cocina la plataforma
electoral ‘Más Madrid’, con la que tiene intención de presentarse y preservar
en su puesto de concejal a sus amigos de confianza, los que le han acompañado
en este tiempo al frente de la gestión del Ayuntamiento. De esta forma, evade los criterios de
selección que pudiera imponer Podemos. La plataforma no es más que un
“chiringuito de poder” para eludir el control y evaluación que pueda efectuar
el partido sobre el grupo municipal, tanto en proceso de selección como en la
gestión, si llegasen a gobernar. Una forma de eliminar los contrapesos y
otorgarse asimismo un poder absoluto en caso de ganar. Una práctica, por cierto,
muy extendida en los países centroamericanos, mediante la cual se está
erosionando la democracia representativa y fomentando los caudillismos y la
corrupción.
La bondad de la
“democracia representativa” es la concreción y diferenciación de papeles sin
solapamiento entre las instituciones y los partidos. Los partidos contribuyen a
la participación y a la formación de la voluntad popular mediante la
presentación de listas a los diferentes procesos electorales, siguiendo las
pautas democráticas que recoge el marco constitucional. Una vez elegidos los
concejales, la institución y el equipo de Gobierno municipal tiene autonomía e
independencia para aplicar sus políticas y desplegar su gestión. El partido
puede evaluar y controlar la gestión de su grupo municipal con el ánimo e
intención de sugerir la corrección de sus actuaciones, si advirtiesen
deficiencias, pero nunca con carácter imperativo. Los contrapesos son siempre
necesarios en las instituciones para evitar desviaciones de poder y corregir
desequilibrios. De ahí la importancia de la oposición, con o sin mayoría
absoluta de Gobierno, y de los partidos evaluando la gestión y la labor de
oposición de sus grupos en el ámbito interno, pero respetando siempre la
independencia del grupo municipal y el equipo de Gobierno.
Carmena busca un
nuevo estatus eliminando cualquier tipo evaluación y control. Quiere tener un
poder omnímodo no sólo en el Ayuntamiento, sino evitar la “mosca cojonera” que
puede representar la crítica y evaluación continua de su gestión y la de su
equipo municipal por el partido. Bien es cierto que, en algunas ocasiones, en
la acción política el partido no entiende su papel y quiere asumir una labor
directa en la gestión. Craso error que se acaba pagando. Pero hay otros muchos
alcaldes, como Carmena, que nunca entienden el importante papel que puede
efectuar el partido para evaluar e informar su gestión. Una vez que alcanzan la
Alcaldía se creen dioses y sólo se deben a su vocación ególatra y a la pandilla
de aduladores, a los que intentan perpetuar como sea porque, ante todo, les
hacen la vida más cómoda. Una cuestión que va asociada estrechamente al talante
democrático y a su propia visión y proyecto de Gobierno.
Carmena también
nos ha sorprendido con su entrevista al diario ‘El País’. En ella hace gala de
la más pura ortodoxia populista con un
amplio abanico de contradicciones e incoherencias. Se refiere a la política y a
los políticos en tercera persona. No sé ve como política, lo que no la impide
afirmar que “los discursos de los políticos son infantiles”. Para defender la
integración en su candidatura de su actual equipo dice que “prefiere a las
personas que estén en la vida civil, no tanto en los aparatos del partido”, lo
que resulta difícil de entender analizando el currículum de cada uno de ellos.
Llama también la atención que, habiendo presentado y patrimonializado la
plataforma, al mismo tiempo afirma, “me he alejado de la creación de la
plataforma”, no sin antes recordar que “la idea es hacer una plataforma lo más
amplia posible”, en la que los participantes aportarán entre dos o cuatro
euros. Y todo ello con una premisa previa, si no gana las elecciones no estará
en la oposición. Sorprendente. En especial para los que por una cuestión de
dignidad personal y política, pero también de respeto a sus vecinos, la hayan
votado o no, quien pierde las elecciones se queda dando la cara y defendiendo
el proyecto e ideales por los que se presentó. Yo, que soy político, así lo
hice cuando perdí unas elecciones municipales por apenas 30 votos.
En definitiva,
malos tiempos para la consistencia democrática y, por ende, para la
representación de los ciudadanos y la gestión de sus intereses. Hace unos días
el decano de los parlamentarios guatemaltecos nos comentaba que la aparición de
las plataformas políticas en su país para aupar a diferentes políticos al poder
ha terminado con la democracia representativa y la defensa del interés general.
“Cada uno va a lo suyo y ésta es la causa del deterioro político y social de mi
país. Ahora vale todo. Echamos de menos la articulación de la participación y
de la acción política a través de partidos fuertes y con trabajo en equipo”,
decía. Evitemos que pase esto en nuestro país.
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