La sentencia del
Gürtel en el mes de mayo marcó un punto de inflexión en la política española en
2018. Ante esa decisión judicial, el PSOE no tenía otra salida, como principal
partido de la oposición, que presentar una moción de censura al Gobierno de
Mariano Rajoy. De lo contrario, se habría legitimado políticamente la
corrupción del PP, tal y como constataba la sentencia, en la que se prueba que
el PP se financió con una caja B en su sede central. Todos los partidos de la
oposición, con excepción del Cs, UPN, Foro Asturias y CC, apoyaron y dieron
carta de naturaleza al nuevo Gobierno socialista, que se aprobó con 180 votos a
favor. Pedro Sánchez defendió la moción de censura por “coherencia,
responsabilidad y democracia”, a la vez que estableció su hoja de ruta: “Estabilizar,
atender las urgencias sociales y convocar elecciones”.
El nuevo Gobierno
ha dado nuevos aires a la gestión. Frente al inmovilizado de Rajoy, el Gobierno
de Pedro Sánchez se ha mostrado mucho más dinámico. Ha puesto en marcha un
programa de marcado carácter reformista que, ante el bloqueo de la mayoría del
PP y de Cs en el órgano de Gobierno de la Cámara, ha suplido con el despliegue
de reales decreto ley que ha contado con el apoyo, no sólo de sus socios, sino
en mucho de ellos con el acuerdo de Cs e incluso del PP. La subida del salario
mínimo, el acuerdo en pensiones, los acuerdos de inmigración con la UE, el
pulso del Brexit, la relajación de la tensión en Cataluña y una política
exterior más fresca y dinámica son algunos de los hitos del Gobierno del PSOE
desde el uno de junio hasta finales de año. El actual Gobierno de España
proyecta en el exterior una imagen muy diferente a la que trasladaba el Gobierno
de Rajoy, muy desgastado por sus continuos casos de corrupción y por la toma de
decisiones en sus seis años al frente del Ejecutivo.
Estos 200 días de
gobierno no han estado exentos de dificultades. Han sido dos los ministros que
han tenido que presentar su dimisión. Lo hicieron por un exceso de celo, sin
correspondencia con causa penales, tal y como ha puesto de manifiesto la
Justicia. La tensión política ha crecido con intensidad a partir de la
designación del nuevo líder del PP. El electoralismo y la oportunidad de
desgastar al contrario está primando sobre los problemas reales. Másteres,
doctorados, conversaciones grabadas por gánsteres del chantaje a personas que
nunca sospecharon ni por asomo, cuando participaban en conversaciones privadas,
que podía algún día ser ministros, marcan los temas de debate en el parlamento.
Cataluña ha sido
el nudo gordiano sobre el que ha pilotado toda la acción política. Es el
problema por excelencia de este 2018 que ahora termina. Sánchez sabe que la
solución o fracaso del problema catalán
le dará alas para permanecer al frente del Gobierno mucho o le mandará al
banquillo si no es capaz de encontrar una solución aceptada mayoritariamente
por los españoles. La apuesta por la vía del diálogo con pleno respeto a la ley
es la única solución que puede perdurar en el tiempo. La está intentando sin
que el partido haya llegado hasta el momento a su punto álgido. Puede salir
bien y regresar así a la senda de la normalidad, a pesar del posicionamiento de
PP y Cs que abogan por la aplicación del 155 con un tono electoralista, a la
vez que piden disolver las cámaras al mismo tiempo, algo así como sorber y
soplar al mismo tiempo. Con más de dos millones de independentistas en
Cataluña, de entrada, la opción del Gobierno de Sánchez parece la más sensata,
una vez establecida con nitidez las líneas rojas.
El Gobierno ha
pactado con Podemos un proyecto social que se plasma en un proyecto de
presupuesto para 2019. Por suerte la economía va bien y todo indica que vamos a
seguir creciendo por encima de la media de los países europeos. No obstante,
problemas estructurales como el de la despoblación de una gran parte de España,
la obsolescencia del modelo productivo, o el déficit del sistema de pensiones
son palabras mayores que requieren pactos de Estado y el concurso de todos,
incluida la comprensión de la ciudadanía. El proyecto de presupuestos para 2019
cuenta con la oposición activa del PP y Cs. Se da la circunstancia de que el
Gobierno del PP consiguió sacar adelante los presupuestos generales de 2018 en
el Congreso unos días antes de la moción de censura con el concurso de Cs. Una
empresa que fue posible gracias a que el PSOE facilitó la aprobación de la
senda del déficit en 2017, precisamente lo que en estos momentos PP y Cs están
negando al Gobierno de España en la tramitación de los presupuestos de 2019 en
el Senado. El Gobierno se verá obligado así a respetar la senda de déficit
marcado por el Gobierno del PP y a adoptar medidas que permitan el equilibrio
presupuestario en este caso, si prosperan los presupuestos, o bien prorrogar
los de 2018, siguiendo la táctica política de Rajoy. La respuesta la tiene el
2019. Incertidumbre y tensión no faltará.
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