El pulso de Quim
Torra al Gobierno de España, a través de su referencia a la vía eslovena para
alcanzar la independencia, y la celebración del Consejo de Ministros del
Gobierno de España en Barcelona han reavivado estos últimos días la tensión
política sobre el problema catalán. Así lo pudimos comprobar en la sesión de
control del Gobierno del último pleno del año en una interpelación de la
portavoz del Grupo Popular a la ministra de Administración Territorial, la
catalana Meritxell Batet. En ella se puso de manifiesto dos formas diferentes
de entender esta cuestión: una, de enfrentamiento e instrumentalización
política en beneficio propio; y otra, de buscar un marco de diálogo y respeto a
la ley que evite la espiral independentista y permita recuperar la normalidad
en Cataluña. Batet recordó que el problema de fondo es la fractura social. Una
situación que se retroalimenta a medida que crece la tensión. De ahí que sea
urgente cuanto antes buscar el concurso e implicación de todas las fuerzas
políticas y ciudadanos de los diferentes bloques, constitucionalistas y
nacionalistas-independentistas, para avanzar en la resolución del problema con
pleno respeto a la ley, y sólo en el marco de la ley. El futuro de Cataluña es
una cuestión de todos.
La polarización
social en Cataluña ha ido creciendo en los últimos 40 años de forma desigual.
El 6 de diciembre 1978 el 90,5 por ciento de los votantes catalanes (67,9 por
ciento de participación) votaron afirmativamente el texto constitucional. Hoy
los independentistas en Cataluña llegan al 48 por ciento, y según diferentes
fuentes hasta un 80 por ciento del censo electoral en ese territorio estaría a
favor de la celebración de un referéndum por la autodeterminación. El número de
escaños de las fuerzas independentistas en el Congreso ha crecido con
intensidad después de los gobiernos de derechas. Todo indica que los 17 escaños
actuales del independentismo catalán en el Congreso -9 de ERC y 8 del PDeCAT-,
la más alta que nunca hayan tenido, se verá incrementada aún más en unas
próximas elecciones generales. Aznar y Rajoy han sido máquinas de construir
independentistas. Hay que tener en cuenta que la biología juega a favor del
secesionismo. La Generalitat, desde el inicio de la Transición, ha tenido una
hoja de ruta clara para potenciar el espíritu independentista, desde la escuela
y las instituciones, ante la inacción efectiva del Estado ante estas políticas
de descohesión territorial. Bien es cierto que el nuevo marco territorial que
alumbró la Constitución y el sistema electoral les daba muchas ventajas para
sus intereses espurios.
La cuestión es
qué hacer para dar respuesta a la actual situación. No podemos olvidar que dos
millones de catalanes se declaran independentistas. Considero que en primer
lugar debiéramos evitar agudizar el problema. El lenguaje de confrontación y
descalificación que practican los independentistas, y siguiéndoles el juego los
partidos de derechas, no contribuyen a sentar las base para la solución del
problema. Para ello es necesario voluntad de entendimiento entre los catalanes,
y entre ellos y el resto de los españoles. El diálogo y el respeto a la ley y a
las instituciones son fundamentales. La presidenta del Congreso nos recordaba
hace unos días en el acto de celebración del 40 aniversario de la Constitución:
“Tenemos el método y el marco. El método es ese espíritu de acuerdo, concordia,
diálogo y colaboración que hemos practicado con éxito en los momentos de avance
y recuperación de nuestro país, y el marco es nuestra Constitución”. Muy lejos
de este planteamiento de encuentran quienes defienden para Cataluña
insistentemente la aplicación del 155 de la CE a la vez que la convocatoria de
elecciones generales. La aplicación de ambas medidas son incompatibles “per
se”. ¿Cómo se van a disolver las cámaras y aplicar una medida excepcional como
es la suspensión de una autonomía sin control legislativo y con un gobierno en
funciones? Una propuesta que descalifica a quienes la hacen y que sólo se
justifica por una cuestión de guiño político hacía muchos españoles ante la
situación que vivimos. Una medida que busca votos y no soluciones a los
problemas de España, hecha por antipatriotas.
La solución al
problema territorial no es fácil y requerirá mucho tiempo. Sería deseable un
acuerdo unánime de las fuerzas constitucionalistas para una mayor garantía de
éxito. A tal fin es necesario agotar la posibilidad del diálogo en el marco de
la ley. Es lo que ha intentado el presidente del Gobierno con su encuentro con
Quim Torra con carácter previo al Consejo de Ministros en Barcelona. Es cierto
que el comunicado es ambiguo, pero no se pasa de la nada al todo en un problema
complejo de un día para otro. Me consta, porque he hablado con ellos, del
importante papel que están jugando los empresarios catalanes para que el agua
vuelva a su cauce, como se puso de manifiesto en una cena con el presidente del
Gobierno y Quin Torras. Me consta que ERC quiere salir de este atolladero como
sea, y volver a la normalidad, sin ser humillados. Me consta, porque me lo ha
dicho alguno de ellos, que una amplia mayoría de los diputados del PDeCAT en el
Congreso (el 75 por ciento) quieren enterrar el procés.
Los
independentistas catalanes, y creo que hasta el Sr. Torras y Puigdemont, saben
que tiene que buscar una vía de escape para salir del avispero en el que se han
metido y evitar la bancarrota de Cataluña. Vale la pena intentarlo y dejarles
una vía de salida digna, porque de lo contrario la tensión y el problema se
puede enquistar con enormes problemas sociales. Si llegado el caso, en unos
meses se constata el fracaso de esta vía el independentismo vuelve a las
andadas del unilateralismo, el presidente del Gobierno se la habrá jugado
políticamente y no quedará más remedio que aplicar, entonces sí, el 155, espero
que con el acuerdo de todos los grupos políticos. Esa solución que no es
descartable ante las sentencias que pueden recaer sobre los políticos presos,
no será neutra y tendrá sus costes políticos, sociales y económicos, en
especial en Cataluña pero también en el resto de España. Mucho más si la
coyuntura económica no acompaña. Cataluña hoy más que nunca es una cuestión de
todos. Nadie debe utilizarla en beneficio propio. El pulso catalán requiere una
respuesta inteligente y gradual muy lejana a la acción cruenta y abrupta que
reclaman algunos salvapatrias. Nunca un problema complejo se resolvió con
medidas simples.
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