domingo, 2 de diciembre de 2018

La plataforma de Carmena


La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ya ha iniciado su campaña electoral para renovar la Alcaldía. Hace unos días, a través de Facebook, presentó desde su cocina la plataforma electoral ‘Más Madrid’, con la que tiene intención de presentarse y preservar en su puesto de concejal a sus amigos de confianza, los que le han acompañado en este tiempo al frente de la gestión del Ayuntamiento.  De esta forma, evade los criterios de selección que pudiera imponer Podemos. La plataforma no es más que un “chiringuito de poder” para eludir el control y evaluación que pueda efectuar el partido sobre el grupo municipal, tanto en proceso de selección como en la gestión, si llegasen a gobernar. Una forma de eliminar los contrapesos y otorgarse asimismo un poder absoluto en caso de ganar. Una práctica, por cierto, muy extendida en los países centroamericanos, mediante la cual se está erosionando la democracia representativa y fomentando los caudillismos y la corrupción.

La bondad de la “democracia representativa” es la concreción y diferenciación de papeles sin solapamiento entre las instituciones y los partidos. Los partidos contribuyen a la participación y a la formación de la voluntad popular mediante la presentación de listas a los diferentes procesos electorales, siguiendo las pautas democráticas que recoge el marco constitucional. Una vez elegidos los concejales, la institución y el equipo de Gobierno municipal tiene autonomía e independencia para aplicar sus políticas y desplegar su gestión. El partido puede evaluar y controlar la gestión de su grupo municipal con el ánimo e intención de sugerir la corrección de sus actuaciones, si advirtiesen deficiencias, pero nunca con carácter imperativo. Los contrapesos son siempre necesarios en las instituciones para evitar desviaciones de poder y corregir desequilibrios. De ahí la importancia de la oposición, con o sin mayoría absoluta de Gobierno, y de los partidos evaluando la gestión y la labor de oposición de sus grupos en el ámbito interno, pero respetando siempre la independencia del grupo municipal y el equipo de Gobierno.

Carmena busca un nuevo estatus eliminando cualquier tipo evaluación y control. Quiere tener un poder omnímodo no sólo en el Ayuntamiento, sino evitar la “mosca cojonera” que puede representar la crítica y evaluación continua de su gestión y la de su equipo municipal por el partido. Bien es cierto que, en algunas ocasiones, en la acción política el partido no entiende su papel y quiere asumir una labor directa en la gestión. Craso error que se acaba pagando. Pero hay otros muchos alcaldes, como Carmena, que nunca entienden el importante papel que puede efectuar el partido para evaluar e informar su gestión. Una vez que alcanzan la Alcaldía se creen dioses y sólo se deben a su vocación ególatra y a la pandilla de aduladores, a los que intentan perpetuar como sea porque, ante todo, les hacen la vida más cómoda. Una cuestión que va asociada estrechamente al talante democrático y a su propia visión y proyecto de Gobierno.

Carmena también nos ha sorprendido con su entrevista al diario ‘El País’. En ella hace gala de la  más pura ortodoxia populista con un amplio abanico de contradicciones e incoherencias. Se refiere a la política y a los políticos en tercera persona. No sé ve como política, lo que no la impide afirmar que “los discursos de los políticos son infantiles”. Para defender la integración en su candidatura de su actual equipo dice que “prefiere a las personas que estén en la vida civil, no tanto en los aparatos del partido”, lo que resulta difícil de entender analizando el currículum de cada uno de ellos. Llama también la atención que, habiendo presentado y patrimonializado la plataforma, al mismo tiempo afirma, “me he alejado de la creación de la plataforma”, no sin antes recordar que “la idea es hacer una plataforma lo más amplia posible”, en la que los participantes aportarán entre dos o cuatro euros. Y todo ello con una premisa previa, si no gana las elecciones no estará en la oposición. Sorprendente. En especial para los que por una cuestión de dignidad personal y política, pero también de respeto a sus vecinos, la hayan votado o no, quien pierde las elecciones se queda dando la cara y defendiendo el proyecto e ideales por los que se presentó. Yo, que soy político, así lo hice cuando perdí unas elecciones municipales por apenas 30 votos.  

En definitiva, malos tiempos para la consistencia democrática y, por ende, para la representación de los ciudadanos y la gestión de sus intereses. Hace unos días el decano de los parlamentarios guatemaltecos nos comentaba que la aparición de las plataformas políticas en su país para aupar a diferentes políticos al poder ha terminado con la democracia representativa y la defensa del interés general. “Cada uno va a lo suyo y ésta es la causa del deterioro político y social de mi país. Ahora vale todo. Echamos de menos la articulación de la participación y de la acción política a través de partidos fuertes y con trabajo en equipo”, decía. Evitemos que pase esto en nuestro país. 

 


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